Con motivo del Año Jubilar Eulaliense, Mérida quiere afirmarse como cuna del cristianismo
Mérida abre este domingo 10, festividad de Santa Eulalia, la Puerta Santa de su Basílica e inicia el primer Año Jubilar Eulaliense, un acontecimiento que va más allá de lo puramente religioso y que quiere reivindicar el reconocimiento de la ciudad como cuna del cristianismo en la Península Ibérica.
El pasado romano emeritense es tan grandioso, entre otras cuestiones, porque Mérida en el siglo IV llegó a ser la capital de la Hispania, la provincia romana que ocupaba la Península Ibérica y el norte de África, pero tampoco habría que olvidar su importancia en los siglos posteriores, cuando fue también capital del reino visigodo, capital sueva y una de las ciudades más importantes del occidente de Al-Ándalus.
Fue precisamente en el siglo IV, en torno al año 303 ó 304, cuando Eulalia, que significa en griego “la bien hablada” y que adopta también las formas nominales de Olaya, Olalla y Olaia, fue martirizada en la antigua colonia romana de Augusta Emerita con tan solo doce o trece años, según la tradición cristiana, al negarse a renunciar a su fe en Cristo bajo las persecuciones del emperador Diocleciano, que ordenaba que se volviera a adorar a los antiguos dioses.
Pero ya antes de ella, según el director del Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida, el arqueólogo Félix Palma, Augusta Emerita fue cuna de las primeras comunidades de cristianos en Hispania, como lo demuestra la existencia de los restos arqueológicos de una “domus ecclesiae”, un antiguo aljibe romano que debió de ser utilizado por estas como lugar de culto clandestino, ya que está presidido por un crismón.
Palma recuerda también, en declaraciones a Efe, que el documento histórico en ese ámbito más antiguo en la Península Ibérica es una carta del obispo de Cartago Cipriano, quien en el año 254 se dirige a las comunidades cristianas de Mérida y de Astorga (León).
No sería hasta 50 años después cuando se produce el martirio de Eulalia en la entonces capital de Hispania, una circunstancia que propició que tuviera mucha más trascendencia y se divulgara por todo el Imperio Romano, por lo que empezaron a llegar a Mérida viajeros de oriente y occidente, hasta tal punto que la ciudad se convirtió, junto a Roma y Jerusalén, en centro de peregrinación de la cristiandad.
“La gente igual que ahora va a peregrinar a Santiago de Compostela, en los siglos IV, V y VI viene a peregrinar a Mérida en torno a esa figura de la Mártir”, destaca Félix Palma, para quien “hay que precisar, porque la historia lo dice así, que Mérida fue antes que Santiago”.
“De hecho, los documentos más antiguos de la presencia del Apóstol Santiago son en Mérida”, aunque la conquista musulmana de la ciudad y la actuación del primer arzobispo de Santiago de Compostela, Diego Gelmírez, que se llevó de manera temporal el sillón arzobispal allí y no lo devolvió, hizo cambiar el relato.
La importancia de Mérida como lugar entonces de turismo religioso para visitar el túmulo funerario de Santa Eulalia, sobre el que se construyó primero una gran basílica visigoda que dio paso a la actual, cuyos restos arqueológicos así lo confirman, se pone de manifiesto, por ejemplo, en el hecho de que en el siglo VI se levantara, en los aledaños del recinto religioso, el Xenodoquio, un refugio para el viajero que sirvió de albergue de peregrinos y de hospital para pobres.
El papel esencial de Mérida en el cristianismo “no lo decimos nosotros”, aclara Palma, “nosotros lo que tenemos es precisamente la constatación” de ello, “basada en la terquedad de los documentos históricos y en la terquedad de los hallazgos arqueológicos”.
En ese sentido, Carmelo Arribas, estudioso de la materia e integrante de la Asociación de la Virgen y Mártir Santa Eulalia, que ha trabajado codo con codo con las instituciones para lograr el primer Año Jubilar Eulaliense, sostiene que la devoción de la santa de Mérida, fue, junto a Santa María y San Juan, la más importante en la Península Ibérica en los primeros tiempos del cristianismo.
Además, desde Augusta Emerita, que en el siglo IV también era capital de la Mauritania Tingitana, la devoción se trasladó hasta el norte de África, donde ha quedado su nombre como Lalla, muy común, por ejemplo, en las mujeres de la familia real de Marruecos.
Actualmente 390 poblaciones de España, entre las que destaca por su gran veneración Totana (Murcia), tienen por patrona a Eulalia o portan como toponímico su nombre, según el cronista oficial de la ciudad, José Luis Mosquera Müller, así como siete 'freguesías“ y ”aldeias' portuguesas. Además la mártir emeritense, cuyas reliquias se guardan en la Catedral de Oviedo, adonde se trasladaron con la conquista musulmana, es la patrona de Asturias.
Para devotos y no devotos, la concesión del Año Jubilar Eulaliense por parte del Papa Francisco ya es todo un logro que permitirá poner a Mérida en el mapa del turismo religioso este año y que, además de contemplar para los creyentes la Indulgencia Plenaria, conllevará la celebración a lo largo de todo un año de más de un centenar de actividades religiosas, culturales, científicas y lúdicas.
Los emeritenses se encuentran especialmente unidos a su patrona, pero con este acontecimiento se busca que valoren también de puertas hacia dentro la importancia y la transcendencia de su niña mártir en la expansión y en la historia del cristianismo.
De puertas hacia fuera, Mérida no aspira a convertirse en Santiago de Compostela, pero quiere recuperar parte de su pasado como ciudad que ofrece también al visitante y al creyente un rico patrimonio religioso, además de poner en valor esos caminos que hicieron del culto a Eulalia el primer destino de peregrinación de Europa occidental.
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