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Antón Baamonde: “No recuerdo una sola idea fuerza que Feijóo pusiera en la mesa”

El ensayista Antón Baamonde

Daniel Salgado

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Unha nova Olanda (Galaxia, 2021) busca otra mirada sobre Galicia. Una que, a decir de su autor, tenga en cuenta la realidad: la de un país mayormente urbano que, si quiere tener opciones de futuro, debe asumir su continuidad económica, social y cultural con Portugal. La fachada atlántica de la Península Ibérica, al fin y al cabo. El ensayista Antón Baamonde (Vilalba, 1959), colaborador de elDiario.es, aboga por densificar la trama urbana y mejorar las redes de transporte. Nacionalista y partidario del federalismo, crítico con la calidad del debate público y sus expresiones políticas, deposita sin embargo mayor carga de prueba en el presidente de la Xunta de Galicia: “Feijóo en diez años no propuso nada. No recuerdo una sola idea fuerza que pusiera sobre la mesa”.

¿Por qué Galicia es un país urbano?

Hace décadas que más de la mitad de la población del país, el 70%, vive en contextos urbanos, tal y como define este criterio a Unión Europea. La cultura, los modos de vida, la sociabilidad, la identidad personal, el consumo de masas, tienen los trazos de una sociedad urbana.

Pero la definición de Galicia como sociedad rural aún tiene recorrido.

En Galicia el proceso de desagrarización sucedió más tarde que en otros lugares de Europa o que en Estados Unidos, debido, entre otros factores, al corte de la Guerra Civil. Esa es la especificidad gallega: el rural como universo de origen de una parte de la población está relativamente cerca en la experiencia de muchas personas. Por ese motivo hay esa vinculación que, en último grado, tiene visos de cierta hipocresía paternalista.

Esta transformación acelerada, y próxima en el tiempo, también fue traumática.

Claro está. De hecho, me llamó la atención que Tuco Cerviño, en una entrevista reciente, dijese que, en Galicia, la cultura dominante seguía siendo rural. Me parece una cosa sorprendente. Porque hay identidades urbanas que vienen de muy lejos y están muy establecidas en la conciencia popular. La gente, o ya sus padres, tiene conciencia de ser de Os Castros, en A Coruña, o de Casabranca en Vigo. Pero, por algún motivo, esto no fue, no es objeto de discusión social. Las sensibilidades urbanas, o incluso las de barrio, son muy poderosas en A Coruña, en Vigo o en otras ciudades, y se pasan por alto.

Lo urbano en Galicia ¿va más allá de las siete ciudades?

Aparte de las siete ciudades, las dos zonas con mayor población son la Ría de Arousa y la costa de Lugo, con mucha riqueza económica. Sus formas de vida no son las de Vigo o A Coruña, ciudades que rozan los 300.000 habitantes, pero son también básicamente urbanas.

Afirma que “por algún motivo” a Galicia urbana no fue sometida a la “discusión social”. ¿Qué motivo?

Hay un tipo de reflexión que es genérica y funciona con parámetros estandarizados. Y después suele suceder que las reflexiones en Galicia y sobre Galicia sean, como es mi propio caso, a cargo de galeguistas y nacionalistas. En ese ámbito, estaba asumido que la población mayoritaria era rural y, por así decirlo, el sujeto político tenía que tomar en consideración ese dato. En mi opinión, esto era comprensibel antes de la guerra y menos comprensibel desde la Transición democrática.

¿Por qué?

Galicia siempre fue políticamente plural. Y el galleguismo antes de la guerra fue minoritario. Al repasar los principales nombres del galleguismo, Otero Pedrayo, Vicente Risco, Cuevillas, Peinador, Cabanillas, Peña Novo... se hace obvio que era un movimiento mesocrático, de clases medias. Para el contexto gallego, incluso de clases medias altas. Como digo a veces con cierta ironía, Otero Pedrayo puesto hoy aquí sería un pijo de libro. En la generación de la Transición, el imaginario maoísta -lo de labradores, obreros, marineros, el frente de liberación nacional dirigido por un partido comunista- interactuó con el imaginario agrarista previo. Se produjo un convoluto un poco extraño. Ahora se publican libros sobre historia de Ourense, de A Coruña, de Lugo pero, sin embargo, pensar el hecho urbano en Galicia a otro nivel sigue siendo extraordinario.

