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Periodismo de riesgo, informar desde Melilla y Ceuta sobre los inmigrantes

Pilar Velasco, Soledad Gallego-Díaz, Jesús Blasco y Gonzalo Boye

José L. Aroca

Detenido, la casa registrada, con el coche destrozado y acusado de traficar con inmigrantes. Son algunos de los apuros con los que ha tenido que pagar Jesús Blasco de Avellaneda, un periodista de Melilla, por informar desde esa ciudad y Ceuta de la llegada de inmigrantes y el trato que reciben antes y después de pasar la frontera hispano-marroquí

La agencia extremeña de cooperación internacional para el desarrollo (Aexcid) ha organizado este lunes una mesa redonda sobre el papel de los medios de comunicación en las crisis humanitarias, aunque por ser el Día del Refugiado las intervenciones han girado exclusivamente sobre el éxodo sirio y de otros países, que Europa se ha quitado de encima firmando un acuerdo con Turquía para confinar a los refugiados en ese país.

Tras la presentación del director de la Aexcid Ángel Calle y unas palabras del alcalde de Mérida, Antonio Rodríguez Osuna, han hablado la periodista de El País y SER Soledad Gallego-Díaz, el periodista que trabaja por libre y sobre el terreno en el norte de África y otras zonas de conflicto, Jesús Blasco, y el abogado y editor de la revista Mongolia y colaborador de eldiario.es Gonzalo Boye, moderados por la periodista de la SER Pilar Velasco.

Para Sol Gallego-Díaz Europa en su conjunto va a pagar, “si no rectificamos”, las consecuencias de lo que está haciendo ahora con los refugiados sirios –pero también kurdos, iraníes, iraquíes, afganos y pakistaníes- que están siendo contenidos en Turquía, Grecia o islas italianas.

La función de los medios de comunicación es en este caso “alertar y dar testimonio”, ir al sitio “y contarlo”. Sin embargo se está fallando al no “desmontar” engaños que triunfan como creencias sociales tales como que el número de inmigrantes es excesivo: “No es verdad”.

Se está utilizando esta crisis con fines políticos por miedo a la presión de la extrema derecha, añadía Gallego-Díaz, una reacción en contra que, recuerda, no se generó en crisis migratorias anteriores como la de 1917 de refugiados hacia el resto de Europa por la revolución rusa, o décadas después la fuga de Hungría huyendo del comunismo. Algunos partidos han cedido a la tentación de “engordar su granero político”, de votos, oponiéndose a la acogida masiva de refugiados.

No son refugiados

Gonzalo Boye, desde su perspectiva jurídica –“yo no soy periodista”- ha puesto en cuestión para empezar el título de refugiados asignados a estas personas, ya que no sólo no se les ha dado asilo político o humanitario, sino que ni siquiera se les ha dado la oportunidad de solicitarlo. Muchos llegan de manos de mafias, pero al llegar al continente se topan “con la peor mafia que hay, que es la europea”.

Mediante un convenio, a cambio de dinero, armas, y ventajas diplomáticas por ejemplo para los visados, Europa ha convertido a Turquía en un gran campo de concentración, un convenio que, apunta Boye, “no es que sea ilegal, sino criminal; hemos contratado a Turquía para que nos haga el trabajo sucio”.

Boye, que actuó como acusación en el caso del Tarajal en Ceuta (15 inmigrantes muertos), ha calificado de “caradura” a Mariano Rajoy por presidir un país que se niega de hecho a recibir refugiados sirios y sin embargo en el Día del Refugiado ha emitido un tuit a favor de estas personas.

No pierde la esperanza de que alguna vez un tribunal juzgue a alguien responsable del convenio con Turquía, pero en todo caso Sol Gallego-Díaz está segura de que habrá anulación judicial de ese acuerdo.

En el filo de la valla

Jesús Blasco de Avellaneda, periodista a caballo entre Melilla-Ceuta-Marruecos y Líbano-Grecia, premio nacional de periodismo por los derechos humanos en 2013, ha explicado las dificultades que sin ir más allá hay en las dos ciudades españolas norteafricanas para informar sobre los inmigrantes, y que le han llevado a despidos laborales, el coche destrozado, detenciones, registros y acusaciones de ser un traficante de inmigrantes, o un activista. “No soy activista, soy periodista, cuento lo que veo, y por mucha nota oficial que me mande la Delegación del Gobierno no puedo contar lo contrario de lo que he visto con mis ojos y grabado en vídeo”.

De la falta de libertad periodística en Melilla, una anécdota. “En un diario local en el que trabajé, la primera norma, y por escrito, es que los comunicados del gobierno de la ciudad autónoma van entre la página uno y siete y siempre impar [las más leídas], mientras que lo de la oposición va a partir de la ocho”.

Para él la función de un periodista ante las crisis humanitarias como esta actual de los refugiados sirios es “denunciar y empatizar” con el problema, ante el que “no hay un compromiso social real”. Los medios en su ciudad, Melilla, llegan a colaborar con el mensaje oficial de que es “una invasión”, e incluso “algunas ONG también llegaron a pedir que se les expulse”.

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