Este blog es el espacio de opinión y reflexión de elDiario.es en Galicia.
La Galicia superficial
Uno de los momentos que más recuerdo y cito de Astérix en Córcega es la conversación entre un soldado romano no muy espabilado y uno de los jefes corsos que oculta a los galos en su casa. En un escenario incluso parecido al de algunos de los paisajes gallegos que circulan estos días por los perfiles de redes sociales, en la puerta de una casita, el jefe corso le reprocha al romano que se haya dirigido a su hermana, y el soldado responde asustado que él no tiene ningún interés en su hermana, que simplemente habló con ella porque fue quien le abrió la puerta, a lo que el corso, navaja en mano, replica “¿entonces no te gusta mi hermana?” y el soldado intenta resolver la situación diciendo que claro que le gusta, lo que desata la ira del jefe corso, que amenaza con matarlo. El enredo estereotípico, perfectamente llevado a la vida por los dibujos de Uderzo, fue lo primero que se me vino a la cabeza cuando leí que esta semana el parlamento gallego había aprobado por unanimidad una declaración institucional para recriminar a una jueza española el uso del término “Galicia profunda” en un auto. La escena, en mi cabeza, con Santalices [presidente de la Cámara gallega] en el papel de corso cabreado en la puerta de la choza rodeado de una representación del arco parlamentario, fue algo así (que Gosciny me perdone):
-No me gusta que hablen de la Galicia profunda.
-Si a mí no me interesa para nada la Galicia profunda...
-¿Que no te gusta la Galicia profunda?
-(glups) Sí que me gusta, sí...
-Con que “Galicia profunda”, ¿no? ¡Agarradme, agarradme que la mato!
Menos mal que en su declaración los grupos políticos indican que no se van a pronunciar sobre un asunto en el que no tienen competencia, que es el fondo del auto. Yo tampoco pretendo saber quién tiene razón en ese asunto, aunque también me llamó la atención la comparación gratuita de su señoría, y me pareció reveladora esa insistencia en que Marbella tiene colegios públicos y privados para que los niños crezcan felices. Al parecer hay descripciones que revelan mucho más de los prejuicios de quien las emite que de los lugares descritos.
Corsos aparte, en el país molestó mucho esa mención a la “Galicia profunda” una vez que la destapó, de todos los periódicos, La Voz de Galicia, el mismo que tiene una sección especializada en señalar como feísmo cualquier arreglo de una verja siempre que se haga en el rural. En seguida prendió la mecha en las redes sociales y se indignaron todas las fuerzas vivas, con los representantes políticos a la cabeza. En una especie de 25 de julio caído en otoño, emuladores aficionados de los publicistas de Gadis empezaron a lanzar en las redes declaraciones de amor a esa Galicia profunda agraviada en el auto de la jueza: anécdotas de la casa de los abuelos, donde el caldo siempre sabe mejor que en la ciudad y los niños pueden jugar fuera, muestras de apoyo de visitantes e hijos adoptivos del país, un catálogo de memes con los insultos más coloristas de nuestro repertorio, y sobre todo fotos, muchas fotos que Turgalicia ya debe de estar valorando comprarle a Mark Zuckerberg al peso, seleccionadas con esa misma mirada sesgada de la jueza, romantizando caminos sin asfaltar, casas sin conexión a internet y viejas sentadas a duras penas en paradas de autobús de los años 70. No faltó nadie en este festival de la reivindicación, ni los diarios gallegos y estatales, ni los humoristas gráficos, ni las estrellas mediáticas, ni tampoco un montón de expatriados que reivindicaron sus orígenes humildes desde sus puestos de investigación y docencia en la diáspora. Al tercer día ya había incluso merchandising, camisetas y chapas pregonando el orgullo de ser de la Galicia profunda.
Ni en sus mejores tiempos soñó el Bloque Nacionalista Galego con una defensa tan inequívoca de nuestro hecho diferencial, pero probablemente el que acabe sacando rédito político será Feijóo, que, como no, compartió en redes su propia foto de Neno de Aldea™ para regocijo de su electorado. El presidente es todo un experto en desviar la atención de lo público y simular que defiende sin descanso lo que está justamente atacando, y raro sería que no vaya a sacar provecho de esta idealización acrítica de la Galicia rural, una arcadia que todos loan pero en la que nadie vive. Los del eje de la AP9 nos sentimos cómodos atacando a la jueza ignorante porque Torea es una parroquia de Muros, y en Muros aún queda una oficina de Abanca y tiene enlace a la autovía de Noia. Lo que nadie se preguntó en el frenesí de la reivindicación popular fue qué pasaría si a la madre le hubiese dado por mudarse a Outes, que tiene que compartir pediatra con Lousame y Noia porque el Servizo Galego de Saúde (Sergas) no cubre las bajas; o a A Baña, Vimianzo o Zas, que este año vieron desaparecer sus oficinas bancarias; o a Becerreá, cuyo instituto tuvo que suprimir materias y líneas este año por exigencia de la Consellería de Educación, a pesar de contar con docentes y horas para impartirlas; o a cualquiera de las 215 parroquias en las que la Xunta cerró escuelas unitarias en los últimos 15 años; o a cualquiera de las paradas de tren regional que la alta velocidad dejó incomunicadas.
Lo tiene muy fácil Feijóo cuando no tienen más que apelar a nuestro orgullo de Galicia profunda e insinuar que los ataques vienen de fuera, de los que no nos entienden, no, para que los lancemos a una competición estúpida por ver dónde se crían los niños con los mofletes más rosados y olvidemos que la calidad de vida pasa por la calidad de los servicios públicos. Es necesario no perder el foco en eso, y después ya podemos llenar el Twitter con todas las fotos de vacas que queramos, faltaría más.
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