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Afganistán, cementerio de imperios: Trump ignora las lecciones de la historia

Actualmente los talibanes controlan más del 40% del país.

Javier Biosca Azcoiti

Afganistán es un cementerio de imperios. La historia lo sabe. Los talibanes, también. Estados Unidos lo está sufriendo. Las incursiones extranjeras en este enclave asiático nunca han sido fáciles. Desde Alejandro Magno a Donald Trump, todos se han enfrentado a una feroz resistencia.

El presidente de Estados Unidos presentó el lunes pasado su estrategia para Afganistán tras 16 años empantanados en una guerra sin salida. Los talibanes no tardaron en responder y lo hicieron tirando de este sobrenombre que se ha ganado el país a la fuerza: “Si los estadounidenses no retiran sus fuerzas, Afganistán se convertirá en el cementerio del siglo XXI del imperio estadounidense”.

Hay antecedentes. Ya lo fue para la Unión Soviética, que en 1989 se tuvo que retirar ante la fuerte resistencia armada tras 10 años encallado en el país. Resistencia apoyada por Estados Unidos y dominada por muyahidines fundamentalistas. Las consecuencias de este episodio iban a acabar siendo devastadoras, constituyendo la semilla del terrorismo yihadista internacional. Curiosamente, la lucha contra el terrorismo acabaría arrastrando de nuevo a EEUU hacia Afganistán para librar una nueva guerra sin salida.

El anticomunismo y el origen del terrorismo yihadista

A finales de los 70, los opositores al Partido Comunista afgano se levantaron contra el Gobierno. Como resultado, en el 79 los soviéticos invadieron el país para restaurar el control, pero no lo consiguieron y se fueron 10 años después con una pesada derrota sobre sus hombros.

“Nosotros no empujamos a los soviéticos a intervenir, pero aumentamos deliberadamente las probabilidades de que lo hicieran. De acuerdo con la versión oficial de la historia, la ayuda de la CIA a los muyahidines empezó en 1980, es decir, después de la invasión soviética del 24 de diciembre de 1979. Pero la realidad, bien guardada hasta ahora, es la contraria: fue el 3 de julio de 1979 cuando el presidente Carter firmó la primera directiva para ayudar en secreto a los oponentes del régimen soviético en Kabul”, confesó el asesor de seguridad nacional del entonces presidente Carter, Zbigniew Brzezinski —fallecido este año—, en una entrevista con Le Nouvel Observateur en 1998.

Estados Unidos buscaba el cementerio afgano para los soviéticos. “La operación secreta fue una idea excelente. El día que la URSS cruzó oficialmente la frontera, escribí al presidente Carter: 'Ahora tenemos la oportunidad de dar a la URSS su guerra de Vietnam”.

Durante los 10 años de conflicto con la URSS murieron aproximadamente un millón de personas y, tan solo tres años después de la retirada soviética, los talibanes ya habían tomado la capital, Kabul. Estalló entonces una guerra civil por el control del país. El caos sirvió como caldo de cultivo para Al Qaeda y el terrorismo yihadista internacional. Tan solo unos meses después de conceder la entrevista y restar importancia a esos “perturbados”, Al Qaeda reivindicó uno de sus primeros atentados contra EEUU, los ataques contra las embajadas del país norteamericano en Kenia y Tanzania.

“No vamos a reconstruir, vamos a matar terroristas”

Lo peor estaba por llegar. Tres años después: el 11-S. Entonces la OTAN activaría por primera vez en su historia el famoso Artículo 5 (y no era contra el enemigo comunista, tal y como estaba pensado), que afirma que un ataque a uno de los miembros equivale a un ataque a todos. “Se ha determinado claramente que los individuos que llevaron a cabo los ataques pertenecen a la red terrorista de Al Qaeda, dirigida por Osama Bin Laden y protegida por el régimen talibán de Afganistán”, determinó la organización internacional.

Así comenzaba una intervención militar que hoy continúa y cuyos resultados son más que cuestionables: solo en la última mitad del conflicto (2009-2017) han muerto 26.512 civiles. Efectivos estadounidenses afirman que actualmente mueren al mes una media de 20 soldados afganos. Y lo que es más importante, 16 años después, los talibanes controlan más del 40% del territorio.

A su llegada a la Casa Blanca en 2009, Obama triplicó el número de tropas para acabar con los talibanes y comenzó a planificar la reconstrucción del país. No lo consiguió, pero, aun así, a finales de 2014 declaró una tímida victoria y comenzó una progresiva retirada. Resultado: los talibanes vuelven a controlar buena parte del territorio.

Trump sabe que Afganistán se puede convertir en el cementerio del imperio estadounidense, tal y como amenazan los talibanes. “Hoy, 20 organizaciones terroristas están activas en Afganistán y Pakistán, la mayor concentración en el mundo. No vamos a volver a hacer labores de reconstrucción del país, vamos a matar terroristas”, afirmó en su discurso del lunes. “Mi instinto inicial era la retirada e históricamente me gusta seguir mis instintos, pero toda mi vida he oído que las decisiones son mucho más difíciles cuando eres presidente de EEUU”, añadió.

“Comparto las frustraciones del pueblo americano sobre una política exterior que ha gastado demasiado tiempo, energía, dinero y, lo más importante, vidas, intentando reconstruir países a nuestra imagen en lugar de buscar nuestros intereses de seguridad sobre todo lo demás”, afirmó el presidente. La solución, mandar a más soldados para acabar con los talibanes.

La historia demuestra que es muy difícil obtener una victoria en Afganistán utilizando únicamente la fuerza bruta. Según cuentan, Alejandro Magno escribió la siguiente carta a su madre cuando estaba en Afganistán, hace más de 2.000 años: “Me encuentro en tierras de un pueblo bravo y feroz, donde cada paso es como un muro de acero al que se enfrentan mis soldados. Tú solo has traído un Alejandro al mundo, pero cada madre de esta tierra ha traído un Alejandro al mundo”.

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