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Crónica teatral

'La Paz', una comedia musical apocalíptica, pacifista y escatológica

Joaquín Reyes es el protagonista de 'La paz', que se representa esta semana en el Festival de Mérida

Efe / Carlos González de Rivera

Mérida —

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Al grito de “¡mierda!”, un comentario escatológico que tendrá luego su por qué, arranca 'La Paz', una entretenida comedia musical un tanto apocalíptica que se ha estrenado este miércoles en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y que aborda con seriedad y humor la negrura del mundo y la eterna utopía de la paz. 

Para recuperarla, el héroe de la obra, Trigeo, un modesto viticultor que encarna el cómico Joaquín Reyes, se sube a lomos de un escarabajo pelotero, lejos del glamour del alado Pegaso, y vuela hasta el Olimpo, donde está secuestrada. 

La odisea comienza con la resolución de este particular Ulises, harto de tanta guerra, ante la incomprensión de su hija, mientras sus esclavos preparan el combustible para el viaje, es decir, los excrementos de los que se alimentará este coleóptero, que abandona su facha seria y negra por el color dorado y un aspecto más infantil. 

Inicialmente concebida por el célebre comediógrafo Aristófanes en el contexto de la Guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta, se universaliza en la versión de Francisco Nieva, un “autor total”, según la directora de la obra, Rakel Camacho. 

La representación de esta coproducción del festival emeritense y Sanra Produce, con música de Pablo Peña y Darío del Moral, coreografía de Julia Monje y vestuario de Rosa García Andújar, ha supuesto una noche de estrenos. Del rico texto de Nieva, que en realidad es una obra nueva, con un lenguaje por momentos elevado y por momento llano, de Camacho al frente de un espectáculo en Mérida y de Reyes como actor de teatro. 

También ha sido una noche de manchegos. Manchego era Nieva, del que este año se conmemora el centenario de su nacimiento, y lo son la directora y el protagonista, y algunos localismos del texto.  E incluso Trigeo, en quien Reyes ve a ese sencillo manchego con cierta retranca, según comentó en una entrevista con EFE, sin olvidar que se trata de una aventura quijotesca. 

El elenco lo completan la veterana actriz y presentadora Ángeles Martín (Corifea), narradora y maestra de ceremonias, la conciencia de Trigeo y la voz de Aristófanes; la cantante Astrid Jones es la potente voz que hace el repugnante personaje de La Guerra; y Laura Galán, Premio Goya a la Mejor Actriz Revelación por 'Cerdita', que interpreta a la hija del viticultor y a La Paz.  Sara Escudero es la volátil y alegre diosa Hermes, Carlos Troya es Tumulto -el macabro ayudante de la guerra- y Pedro Ángel Roca y Nerea Moreno son los dos esclavos, a los que acompaña un coro similar en número al elenco. 

La trama se desarrolla en una nave industrial, en una atmósfera por momentos inquietante y asfixiante, por la que pululan personajes grotescos y siniestros, pero donde también hay lugar para el absurdo y situaciones cómicas surrealistas, mientras que la iluminación, la escenografía y el vestuario hacen el resto, junto a la música.  Así pues, Trigeo, que reprocha a la gente que no haga nada por la paz, emprende “solico” la empresa de ir a ver a Zeus, el padre de los dioses, que tiene “cera en los oídos porque no escucha sus plegarias”. 

Sin embargo, una vez arriba, solo encuentra a Hermes, la hija de Zeus, y escapando de la guerra se encuentra con ella, como siempre sedienta de sangre y sembrando la discordia. 

Cuando teme por su vida, consigue burlarla y liberar a la Paz, enclaustrada en un mausoleo. ¡Salve, salve, salve, Trigeo!, canta el pueblo ante la hazaña de su héroe y corea 'Cuidemos de la paz y si es preciso fijemos en la tierra el paraíso'. 

Y la obra, ya en un plano definitivamente musical, finaliza con el elenco entonando 'Give peace a chance' (Dale un oportunidad a la paz), de John Lennon, mientras portan tres carteles que preguntan 'Why' (Por qué), un himno pacifica al que se acaba uniendo parte del público.

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