Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Un maltratador en tu mesa

Matilde Fontecha

Concluidos los actos públicos de rechazo a la violencia contra las mujeres con motivo del 25N, me preocupa que las instituciones que han participado en dichos actos puedan estar satisfechas. Porque no hay motivo para la satisfacción, tal como refleja la información aportada por los excelentes artículos que se han escrito estos días.

Quiero destacar un solo dato: según la CEDAW de Naciones Unidas, el presupuesto de España destinado a la atención a víctimas de la violencia de género se ha reducido un 32,5%. Sus graves consecuencias se explican en dicho informe.

Si el gobierno, realmente está interesado en frenar esta lacra social, debe restituir los recursos restados. Para que se desarrolle la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, es necesaria la dotación de recursos económicos y humanos en los juzgados de violencia, la policía, los centros médicos, los medios de comunicación, los centros educativos, etc.

La clave es la formación en temas de igualdad de todas las personas implicadas. La violencia contra las mujeres tiene su origen en su discriminación social. Y solo a través de la Educación puede modificarse el pensamiento androcéntrico que legitima maltratar y asesinar a las mujeres, que a ojos de los maltratadores son seres inferiores. No se maltrata a un ser igual y tampoco a quien se quiere.

“Quien bien te quiere no te hará llorar, te hará reír” es el lema de una campaña contra la violencia de género que ha desarrollado la Universidad de Alicante en el contexto del II Plan de Igualdad. En las universidades se ejercen diferentes formas y niveles de violencia contra las mujeres (simbólica, psicológica, verbal o física). En mi opinión, lo más grave es el acoso y abuso sexual cometido por profesores a alumnas: ese profesor que cuando entra una alumna cierra el despacho por dentro…El abuso sexual conlleva abuso de poder; en este caso, el poder de aprobar una asignatura o de dirigir una tesis.

La violencia contra las mujeres la ejercen hombres de toda edad y condición. Además, son corresponsables esos hombres con capacidad de decisión que disculpan o defienden a quienes cometen delitos contra una mujer: el juez que encuentra atenuantes para un violador, el partido político que protege a un maltratador o la comunidad internacional que no actúa ante el secuestro de 280 niñas en Nigeria. Como consecuencia de todo lo expuesto, de la creencia generalizada de que el varón es el ser superior, el maltratador sigue estando arropado tanto en el entorno público como en el privado.

Y aquí es donde quería yo llegar.

Con independencia de que las instituciones se impliquen en la erradicación de la violencia contra las mujeres, podemos intervenir a nivel personal, repudiando a los maltratadores en el ámbito laboral y privado. Mientras los maltratadores no sientan el rechazo de sus compañeras y compañeros de trabajo, de sus amistades y familiares, seguirán pensando que maltratar a una mujer es un acto de hombría.

El espacio más difícil y doloroso es el familiar. Según las estadísticas, a cada familia nos corresponde, al menos, un maltratador. En algunos casos te toca soportar a un padre que trata a la madre con falta de respeto: “Cállate, mira que eres tonta”; padres que hacen un drama porque la comida no está a su gusto: “Qué inútil eres, ya ni cocinar sabes”. Los hijos e hijas no se atreven a pararle los pies.

Probablemente, has crecido en un ambiente de gritos e insultos y lo has interiorizado como normal. Incluso, prefieres ignorar que tu padre suele levantar la mano a tu madre. Podrías protestar ante una frase humillante, amenazar con levantarte de la mesa e irte, aunque sabes que será tu madre quien diga: “Venga, hija, déjalo ya”.

Otras veces es un hermano violento: “Vaya, ha sacado el mal genio de papá”, se le disculpa. La cuñada, en alguna ocasión, se quejó de que su marido la había pegado, pero “el de casa es el de casa”. Además, la cuñada es una tocapelotas, una marisabidilla que porque tiene carrera y gana más que el hermano se cree más lista que nadie…

Quizá, lo más duro es que en el lote familiar nos toque esa hermana que aparece con un moretón en el ojo, semioculto por el maquillaje. Ella asegura que se ha dado con la puerta de un armario de cocina, pero hace unos meses fue un brazo escayolado. Niega cualquier evidencia de maltrato y no permite la más mínima insinuación. Su marido es el cuñado más simpático, aparece cargado de regalos y colma a todo el mundo de zalamerías.

Cada vez que se te acerca para darte un abrazo, sientes un rechazo que te cuesta disimular. Te gustaría darle un rodillazo en la entrepierna con todas tus fuerzas. Por el contrario, te dejas plantar dos sonoros besos y le ríes las gracias.

Llevas años pensando en desaparecer, pero te autoconvences de que lo más sencillo es soportar la Navidad o el cumpleaños de la abuela; que un día se pasa en el infierno. Sin embargo, últimamente, los días previos a una reunión familiar, te invade el desasosiego. Te preguntas cómo es posible que tú, una feminista con amplia formación, seas incapaz de encontrar una salida. Te reprochas estar atrapada por los sentimientos. Te acusas de ser incongruente, de contribuir a perpetuar el maltrato...

Tu cabeza es una centrifugadora. En una de tantas vueltas, la impotencia estalla a modo de descompresión. Lo ves claro. “No habrá disculpas ni mentiras, simplemente le diré a mi familia: Estas Navidades no contéis conmigo”.

Sabes que provocarás un cataclismo, que te acusarán de romper la familia, de estropear el ambiente festivo, pero tú no tienes nada que celebrar en semejante compañía. No puedes proteger a tu madre ni impedir que tu hermana siga durmiendo con su enemigo, es su decisión. La tuya es negarte a compartir mesa con un maltratador.

*Matilde Fontecha ha sido profesora en la Universidad del País Vasco. Especializada en Educación Física y su Didáctica, que ha impartido en clave feminista, fue la primera en emplear la perspectiva de género en el área de las Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (CCAFD) en una oposición de esa universidad.

Sobre este blog

Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Etiquetas
stats