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Turquía, a la caza de los colegios del Movimiento Gulen en África

Fotografía de archivo facilitada por el diario turco Zaman el 25 de marzo de 2014, que muestra al predicador islamista Fethullah Gulen.

Javier Biosca Azcoiti

Quedan tan solo unos días para el inicio de curso y militares armados del Ejército de Malí entran en un colegio privado y bloquean la entrada. Los agentes armados destruyen y requisan documentos. A partir de este momento, el colegio, que lleva 15 años operando en el país, está cerrado. La escena se desarrolla a principios de octubre en uno de los múltiples colegios asociados con el denominado Movimiento Gulen.

Este no es más que otro caso en la extensa campaña del Gobierno de Turquía para cerrar las escuelas que el Movimiento Gulen tiene repartidas por el mundo. Turquía considera a este grupo una organización terrorista al que acusa de estar detrás del intento de golpe de Estado de 2016, en el que murieron más de 250 personas. Su servicio de inteligencia estima que existen 1.000 escuelas e instituciones de educación superior en todo el mundo asociadas al movimiento.

La educación es una base fundamental en la red de seguidores del predicador Fethullah Gulen y los esfuerzos de Turquía se centran ahora especialmente en África, donde el movimiento tiene presencia en 36 de los 54 países del continente. También se ha procedido al cierre de otras escuelas fuera de África.

“Una semana después de que cerrasen el colegio, tuvimos que salir porque nos llegó la información de que iban a por nosotros”, cuenta Fatih, exdirector adjunto de una de las escuelas de Malí cerradas. Fatih huyó a España para pedir asilo: “Compramos un billete a Brasil con escala en España porque Brasil no exige visado para los turcos y en el transbordo nos quedamos aquí”, recuerda mientras bebe un café en la cafetería del albergue en el que reside temporalmente. Allí también están alojados otros profesores y sus familias en su misma situación, que ahora comentan lo ocurrido sentados alrededor de la mesa.

Los colegios son privados y de muy buena calidad. A ellos asisten los hijos de las élites gobernantes. Fatih asegura que fueron los padres de los alumnos los que les dijeron que estaban en peligro y que les podían detener o extraditar a Turquía, donde hay más de 100.000 personas detenidas acusadas de pertenecer al Movimiento Gulen.

El personal turco de la escuela conocía además otros casos anteriores en los que los gobiernos extranjeros habían decidido cooperar con Turquía y detener a sospechosos de pertenecer al grupo, como es el caso de un director de una escuela de Gulen en Malasia, cuya detención por cuatro agentes vestidos de paisano fue grabada por una cámara de seguridad.

Onur se sienta al lado de Fetih. Era profesor de turco y psicólogo en el mismo colegio. “Turquía dice que somos terroristas, pero Malí, no. En 15 años no ha habido ningún problema. Incluso yo mismo he hecho un viaje escolar con tres hijos de un ministro del Gobierno de Malí a EEUU. Teníamos mucha confianza con algunos ministros, diputados y generales, hasta nos invitaban a sus casas”, asegura.

“Si no confías en mí, ¿por qué me entregas a tus hijos?”, salta Adem que, como sus compañeros, también ha pedido asilo en España. Adem era profesor de inglés en una escuela de Senegal que también ha cerrado el Gobierno a petición de Turquía. Sus hijas corretean por la cafetería y el albergue, se sientan en la mesa, se aburren y pronto vuelven a levantarse.

“El 13 de septiembre, abrimos la escuela. Una semana después, llegó la policía y bloqueó la entrada. La policía me vio y me llamó, pero yo salí corriendo. No sabía lo que podía pasar”, recuerda ahora sonriendo aliviado. “El ministro de Educación anunció en televisión que la escuela estaba cerrada y que no aceptaban sus títulos, pero el propio ministro de Educación tenía a sus hijos en el colegio y los sacó después de que el primer ministro adoptase el discurso de Turquía y nos llamase terroristas”, añade.

El embajador de Turquía en España, Omer Onhon, asegura a eldiario.es que estas escuelas “son solo un medio para infiltrarse en las instituciones”. “Estas escuelas son solo una fachada, son instrumentos de influencia para llegar a las familias poderosas y sirven también de fuente de financiación para la organización, porque son escuelas privadas y caras”.

El papel de la Fundación Maarif

Para alcanzar esta difícil misión de cerrar más de 1.000 colegios y universidades fuera de Turquía, el Gobierno cuenta no solo con su influencia, sino con la fundación pública Maarif. “Para compensar el cierre proponemos a estos países recuperar la escuela a través de la Fundación Maarif o, en su caso, abrir una nueva”, asegura el embajador Onhon.

A fecha del 21 de septiembre, Turquía, a través de Maarif, ha llegado ya a un acuerdo con 14 países africanos para desmantelar todas las escuelas vinculadas al grupo en estos países, que suman 81 centros. Además, ha cerrado todas las instituciones educativas del grupo en otros cinco países africanos –27 escuelas en Guinea, Níger, Congo, Somalia y Sudán con un total de 4.000 alumnos– y está en negociaciones con otros siete países africanos.

A finales de octubre, Turquía convocó en Estambul una conferencia con 27 ministros de Educación de países africanos. “Esta claro que estas estructuras dan financiación a la organización terrorista. Esperamos más cooperación de nuestros hermanos africanos en la lucha contra este grupo terrorista. Nos comprometemos a dar una educación de mayor calidad y con mayor igualdad de oportunidades a través de la Fundación Maarif”, explicó el ministro de Educación turco, Ismet Yilmaz.

Sentados en la cafetería, los tres solicitantes de asilo coinciden en que creen que Turquía está sobornando a los gobiernos africanos para que cierren las escuelas. Algo que niegan rotundamente desde la embajada: “Los que sobornan son ellos”. “Van a por los gobiernos africanos porque están necesitados y aceptan el chantaje”, opina Fatih. El embajador rechaza esta teoría y asegura que buscarán el cierre de estas escuelas en todo el mundo, incluido Estados Unidos, donde la red de Gulen tiene aproximadamente 140 colegios. “No estamos haciendo distinciones entre países, vamos a por todas las escuelas”, asegura.

Los profesores insisten en que hasta 2013, cuando Gulen y el gobierno de Erdogan rompieron relaciones, existía cierta cooperación entre los colegios y el Gobierno, algo que también confirman desde la embajada de Turquía. “El colegio en Malí se abrió en 2002 y la embajada llegó mucho más tarde, en 2010. Hemos llegado a muchos sitios antes que el Estado e incluso nos pedían ayuda cuando no estaban presentes en el país”, asegura Onur. Por su parte, el embajador de Turquía en España indica: “Se consideraban escuelas turcas, por eso estábamos en contacto con ellas cuando todavía no se les había caído la careta, pero esas afirmaciones de cooperación son solo exageraciones”.

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