La pasividad de Vara
Hay revuelo en el patio socialista porque ni los de dentro ni los de fuera entendemos el atípico comportamiento de Guillermo Fernández Vara como jefe de la oposición. ¡Qué suerte ha tenido Monago! En IU un Pedro Escobar desclasado, relativista, experto en encogerse de hombros y en decir lo contrario de lo que finalmente hacen. Los dos del Prex-Crex, desgajados del grupo socialista, a la deriva y tan desnortados que quieren ahogar a Monago por la mañana y le lanzan salvavidas y botellas de oxígeno por la tarde. Y un PSOE mansurrón, incapaz de articular una estrategia de oposición definida y dando la sensación de que calla porque no puede hablar. ¡Qué peligro si en el electorado anida esa convicción! Sí, porque tanta bondad no se entiende si no hay una diarrea contenida y mal administrada, que puede explosionar por urgencias en cualquier momento. La insistente ausencia de Fernández Vara en el debate político, empeñado en permanecer al margen de la indignación que en la calle produce el comportamiento tramposo de Monago, y encerrado en un marco de estadista que no le corresponde, da la sensación de que, cuatro años después de perder las elecciones, aún no ha asumido que el electorado lo puso en la oposición.
De ahí el revuelo, todavía soterrado, entre sus compañeros, que no asumen como propia la pasividad que su líder impone en un PSOE como el extremeño, siempre aguerrido y beligerante con sus adversarios políticos. Esta actitud medrosa de Fernández Vara, se entiende más como distanciamiento estratégico que como empeño ético para no enfangar aún más la situación política que vivimos. Los líderes políticos, como los primeros espadas, no pueden escabullirse del enfrentamiento con la dificultad y tienen que estar en el centro del ruedo, dando la cara y exponiéndose a que se la partan. Imaginemos la reacción del respetable si Talavante, ante un morlaco resabiado, cede la muleta a un subalterno. Pues eso es lo que se visualiza en el líder socialista y de ahí que el adversario se crezca y se vea compensado incluso por su desfatachez. Fernández Vara quiere impulsar una regeneración ética en la función pública y eso es loable, porque es más trabajoso elaborar un catálogo de sesenta medidas y comprometerse con ellas, que montarla parda todos los días, con salidas estridentes pero, “a Dios rogando y con el mazo dando”, existe un término medio, que es ejercer la oposición responsablemente y ofertar propuestas alternativas al mismo tiempo. Él, o quienes le asesoran, apuestan por una oposición sin rozaduras y eso…
Eso de “no embarrarse” está muy bien como recurso dialéctico, pero a la hora de la verdad, desde dentro y desde fuera, la gente quiere ver actitudes firmes y posturas congruentes con el papel real que cada uno tiene. Y aquí lo tenemos todo trastocado porque Monago, que está en el gobierno, hace oposición y Vara, que está en la oposición, no parece capaz de apearse de un papel institucional que no le corresponde. ¿Por qué tanto “buenismo”? ¿Por qué tanta aparente huida? ¿Por qué tanto poner la otra mejilla? En cada ocasión que se le presenta se pone de perfil, como si él estuviera en meditación permanente y fuera un ente seráfico que no mea ni caga. Algo etéreo, intangible, angelical e incapaz de un parpadeo que no esté medido y ponderado por la armonía celestial. Sé que está trabajando, que es un político honrado, que es buena persona, ajeno al rencor y a las malas artes. También sé que, como no se le pueden pedir peras al olmo, a Fernández Vara no le podemos exigir actitudes chulescas, matonas y tabernarias, pero la tibieza y la pasividad extrema que mantiene no le favorecen ni a él ni a su partido. Así se explica lo “sorprendente” del sondeo de la pasada semana de HOY, en el que, pese a sus mentiras, sus fanfarrias estridentes y sus viajes y cruceros, el verso loco del PP tiene mejor valoración que él y su partido se distancia del PSOE en diez puntos, algo que no me creo… ¡Menos lobos, mayoral!
Es verdad que el gran necio de la ceja lastró a todo el PSOE, pero los restos de aquel naufragio pueden incluso ser añorados por lo que puede quedar después de los tsunamis que se aproximan. Fernández Vara, que salvó los muebles en Extremadura, debería reaccionar, porque de gente como él puede llegar una regeneración política que necesitamos. Y reaccionar es también reconocer lo evidente y asumir el papel que te da el electorado. Lo demás son ensoñaciones.