Precisamente una de las tesis centrales de Unha nova Olanda es la concepción de Galicia como ciudad única. Pero el localismo, a menudo funcional al centralismo español, es todavía un factor activo.

España es un país centralista, donde Madrid quiere ser París. Pero Barcelona y Bilbo son también polos. Aquí había esa idea de Vigo como la Barcelona del Atlántico, a mi ver equivocada. España es un país centralista pero fue históricamente policéntrico: la capital, Madrid, era política, pero la economía era Barcelona, Bilbo... Y estaban Valencia o Sevilla.

Es una de las grandes disfunciones del Estado español, políticamente centralista pero social, económica o culturalmente plural.

Ahora quieren resolverlo implementando económicamente Madrid. Mi modelo más bien es el holandés. Históricamente Galicia también fue policéntrica. Aquí no hay, ni es previsible que vaya a haber, una única ciudad rectora. Y el universo de las comunicaciones ya es otro. Cuántos ejemplos hay, empezando por mí y mi familia, de gente que vive en A Coruña pero trabaja en Santiago, o vive en Vigo y trabaja en Santiago, o va de Vigo a Pontevedra...

Pero el transporte público no acaba de funcionar como debería.

Galicia no tiene una buena planificación ferroviaria, aunque ahora un poco mejor que hace diez años. Cuando se puso el tren más rápido de Coruña a Vigo resultó que era una de las líneas más rentables de España.

Y más usadas.

Y de las más usadas. Había una demanda para la que no había oferta. Una buena comunicación, especialmente por tren, daría más extesión a algo que ya es un dato real, esa interdependencia entre ciudades. La mayor parte de la población vive en el eje atlántico y está unida por autopista y por el tren. Las ciudades gallegas son distintas, con especificaciones económicas diferentes que crean identidades urbanas distintas. Tal vez Coruña es más el sector servicios, Inditex es la gran marca local. En Vigo es Citroën. Si Galicia es un sitio atractivo y quiere evitar pérdidas de población, aparte del paisaje, el clima o la alimentación, debe redimensionar su fenómeno urbano.

¿Por qué esta realidad urbana y policéntrica acaba derivando a menudo hacia la competición y no hacia la cooperación?

La palabra clave es cooperación. Además de admitir que el ámbito es Galicia y el norte de Portugal. Desde el punto de vista de la logística, de la distribución... Si te interesa crear un mercado interno, ahora que no existe frontera política con Portugal, es evidente. Porque ves el mapa de la Península Ibérica y está clarísimo: el eje mediterráneo; en el centro Madrid; y Galicia y Portugal, de Ferrol a Setúbal. Pero el poder político en Galicia tiene que ver con las provincias agrarias. Las ciudades están gobernadas por binomios progresista y nacionalista.

Las ciudades y sus áreas metropolitanas.

Exacto. Pero el poder en la Xunta tiene que ver con esa población que en número es menor y su representación política es el PP.

La relación entre Galicia y Portugal es uno de los grandes tópicos de la política gallega. Todo el arco parlamentario asegura defenderla. Pero nunca acaba de concretarse en una estrategia clara, y la alta velocidad a Madrid acaba concentrando todo el debate.

