la dicha*: cuando contar se hace con comida

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La idea no nació con el local. Primero fue un nombre, una especie de refugio tras el que organizar encuentros íntimos, mesas llenas de cosas ricas, celebraciones pequeñas. Después, en 2023, Isabel lo convirtió en marca con registro sanitario. Solo un año más tarde decidió dejar su trabajo en comunicación, instalarse junto al Templo de Diana, en Mérida, y convertir la dicha* en tienda abierta al público. “Empecé a llamar a productores para traer cosas ricas a Mérida”, resume con naturalidad.

Contar cosas

“la dicha* ha sido la forma que he encontrado de contar cosas —contar cosas es la cosa que más me gusta— con comida, mi otra cosa favorita”, dice Isabel. La frase resume la filosofía de un proyecto que combina placer estético, relato, intuición gastronómica y cercanía comercial. Pero también, una apuesta clara por su ciudad: “Quería hacer convivir la tradición emeritense (que la hay) y extremeña junto a productos internacionales y moderneces varias, y la mezcla parece funcionar estupendamente, la verdad”.

En sus estanterías conviven huevos de campo, sodas probióticas, tortas de chicharrones, ketchup de kimchi, quesos de autor y conservas portuguesas. “Los productos que vendemos son hallazgos. Las estanterías se nutren de mis gustos personales y de, cada vez más, recomendaciones de clientela y amigas en las que confío”, explica. La carta de sándwiches, que nació como una forma de dar a probar los productos, ha acabado siendo esencial: “Ahora son imprescindibles para mucha gente”.

Del gusto a la belleza

Isabel entiende la tienda como una experiencia estética. “Trabajamos los mecanismos que intervienen en la producción de placer y la belleza es sin duda uno de ellos”, afirma. El packaging, la textura del pan, la luz de las fotos en redes o la composición de los escaparates forman parte de un mismo discurso visual. “Nos gusta recrearnos en lo sexy de una torta de La Serena en su punto exacto o un sándwich crujiente por fuera y tiernísimo por dentro”.

Ese enfoque ha encontrado eco en redes sociales. Aunque Isabel confiesa no usarlas “como se deben utilizar (o sea, haciendo vídeos cortos)”, su manera de escribir, cercana y con humor, ha generado comunidad. “Me gusta cuando alguien siente que me conoce y viene a la tienda tratándome con confianza y cariño”, cuenta. “Está siendo bastante espontáneo esto de contar la tienda y el proyecto. Lo voy haciendo a ratitos y no lo planeo como debería, pero tengo la suerte de que la gente que pasa por la dicha* me ayuda a explicarme”.

Territorio, vínculos y quesos de temporada

El espacio también es red. Desde Mérida, Isabel mantiene relación directa con pequeñas productoras y artesanos, visitando talleres y bodegas, conociendo los procesos de producción y narrándolos después en tienda. “Cuando explicas un producto del que estás enamorada se te nota, la gente quiere probarlo para sentir lo mismo que tú”.

La clientela de la dicha* es parte del relato. Isabel la describe como “curiosa, atrevida y maja a rabiar”. Y afirma haber creado una comunidad: “Ya no dicen ‘cata’, dicen ‘pruebe’. Vienen varias veces a los pruebes de queso, nos traen productos para que los incorporemos, nos hacen mermeladas, nos regalan aceite y hasta dibujos”.

Ser mujer, emprender, sostener

En cuanto a ser mujer en el ámbito emprendedor, Isabel reconoce que “a los hombres les preguntan menos cómo gestionan el cuidado de los hijos (tengo una hija de 6 años) y les explican menos cosas que ya saben”. Aun así, admite que al ocupar un rol tradicionalmente femenino (“tendera, con delantal”), no ha sentido una ruptura de expectativas. Ha encontrado apoyo en otras empresarias extremeñas y en redes de cuidados reales: “También es mujer mi compañera tras el mostrador, Alicia, que desde diciembre de 2024 trabaja conmigo y es parte muy importante de la dicha*”.

“Todas las empresarias-tenderas extremeñas que llevan más que yo en esto me están prestando ayuda y consejo desde el principio: Sonia de Chiisy, en Badajoz; María, de Carnicerías Donoso en Badajoz; Jessica, de D'alboroque en Guadalupe... No se trata de una red formal, pero sí muy real y que me ha hecho sentir acompañada. Y luego está la red que forman mi madre, mi suegra y mis hermanas, que nos sostienen a diario a mi compañero y a mí en el cuidado de nuestra hija, que apoyan con tuppers y recados sin los que no sería posible abrir la puerta de la tienda todos los días”, detalla.

Cuando se le pregunta por consejos a otras mujeres que quieran emprender, lo tiene claro: “Que sea una buena jefa para sí misma, se trate bien y respete descansos y horarios. A mí se me olvida demasiado lo importante que es no trabajar para que el trabajo cunda”.

Futuro: productos propios y celebración

Consciente de que el espacio se le queda pequeño, Isabel no descarta mudanza o ampliación. Tampoco una línea propia de productos, que ya está en marcha. Pero hay algo que no quiere perder aunque crezca: “Las ganas de celebrar”.

Y si le queda algún sueño sin contar, es este: “Hacer posible una conciliación real y dichosa entre este trabajo, que me encanta, y mi vida fuera de él, que me gusta aún más”.

Una cosa está clara: la comida sí, pero muchas veces el éxito está en la persona. Este es un indiscutible ejemplo.