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La matanza, para coleccionistas

El Real de la Jara celebra este fin de semana la matanza del cerdo ibérico y el I Premio Dehesas

Pilar Armero / Pilar Armero

Las grandes mesas de madera, las artesas, los barreños, los machetes y las máquinas para embuchar carne que se utilizaban en las matanzas se están vendiendo como reclamo para coleccionistas o como piezas con las que decorar la casa o el jardín. Basta bucear en Internet para comprobar que a buena parte de ese instrumental se le ha puesto precio, simplemente porque apenas se usa para su función principal. Estas ventas no son más que un reflejo de la tremenda caída a la que se ha visto sometida una de las tradiciones más puramente extremeñas en lo que va de siglo, hasta el punto que desde el año 2001 al presente ha sufrido un descenso del 80% tanto en el número de cerdos sacrificados como en la celebración de matanzas.

Cuando termine este mes de marzo, último en el que se autoriza esta práctica, la estadística volverá a reflejar ese bajón. No hay nada como los números para constatar esta realidad, desde los 48.149 animales que se mataron en la temporada 2001-2002 hasta los 9.750 de 2013-2014. Los datos de 2014-2015 no están cerrados porque falta por contabilizar lo que se haga en lo que queda de mes, pero lo cierto es que hasta lo que la Junta de Extremadura lleva controlado la tendencia sigue estando claramente a la baja, con 8.065 sacrificios, por lo que tendrían que matarse 685 cochinos en tan solo cuatro semanas para alcanzar la cifra del período previo.

El envejecimiento de la población rural, la crisis del porcino y un cambio de filosofía a la hora de entender la tradición matancera son las causas que se encuentran detrás de este descenso,según indica el responsable de Seguridad Alimentaria del Servicio Extremeño de Salud, Alberto Chaves. Con todo ello lo que ocurre es que esta práctica se está convirtiendo en algo más anecdótico que habitual, hasta el punto que si en el período 2001-2002 se celebraron en Extremadura 26.541 matanzas, desde noviembre pasado a fecha de hoy se han registrado solamente 4.273.

Falta relevo generacional

La realidad es que no hay relevo generacional, o lo que es lo mismo, que lo que hacían los abuelos y los padres no lo hacen ahora ni los nietos ni los hijos, entre otras cosas porque muchos de ellos ya no viven siquiera en los pueblosa los que, como mucho, se acercarán para recoger el chorizo. Por otra parte, la crisis del sector ha hecho que disminuya el número de animales y que dejen de criarse en las casas y como consecuencia de ambos factores se produce un cambio en las formas de entender la matanza que lleva a comprar directamente la carne para elaborar las viandas, saltándose el paso del sacrificio.

Está, además, el incremento del control legal que desde 2006 obliga al sacrificio instantáneo e indoloro, previo aturdimiento del animal, así como a la supervisión por parte de veterinarios tanto del proceso como del estado de la carne, con el objetivo de evitar enfermedades como la triquinosis. Requisitos que también pueden haber echado para atrás a algunos matanceros, no por su coste económico que apenas llega a los tres euros, sino por la burocracia que conlleva.

Tampoco se le puede sacar rendimiento económico porque la venta de productos frescos y curados, canales, jamones, paletillas, embutidos, vísceras y cualquier producto de despiece está prohibida.

La caída no se produce solamente en Extremadura sino en otras comunidades autónomas como Castilla y León, de tradición igualmente matancera, en los que la matanza ya ha pasado de ser una práctica doméstica habitual a convertirse en un reclamo turístico previo pago que ofrecen algunos alojamientos rurales como un paquete más o a una experiencia didáctica promovida por los ayuntamientos para que los más pequeños conozcan lo que hacían sus mayores.

Aún así, los nostálgicos y los curiosos tienen todavía citas para rememorar o descubrir esta tradición. La más inmediata, la XII Muestra Popular de Vinos de Pitarra y Productos de Matanza que se celebra el 1 de marzo en Ribera del Fresno. El Ayuntamiento y los vecinos que la han organizado cuentan que lo hacen “para transmitir y poner en valor productos derivados de una práctica tradicional del mundo rural extremeño”.

 

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