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Teleneurología o cómo ganar minutos en el tratamiento del ictus

Un hombre con dolor de cabeza.

Mercè Palau

El ictus, una enfermedad cerebrovascular que se produce por el descenso u obstrucción del flujo sanguíneo y por la que la sangre no llega al cerebro en la cantidad necesaria, es la primera causa de mortalidad entre las mujeres y la segunda en hombres en España, según datos del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología (GEEVC-SEN). 

Junto con el impacto en la mortalidad, que se produce en un 25%, el 60% de las personas que sobreviven tiene distintos grados de discapacidad. Los efectos dependen de qué parte del cerebro está lesionada y de la gravedad de la lesión. En un 80% de los casos los síntomas son afectación del lenguaje, asimetría de la boca y debilidad en un brazo o una pierna.

También llamado accidente cerebral, embolia o trombosis, el ictus o la interrupción del suministro de sangre a cualquier parte del cerebro, puede ocurrir porque un coágulo de sangre bloquea un vaso sanguíneo (ictus isquémico o embólico) o porque una arteria sanguínea se rompe y causa un hematoma o hemorragia cuya sangre ahoga a las neuronas de la zona afectada (ictus hemorrágico o “derrame”).

¿Quién está en riesgo?

Suele pensarse que un ictus solo afecta a personas mayores. Sí es verdad que esta enfermedad es más frecuente a partir de los 55 años y que el riesgo aumenta de manera proporcional con la edad. Se estima, por ejemplo, que más del 21% de la población mayor de 60 años en España tiene riesgo alto de sufrir un ictus en los próximos 10 años. La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que, teniendo en cuenta que para el año 2050 está previsto que las personas mayores de 65 llegarán al 46% del total de la población, casi la mitad podría sufrir un ictus. 

Además de la edad, el ictus también se relaciona con ciertas condiciones médicas, como la hipertensión arterial y la diabetes mellitus y determinados factores del estilo de vida, como ser fumador. Por tanto, la forma como vivimos tiene un gran impacto en nuestro riesgo de accidente cerebrovascular. Aspectos como beber demasiado alcohol, tener sobrepeso y una ingesta excesiva de alimentos poco saludables puede dañar los vasos sanguíneos, aumentar la presión arterial y, en consecuencia, incrementar la probabilidad de que la sangre se coagule.

Actuar a partir de los 30 años es crucial para reducir los casos de ictus en edades más avanzadas. “Actuando entre los 30 y los 50 años, el impacto sobre los ictus en los 60 y los 70 es relevante”, admite el Dr. Fernández Ferro, jefe del Servicio Integrado de Neurología del Hospital Universitario Infanta Elena, así como de los hospitales universitarios Rey Juan Carlos y General de Villalba. “La clave está en la prevención en las edades medias de la vida”, reconoce el experto.

Ganar unos minutos gracias a la teleneurología 

El ictus es, ante todo, una urgencia médica. La supervivencia y la recuperación están directamente relacionadas con la rapidez y la eficacia de la atención médica que se recibe. Pese a ello, durante los primeros meses vividos de pandemia se redujo en un 30% el número de ictus ingresados en los hospitales en España, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN). “Muchos pacientes se han quedado en casa, algunos con secuelas y, en el peor de los casos, falleciendo”, asegura Fdez. Ferro.

El tratamiento inmediato puede salvar la vida o aumentar las posibilidades de una recuperación completa. El Hospital Infanta Elena, con motivo del Día Mundial del Ictus, celebrado el pasado 29 de octubre, ha recordado que el tiempo de reacción es clave y muy limitado en esta patología. Y también destaca la importancia de la telemedicina en este campo. En concreto, enfatiza los beneficios que aporta la teleneurología: una mejora en la calidad asistencial a los pacientes, una gestión más eficiente y mejores resultados clínicos. 

Al interactuar y colaborar con el neurólogo de forma remota, los hospitales pueden proporcionar diagnósticos más rápidos y precisos que dan como resultado un tratamiento más temprano y optimizado. Este apoyo telemático se puede llevar a cabo a través de la videoconferencia o de las aplicaciones de vídeo entre particulares, una opción que, como reconoce Fdez. Ferro, está ganando cada vez más protagonismo. 

Mediante esta manera de comunicación más rápida, el especialista puede distinguir entre las situaciones más graves, que obligan por ejemplo a poner en marcha el código ictus a fin de  disolver el trombo lo antes posible, o las situaciones menos graves que permiten actuar con más calma. 

“Ganar unos minutos puede suponer una disminución considerable de la discapacidad en el paciente”, admite el neurólogo.

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