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Desandar el camino de la violencia machista en la adolescencia: un proyecto busca reeducar a menores gallegos condenados por maltrato

Un grupo de jóvenes de un centro de menores

Beatriz Muñoz

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A la psicóloga Patricia Fernández Varela le sorprende cómo un grupo de menores de 16 y 17 años juzgan a las chicas por las fotografías que publican en las redes sociales, cómo normalizan el intercambio de contraseñas como muestra de amor y cómo esos mismos chicos se implican cuando aborda con ellos la opresión y las exigencias que el machismo hace también a los hombres. El grupo con el que trata estos temas está compuesto por menores condenados por violencia de género en Galicia y el proyecto en el que participan busca que se cuestionen los roles asumidos y sus propias conductas.

Fernández Varela es una de las dos psicólogas con las que cuenta el Proxecto Fénix, una iniciativa de la Asociación Alar de Lugo dirigida a chicos que, antes de cumplir la mayoría de edad, ya tienen medidas judiciales por violencia machista a sus espaldas. El programa echó a andar hace un año y ha llegado a una treintena de jóvenes que se encuentran en centros de menores en las provincias de Lugo, Ourense y Pontevedra. No todos ellos fueron denunciados por agresiones a sus parejas o exparejas. Algunos cometieron otros delitos, pero el personal que los supervisa detectó en ellos conductas machistas preocupantes.

“Se ve en los adolescentes que volvemos un poco atrás, no solo en los chicos, sino también en las chicas”, dice la psicóloga. Las actitudes machistas y de rechazo al feminismo que la asociación detectó en otro de sus programas -el de 'coaching', pensado para menores en riesgo de exclusión social- fue lo que hizo que se plantease el Fénix.

Fernando González Truque, el director de Alar, asegura que en los últimos cinco o seis años se dieron cuenta de que había “un incremento brutal” de menores que ejercían violencia doméstica y de género, tanto psicológica como física. Plantearon entonces un trabajo especializado con quienes habían sido condenados por agresiones machistas, respaldado por la Xunta y con fondos del Pacto de Estado contra la Violencia de Género. También se encontraron con que las edades son cada vez más bajas: “Detectamos que a los 13 y 14 años se empiezan a dar este tipo de problemáticas. Es una edad que no considerábamos hace años”.

El proyecto, que se extenderá a las cuatro provincias gallegas en 2021, se divide en tres fases: primero se hace un diagnóstico inicial de cada menor, luego se pasa a la terapia -con sesiones grupales e individuales- y, por último, hay una fase “de incidencia en las recaídas”. “Este es un proceso muy importante porque normalmente estos chavales recaen en la violencia de género”, expone González Truque.

De las sesiones con los jóvenes se encargan las dos psicólogas de la asociación. Los encuentros son cada semana o cada 15 días. Fernández Varela explica que los módulos van de las ideas más generales sobre cómo se construyen los roles de género hasta asuntos “más peliagudos” como la violencia en la relación de pareja, la sexualidad y la igualdad. Entremedias abordan cómo se ejerce violencia de género a través de las redes sociales y las nuevas tecnologías y las nuevas masculinidades.

La psicóloga nota que esta última parte “les gusta bastante porque trata también cómo ellos se ven perjudicados por la cultura machista”, que los presiona para “mantenerse siempre fuertes y no mostrar los sentimientos”. Cree que les supone un alivio dejar de sentirse señalados: “Piensan: 'ahora todo es violencia de género, todos somos malos'. Y, cuando llegan a esa parte, dicen: 'ah, pues también nos perjudica, también tenemos que cumplir estos estándares de conducta y nos oprime también a nosotros”. Es “bueno” este punto de vista para lograr que “se vean incluidos en el cambio” y dejen de considerar que es solo responsabilidad de las mujeres, añade la psicóloga.

Al empezar el proyecto, estos menores “son un poco reacios”. “Depende de dónde vengan, están un poco saturados de charlas sobre el tema”, explica Fernández Varela. Una vez superada la “barrera inicial”, la respuesta es “bastante buena”. Una cosa que le causa sorpresa es ver que se generan debates entre ellos porque discrepan y se vuelven participativos.

Solo “un granito de arena”

Aunque se declara satisfecha con los primeros resultados de este plan, advierte de que “es un granito de arena”. “Esto puede empezar un cambio, pero hay más que trabajar y hay que englobar a más ámbitos: el familiar y el escolar”, reclama. También hace una crítica a los medios de comunicación por dar “una imagen muy radicalizada del movimiento feminista” que opina que contribuye al “rechazo” que detecta en estos jóvenes.

La psicóloga insiste en que el problema del machismo es “cultural” y “no diferencia niveles económicos”. Avisa también sobre el papel de las redes sociales en la violencia de género entre los más jóvenes. “Se dan las contraseñas, le dicen a su pareja que si no se la dan es porque no los quieren. Vigilan a quién le dan 'me gusta'. Hay mucho control en las redes sociales. Estas cosas se siguen dando, aunque parezca mentira”, relata. La actividad en estos medios, dice, es “muy difícil de controlar” por parte de los padres, pero apunta a la educación como respuesta. “Muchas veces eso falla. Si falla el entorno más cercano, si falla el mensaje que se transmite desde la sociedad...eso es un caldo de cultivo para el machismo”, reflexiona.

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