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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Un Gobierno con dos enemigos, la pandemia y una oposición destructiva

El lehendakari, Iñigo Urkullu,

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Nos repetía Don Manuel de Irujo que “uno cuenta la feria según le va”. Es un viejo refrán que se puede aplicar al primer año de gestión del actual Gobierno vasco nacido tras unas elecciones que la oposición no quería. Según ellos, a las Siete Plagas de Egipto había que añadirle una más, la simbiosis entre la pandemia y el modo de hacer del Gobierno Urkullu, un Gobierno de coalición entre el PNV y el PSE. Si hace un año no querían elecciones y éstas se hicieron a pesar de sus augurios, que se demostraron errados -Urkullu aprovechó un claro entre rebrotes que él vio-, nadie puede esperar que una oposición tan corta de vista y argumentos reconociera o alabase ni tan solo uno de los aciertos de un Ejecutivo obligado a navegar en aguas turbulentas y desconocidas.

Si la democracia es un régimen de opinión pública, el Gobierno Urkullu no ha tenido el beneplácito del Grupo Vocento aquejado de tan fortísima crisis que cree que para vender un periódico ha de apostar por la radicalidad. En el día de hoy, en portada y como titular principal nos decían que “La explosión de contagios tumba en solo cinco días las previsiones de Urkullu ”. Parecería que se alegran de ello y que fuera Urkullu el responsable de esta situación cuando el lehendakari lo ha venido advirtiendo continuamente. Con la manipulación informativa de Vocento ha tenido este Gobierno que tratar de llegar al ciudadano en sus reflexiones, medidas y peticiones. Este también es uno de los datos que se han dado este año.

No se dan cuenta que todo lo exagerado no es creíble y siguen en ello en una especie de pinza que también comprende no solo a Bildu y Elkarrekin Podemos sino al PP y Vox. Cuatro y medio cabalgando juntos con la fusta pegando a un caballo herido. De ahí que cuando se unen el hambre con las ganas de comer el resultado es tan distorsionado que le da a Urkullu alas para seguir volando, sobrevolando, aterrizando y afincándose en todos y cada uno de los espacios que la concertación de fuerzas opositoras considera un lodazal. Como el asunto del vertedero de Zaldibar, no penalizado electoralmente hace un año -veremos qué dice la justicia-, con un Gobierno que mantuvo su búsqueda quince meses a un costo de 22 millones de euros, cuando en Tenerife no ha llegado al mes la búsqueda del asesino de las dos niñas, de él y de una de sus hijas. No se ha hecho la menor reflexión al respecto. Zaldibar, pues, como diario ariete de desgaste.

Para mí, este actuar de la oposición ha sido una de las señas de este año de pandemia en Euskadi y no porque crea que la misma ha de llevar el botafumeiro a todas partes sino por la falta de perspicacia, sutileza, y cultura democrática que vivimos en Euskadi frente a lo que acontece en otras partes de Europa. Se critica lo criticable, como con las vacunas de dos responsables, pero se ayuda y reconoce lo lógico y lo asumible. Ha sido, pues, lo llevado a cabo este año por parte de la pinza antigubernamental una de las señas de este período. Y no la menor.

Otra ha sido la relación con el Gobierno Sánchez, un táctico, que funciona en base a encuestas, presiones, marketing, caprichos y a veces distorsionando la realidad. Parecería que si se llega a una cogobernanza seria y de socio prioritario y a un acuerdo de desarrollo estatutario, de obligado cumplimiento, por más que la Alta Administración del estado ponga palos en la rueda de los acuerdos, estos han de cumplirse. Confiarlo todo a que el PNV “no va a hacer caer un gobierno progresista” es una manera errada de hacer política. Ello lógicamente ha condicionado la fluidez de relación con el Gobierno central este año pandémico y, por tanto, un inmenso error que denota que el Gobierno vasco opera frente a un Gobierno poco serio y gran improvisador. Y ello a pesar de haberse logrado la vieja competencia de Prisiones y el acercamiento de presos, algo caro para una Bildu que sigue hipotecado a sus presos y al pasado algo que también denota que en este año que Urkullu ha tenido frente a sí a un Ejecutivo central poco serio que ha cambiado a cuatro ministros de Administraciones Públicas en su corto mandato y otros imponderables que en situaciones normales no se dan. Meritxel Batet, Carolina Darias, Miquel Iceta y ahora Isabel Rodríguez nos dan una foto de situación muy compleja que obliga a la crítica y a veces a la improvisación.

Torpe manera de hacer política que desacredita a quien la lleva a cabo, independientemente que se siga desde Madrid jugando con cartas marcadas. Ojeando la prensa veía dos titulares que reflejan una realidad. “El turismo crecerá hasta un 85% en Euskadi”. En el 2019 fue del 69%. En relación al turismo rural el sector transmite que hay alojamientos que ya tienen cubiertos los meses de julio y agosto. Datos que expresan que se toca la normalidad con la punta de los dedos en un sector fortísimamente golpeado por la crisis. Otro sector ha aprobado sus asignaturas académicas a pesar de los inmensos nubarrones que se cernían sobre ella, el educativo. Nubarrones jaleados en la calle sindicalmente. Su problema ya no será la COVID-19, que terminará superándose con el actual ritmo de crucero de la vacunación, sino con algo tan importante como la brutal caída de la natalidad que pone en jaque a la escuela vasca. A la escuela y al inmediato futuro. Ese si es uno de los problemas de este país que la crisis ha tapado.

¿Que se podían haber hecho las cosas mejor en un año? Sin lugar a dudas. El jurista Juanjo Álvarez nos decía que le costaba entender que en año y medio no se hubieran aprobado leyes para luchar contra la pandemia teniendo aseguradas las votaciones en el Parlamento. Pues sí. Alguien ha fallado ahí permitiendo que jueces ataran las manos al Ejecutivo para ir evitando los rebrotes al no haber legislación para llevarlo a cabo. Ahora se ve claro, aunque es verdad que nadie en sus inicios hubiera pensado que esta crisis sanitaria iba a durar casi dos años. Un año muy complicado que, a pesar de los pesares, y según dicen las encuestas no ha desgastado al Gobierno de coalición. Veremos si se han sentado las bases para que dentro de un año la percepción mejore y la oposición aprenda a plantear seriamente alternativas argumentadas y posibles.

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