De entrada, todos los expertos dicen que el AVE beneficia a la ciudad central. Un AVE Galicia-Madrid beneficia a Madrid. Segundo, uno de los sentidos de mi libro es apuntarse al modelo de la España en red. Pero el modelo de la España en red significa tener en cuenta Portugal y lo que propone su primer ministro: conectar Portugal al sur con Algeciras y al norte con Galicia y el Cantábrico. Si Galicia quiere proteger su unidad de mercado y su aspecto estratégico -en el sentido de. por ejemplo, mejorar el tráfico marítimo o cualquier parámetro- lo tiene que hacer con Portugal. Debería ser un eje de la política gallega compartida por los tres partidos. La continuidad demográfica, económica y social con Portugal es obvia y evidente.

Y cultural.

Y cultural, ¡por supuesto! Ese lazo es lo que puede evitar que Galicia, aún con un nivel de vida relativamente decente, siga perdiendo peso demográfico o económico.

Pero ¿por qué la cuestión no se concreta políticamente más allá de la retórica?

Feijóo es un mal gestor y una persona sin ideas. Lo que quería ser de mayor, no sé si todavía está a tiempo, era líder de la derecha española. Todo el aparato institucional de la Xunta y su organigrama político cultural los puso al servicio de no molestar la mentalidad dominante en Madrid. Este es un aspecto del problema. Y después, el programa de gobierno de la oposición debería ser este, implementar las conexiones por carretera, por tren, por avión, con Portugal. No se trata de una política de izquierdas o derechas, sino de puro crecimiento económico y social. En mi mente está relacionada con una idea federal y policéntrica, pero ni siquiera tienes que ser federalista o partidario de una España policéntrica para defender este plan, es suficiente con el puro argumento económico.

La crisis climática ¿no interfiere en ideas centrales que expone Unha nova Olanda, por ejemplo en el aumento de la movilidad que requiere el concepto de la Galicia urbana?

La movilidad va a estar determinada por el cambio hacia una economía descarbonizada. Desde el punto de vista climático, en 2050 Madrid puede tener el mismo clima que Marrakech. El clima en Galicia, por el contrario, es fabuloso y sensacional y un futuro atractor de población. Desde el punto de vista de la movilidad sostenible, se trata del tren. Galicia, como ha estudiado el economista Albino Prada, tiene demasiados automóviles. Porque en vez de promover las ciudades densas, se facilita esta cosa libertaria, en el sentido norteamericano, de esparcir las casas, con los problemas que eso tiene. El problema de la poca sostenibilidad ya lo tiene ahora Galicia. Favorecer la trama, la densidad urbana, y la conectividad a través del tren y de otras formas de transporte público le daría sostenibilidad ecológica a Galicia.

Esta trama urbana desperdigada ¿está relacionada con la histórica dispersión de la población gallega?

Cuando se expresa lástima por esa Galicia tan rural, también se menosprecia esa trama urbana, secular en Galicia, que fueron las villas y que funcionan como núcleos de urbanidad. Yo soy un niño villego, no soy un niño de aldea. Mi universo en los años 60 ya era Massiel [ríe]. ¿Cuál fue el cambio con la desagrarización? Muchas de estas villas quedaron bloqueadas o redujeron peso y población, como fue el caso de Vilalba.

¿Y ahora?

El gran cambio es que la población vive en la AP-9, en las ciudades y sus entornos, que habría que planificar como un conjunto. Las clases populares de antes son las que viven ahora en las periferias urbanas. Son el nuevo sujeto social, que por cierto vota casi siempre progresista y nacionalista. Otro de los asuntos políticos fundamentales tendría que ser mejorar las condiciones de vida no solo en los centros de las ciudades sino en áreas urbanas más amplias. La Galicia urbana tiene que diseñarse porque es donde viven los trabajadores de hoy.

Algunos de los problemas estructurales que señala el libro -la demografía, la desindustrialización, la extinción del sector primario- no son exclusivos de Galicia. ¿Dónde reside su especificidad?

