Del feminismo radical al machismo folclórico
Estamos oyendo, últimamente, comentarios que oponen feminismo radical al machismo. Estos argumentos consideran que en el término medio está la virtud. Que ni machista ni feminista.
Hay que decir que machismo y feminismo no son términos,ni comparables, ni contrarios.
Machismo es la creencia en la supremacía del varón frente a la mujer a la que considera inferior y puede o debe ser dominada por éste y en consecuencia todo dialogo, expresión o acción que exprese esa idea o creencia. En cambio, el feminismo es el movimiento impulsado por las mujeres desde hace ya más de un siglo que pretende la igualdad entre hombres y mujeres. El feminismo no pretende dominar, el machismo sí.
No podemos pues enfrentar los dos términos cuyo parecido sólo está en el hecho de que ambos tratan de las relaciones entre seres humanos. Es una falacia que pretende manipular cuando decimos “yo no soy ni machista ni feminista”. Si no eres machista no consideras a la mujer inferior y actúas en consecuencia.
Feminista se puede llamar quien quiera, pero recordemos que el feminismo es un movimiento de mujeres, siempre lo ha sido. En cuanto a radical, últimamente se utiliza de forma peyorativa, pero recordemos que significa que llega a la raíz, que no se queda en lo externo o el folclore. Radical es como debe ser todo feminismo y toda acción pensada y meditada.
Es importante utilizar el lenguaje de forma correcta, porque una de las maneras de manipular ideológicamente es utilizar el lenguaje repitiendo términos de manera errónea. Una mentira repetida muchas veces y por muchas personas llega a parecer verdad.
El lenguaje es, no sólo el vehículo del pensamiento, sino que además es generador de pensamiento. Pensamiento y lenguaje se entremezclan como las hebras de una cuerda. Mutuamente se generan y transmiten. De esta manera, no debemos extrañarnos cuando alguien utiliza el masculino y el femenino y no el masculino como neutro. Lo que no se nombra no existe o existe de otra manera. Y hace ya tiempo que sabemos que las mujeres quieren ser nombradas,no sólo como apéndice genérico del masculino.
No importa que los señores académicos de la Lengua digan que lo correcto es utilizar el masculino como neutro o que no se puede hablar de violencia de género y sí de violencia doméstica. Al fin y al cabo, la RAE sólo limpia, fija y da esplendor a lo que los ciudadanos y ciudadanas de a pie antes han aceptado y utilizado. La RAE no crea nada, sólo[1] constata. Así pues, las personas que usamos el lenguaje inclusivo lo hacemos porque expresa mejor lo que sentimos que cuando se habla en masculino y se habla de violencia de género o violencia machista cuando la ejerce el hombre contra la mujer por ser mujer e incluso sobre los hijos para dañar a la mujer. No se ha inventado una formula mejor y hasta entonces lo seguiremos utilizando y la RAE tendrá que aceptarlo si quiere seguir fijando y dando esplendor a la lengua castellana.
Pero, ¿por qué los hombres nos alarmamos tanto cuando una mujer reclama que se le nombre? Sienta mal que cuando en un discurso el orador o la oradoradice: -“nosotros”, rápidamente saltará una voz,casi siempre femenina, para corregir: -“y nosotras”.Los hombres nos sentimos amenazados en cuanto nos cuestionan algo que suponemos superado. El machoque llevamos dentro se revuelve y saca la agresividad que corresponde a un patriarca que asegura su dominación.
Y no nos debemos extrañar tanto cuando, desde hace un tiempo, se llena la política de expresiones y declaraciones machistas, porque el patriarcado está herido, quizá herido de muerte. Pero como en toda crisis se muere matando. El hombre no soporta perder el privilegio del que ha gozado durante siglos, quizá milenios y se revuelve dejando de lado lo que se consideraba políticamente correcto. No es el problema de un partido político que a muchos nos da miedo, es problema de una sociedad que prevé un cambio y se resiste. Porque expresiones que se ponen en boca de partidos de derecha y ultra derecha la oímos a diario en bares y reuniones familiares entre gente de a pie. Forma parte de una ideología patriarcal y autoritaria donde entran en el mismo saco machismo, xenofobia y ultra liberalismo económico.
No debemos extrañarnos porque tienen razón, la ideología patriarcal está en peligro y sabemos que tarde o temprano caerá y eso produce mucho miedo y el miedo cuando no paraliza produce mucha agresividad. Los seres humanos somos, por lo general, cobardes y con excepción de casos contados en la historia no nos atrevemos a enfrentarnos a la mayoría si no tenemos apoyo emocional de quienes nos rodean. Así los maltratos y feminicidios son muertes anunciadas en el bar de la esquina, o entre los hombres que hablan en confianza mientras hacen deporte o en fiestas familiares; cuando un hombre hace un comentario o cuenta un chiste machista y otros varios les ríen la gracia.
Todos los hombres somos corresponsables de la violencia machista, porque el silencio nos hace cómplices.
Pero como decía antes, los seres humanos somos cobardes con excepción de las personas hombres y mujeres que en un momento de la historia se han enfrentado a la mayoría y han nadado contra corriente. Honrosas excepciones que han dejado huella para la posteridad, porque han sido pioneros y pioneras aún a costa de su vida, su prestigio o su salud mental.
Esas personas son las que sirven de inspiración y motor para luchar por una sociedad mas justa, más solidaria, más igualitaria y posiblemente más feliz.