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Hormigón terapéutico en Cáceres

Calle San Pedro de Alcántara en Cáceres / GOOGLE MAPS

Javier Casado

Hace unos días escuché a los responsables del Gobierno de la ciudad de Cáceres (si la Junta es ahora Gobierno, vulnerando el Estatuto de Autonomía de Extremadura, los Ayuntamientos también deberían serlo) afirmar que en los próximos meses se pondrán en marcha dos actuaciones muy importantes para los cacereños: La peatonalización de la calle San Pedro de Alcántara y el aparcamiento subterráneo de la avenida Miguel Primo de Rivera.

Olvidan los gobernadores de Cáceres que, como toda administración pública, su obligación es servir con objetividad los intereses generales, no los particulares. También que gobernar con recursos económicos limitados implica priorizar las inversiones en función de las necesidades reales y más perentorias de los vecinos.

Sin embargo, desde los dos puntos de vista, ambas obras son injustificables. Peatonalizar la calle San Pedro de Alcántara solo beneficia los intereses del comercio de esa calle y, quizás, a quienes viven allí. Para los no residentes en Cáceres, matizar que el comercio de la misma ha venido siendo considerado como el más “pijo” de la ciudad, siendo su clientela habitual las personas con mayor poder adquisitivo.

Menos sentido tiene aún, si cabe, la obra del aparcamiento subterráneo, ya que siendo costumbre inveterada del cacereño no gastar ni un euro en un aparcamiento y existiendo cuatro en las inmediaciones (El Perú, Parque del Príncipe, Norba y Obispo Galarza) cuyas plazas nunca se cubren, ¿cómo explicar la construcción de un nuevo aparcamiento que va a poner patas arriba el centro administrativo de la ciudad y que no va a ser rentable para nadie?

Elementos comunes a ambas obras son que nada van a aportar a la generación de empleo estable (si acaso el coyuntural durante el tiempo que duren), ni evitarán la desaparición continua y sangrante de empresas en la ciudad, ni servirán para que los cacereños olviden que, gracias a los “desvelos” (léase incapacidad e incompetencia) de los tres o cuatro últimos gobiernos de la ciudad, El Corte Inglés no se construirá aquí.

Por eso, se han levantado muchas voces exigiendo que esas obras no se lleven a cabo y que, en su lugar, se apueste decididamente por la finalización y apertura del nuevo hospital de Cáceres. Si, al amparo de la actual euforia sobre celebración de consultas, el Gobierno de Cáceres preguntase a sus vecinos si prefieren esas dos obras o que se abra el nuevo hospital, la respuesta sería abrumadora a favor del último.

Aclaremos que, obviamente, la competencia en esa materia no la tiene el Ayuntamiento, sino el Gobierno de los Mejores de Extremadura, pero convengamos que se daban todas las circunstancias para darle un gran impulso a ese centro hospitalario, ya que el PP gobierna en España, en Extremadura, en la Diputación y en la ciudad de Cáceres. La coincidencia no ha servido para nada y ello me ha llevado a recordar esa canción que dice: “pasa la vida, tus ilusiones y tus bellos sueños, todo se olvida”. Albergo serias dudas sobre si llegaré a ver en funcionamiento el nuevo hospital de Cáceres, y lo que es mucho peor y me aterra, lo mismo veo su gestión privatizada.

Recuerdo que, ante el afán por construir nuevos hospitales que puso en marcha Rodríguez Ibarra, eso sí sin dotarlos de los mejores especialistas ni de la maquinaria de última generación adecuada, le acusé de poner en marcha el “ladrillo terapéutico”, es decir, de pretender que nos curásemos sólo a base de ver nuevos hospitales, o sea, a base de monodosis de “ladrillo visto”. Ahora el Gobierno de Cáceres pretende que todos los problemas de los vecinos se solucionen con el “hormigón terapéutico”, lo que evidencia, una vez más, que cuando un político, sea del partido que sea, no tiene ideas ni propuestas, siempre acude a lo mismo: la obra pública.

Posología: Tome la dosis prescrita de ladrillo u hormigón terapéutico cada cuatro años. Dependencia: El uso de ambos, puede conducir a una dependencia. Para reducir al máximo el riesgo de
dependencia deben tenerse en cuenta estas precauciones:
 No prolongue el tratamiento más tiempo del recomendado.
 Para ello se recomienda votar cada cuatro años a distintas opciones políticas.
 En caso de no notar mejoría, acuda al Consulado de Portugal más próximo e inicie los trámites para adquirir la nacionalidad portuguesa.

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