Manchester o Liverpool tienen menos peso hoy en Gran Bretaña que hace treinta años. Londres tiene más poder. Son fenómenos que no solo pasan en Galicia ni en España. Pero en España es específico porque la capital era de funcionarios y militares, no económica ni industrial. Esto lo quiere resolver España desde hace 100 años. Hay una conversación entre [Juan Antonio] Suanzes, ministro de Industria franquista, y Dionisio Ridruejo en el año 40 o 41 en que dice que hay que promover Madrid como capital industrial para reducir el peso de Catalunya y del País Vasco. Pero nosotros somos gallegos y tenemos que intentar promover la riqueza y el desarrollo del país. O la imaginación social no sirve para nada, y por lo tanto tampoco la política, o el problema está en que aquí tenemos un tipo de industrias condenadas a la extinción y la imaginación social y la política deberían buscar noticias alternativas.

¿Por ejemplo?

Una vez [el historiador Lourenzo] Fernández Prieto me explicaba que Inditex sería impensable sin toda una trama anterior existente de pequeños talleres de costureiras.

La acumulación originaria de Inditex.

Exacto. A veces hay saber sociales, en el caso de Vigo o Ferrol lo saber naval, que deben ser redirigidos. Para eso está la imaginación social y la política no solo entendida como los partidos, que también, sino sus entornos intelectuales. Uno de los problemas es que la conversación en Galicia es muy reiterativa.

¿Hay un déficit de imaginación social en Galicia?

Obvio.

Y por lo tanto de política.

Y por lo tanto de política. Si hablamos de Feijóo me parece obvio, porque Feijóo en diez años no ha propuesto nada. No recuerdo una sola idea fuerza que pusiera sobre la mesa. Galicia en general es un país conformista. Tampoco las otras dos fuerzas políticas del arco parlamentario estuvieron muy preocupadas por elaborar programas o por generar laboratorios de ideas que ofrezcan al país opciones de futuro.

La pregunta es de nuevo a misma: ¿por qué?

Yo intenté sacar al debate cosas como lo de las cajas, en su momento, que para mí es uno de los grandes fiascos del bipartito: no aprobar una ley de cajas por cobardía. O el tema de la AP-9.

La AP-9 sí está en la conversación pública.

Llegó a estar, sí. ¿Cómo es posible que pagues un pastón, con los efectos económicos que implica, por ir de Ferrol a Vigo? ¿Cómo es en cambio posible que parezca natural de toda la vida que vayas a Madrid sin pagar un duro? Son debates que revelan la pobreza aspiracional de Galicia. Aquí las clases medias son muy recientes, están contentas, tienen la sensación de que llegaron y su nivel de aspiración es escaso. Porque su nivel de aspiración real es no empeorar.

Defiende la necesidad de incorporar expertos a la cosa política. Pero, si tomamos como paradigma la anterior crisis del neoliberalismo y la tecnocracia que dirigió su salida, ¿el problema no fue la más bien la falta de política?

La reacción de la Unión Europea en 2008 y la reacción de ahora responden en los dos casos al análisis de quien manda, Alemania. El programa de austeridad, con el caso particular de Grecia, responde a un traje hecho la medida de Alemania. Ahora también. Porque todos sabemos que de no haber fondos Next Generation, una fórmula keynesiana entre comillas, la UE podría entrar en crisis. Europa es un continente y todo el mundo sabe que el eje del mundo se esta desplazando hacia el Pacífico. El problema de Estados Unidos es con China y Europa para Estados Unidos es un asunto menor.

¿En el caso gallego?

No soy partidario de esas palabras un poco vacías, innovación, creatividad, pero sí creo que falta investigación social, imaginación social cultivada y no de bocazas. Además, existe una enorme pobreza conceptual por parte de los partidos. Porque, en el fondo, los partidos se viven cómo epifenómenos del Estado. Es decir, como gestores sin inventiva del Estado. ¿Cuál es el tema político en Galicia? La financiación. Es un tema, hay que negociarlo, pero, aparte de financiar los servicios básicos, ¿cuál es el proyecto? ¿Cuál es la idea? No insisto tanto en que haya unos tipos súper listos y súper espabilados como en preguntar: cuál es la idea?

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