En Fuente del Arco, en una casa abierta a la Campiña Sur, María Jesús García Fernández —más conocida como Chus García— habla de muertes reales que la conmocionaron, de los pueblos donde ha echado raíces y del heroísmo cotidiano que encierra cada vida rural. En ese paisaje de encinas, soledad y comunidad ha nacido Encaje (Editora Regional de Extremadura, 2025), su primer volumen de relatos, un libro que, como su propio título sugiere, está tejido con hilos firmes: ternura, tragedia, memoria y tierra. Pura literatura.
Locutora, educadora infantil, instructora de yoga, actriz y poeta, Chus García ha unido en este libro todas sus capas vitales. Y lo hace con una escritura que, como señala Jesús Carrasco en el prólogo, “se asienta en lo que conoce: la tierra elegida, la vida pequeña y cercana, aquello que por su proximidad tantas veces pasa inadvertido”. Encaje pertenece a la colección 'Geografías' de la Editora Regional y tuvo su primera presentación el pasado 30 de octubre en la Biblioteca Municipal Arturo Gazul de Llerena.
Un hilo conductor hecho de vida, muerte y territorio
Los ocho relatos que componen Encaje parten de historias reales —algunas ocurridas en Fuente del Arco— y se abren a la fabulación. Chus García escribe desde lo concreto: la sequía que agrieta la dehesa, los incendios que avanzan cada verano, la pérdida del habla tradicional, las despedidas silenciosas de toda una generación de titanio. Pero también desde la alegría de vivir, el disfrute de la comunidad y la belleza que aún resiste entre olivares, huertas, gallinas y casas encaladas. “Los personajes buscan su libertad en medio de la dureza del día a día que también está lleno de belleza”.
El libro reclama una mirada lenta sobre lo que nos rodea: la naturaleza que sostiene la vida, el equilibrio frágil del territorio, los oficios que desaparecen y las costumbres que, durante siglos, marcaron los ritmos de las familias campesinas. A través de un lenguaje cargado de matices del sur —de la Baja Extremadura y de Andalucía—, García reivindica un acervo lingüístico que se mantiene vivo en sus personajes y que forma parte esencial de su identidad narrativa.
Las mujeres que sostienen el mundo
En Encaje hay un pilar emocional evidente: las mujeres. Madres, abuelas, jornaleras, hijas, cocineras, bordadoras, cuidadoras… Mujeres que, como también recuerda el prologuista, han sido históricamente relegadas a los márgenes de la Historia, pero que aquí ocupan el centro.
Flora, Adelaida, Marisa o Ana hablan desde la crudeza, la ternura, la dureza del campo y la belleza de lo cotidiano. Sin idealizaciones. Sin Arcadia. Es la vida tal cual: la que se sostiene con las manos, con el cuerpo, con el tiempo y con el amor silencioso.
Junto a ellas, Encaje incluye las voces de José, Servando, Antonio o Tomás: hombres atravesados por la tradición, el trabajo duro, la lucha por sobrevivir, el deseo de libertad, la resistencia. A través de ellos, la autora introduce esa otra mirada del campo: la que dialoga con la tierra desde la herencia, el esfuerzo y un vínculo emocional que no siempre tiene palabras.
De Sevilla a Japón, y de Japón a Fuente del Arco
La vida de Chus García es, en sí misma, un mapa. Formada desde los 14 años en la radio —M80, Dial, Radiolé, SER, Canal Sur, Canal Extremadura—, vivió en Japón un tiempo como actriz, donde se casó con su pareja, Ángel, antes de volver al sur extremeño.
El contraste entre Sevilla, Tokio y Fuente del Arco marcó su transición: “Me veían como una pringá con tres niños que se viene al campo”, recuerda. La soledad, el silencio, la caza que no entiende, el bosque que aprende a recorrer sola, el autoconsumo, el tempo lento. Ese encuentro con otro modo de vivir es, también, el trasfondo vital de Encaje.
“Hablo de cambio climático, de vidas llenas de esfuerzo, pero conectadas a la tierra, a las estaciones, a los ciclos vitales y lo hago desde la comprensión profunda del lugar que he elegido para vivir. Es una reconciliación entre mi mirada urbanita y mis nuevas raíces de pueblo que me llenan de orgullo y de contradicciones”, explica con emoción la escritora.
Tras la radio llegó la docencia en aulas de infantil en Hornachos, Bienvenida y Usagre. Y, siempre, la escritura: Gineceo (2020), un poemario feminista; Gaia (2022), marcado por lo ecológico; Luminosas (2020), en coautoría; y ahora Encaje, fruto de una propuesta del editor Luis Sáez.
Un homenaje urgente a quienes sostuvieron el mundo rural
En este libro, Chus García honra también a una generación que se está yendo sin ruido, sin que haya habido tiempo —o valentía— de agradecerles todo lo que hicieron. Por este motivo la dedicatoria del libro es contundente: a sus padres y a sus suegros, “esa generación de titanio que nos lo ha dado todo”.
Encaje no es solo literatura: es memoria, es territorio y es advertencia. Por eso la emergencia climática atraviesa cada relato: la pérdida de biodiversidad, la desaparición de prácticas sostenibles, el desequilibrio ecológico que amenaza a todas las especies, incluida la humana.
Un libro que pide parar y mirar
Según palabras de la propia escritora, el libro también “es una reivindicación explícita de la fuerza vital que tenemos las mujeres y de nuestra capacidad para cuidar, para dar vida aun arriesgando y sacrificando la nuestra. Hay tantos saberes e inteligencia en manos de las mujeres, pero no los reconocemos ni los valoramos lo suficiente. Creo que debemos agradecer a nuestras madres, tías, vecinas, maestras, abuelas... el legado que nos han transmitido y que es preciso nombrar para que podamos disfrutarlo y trasmitirlo también a nuestras hijas e hijos. Saber curar, saber nutrir, saber acariciar y resolver tantas dificultades diarias con humildad, con cariño, con responsabilidad y disfrutándolo, no como una carga”.
Chus García escribe para que escuchemos lo que queda bajo el ruido: las voces que aún resisten, los usos del campo, la lengua de los mayores, la vida que se sostiene en lo pequeño. Encaje es, sobre todo, una invitación a recuperar la mirada.