Una arriesgada misión para desactivar la “bomba de relojería” abandonada por las petroleras en el mar Rojo

La ONU dio comienzo el pasado martes a una compleja operación para vaciar el superpetrolero Safer, abandonado desde hace años frente a las costas del Yemen con más de un millón de barriles de crudo a bordo, que suponen un grave riesgo para el entorno y la población de toda la región.

El barco de apoyo Ndeavor, contratado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), llegó el martes a la zona para inspeccionar el petrolero, anclado desde 1988 a unos nueve kilómetros de las costas de la península de Ras Isa, en el mar Rojo, y ha servido de buque de almacenamiento de hidrocarburos hasta 2015.

Desde ese año, la estructura se ha deteriorado notablemente debido a la falta de mantenimiento, en medio de la guerra en Yemen, que se recrudeció con la intervención en marzo de 2015 de Arabia Saudí y otros países suníes -en apoyo del Gobierno reconocido internacionalmente-, frente a los rebeldes chiíes -respaldados por Irán. El conflicto supone un riesgo extra para el superpetrolero, que podría explotar a causa de una mina flotante en el mar Rojo o por los gases que se han generado en los depósitos.

Tanto la ONU como otros organismos, incluidas las ONG ecologistas, han advertido de la catástrofe medioambiental y humanitaria que podría provocar el vertido de 140.000 toneladas de crudo, en caso de ruptura o de explosión del Safer.

Un estudio llevado a cabo por Laboratorios de Investigación de Greenpeace alertó el año pasado de que “causaría daños medioambientales severos y extendidos, y exacerbaría la crisis humanitaria en el Yemen, y afectaría asimismo a los países vecinos”, como Arabia Saudí (situada en la misma cosa, al norte de Yemen) y Eritrea o Yibuti (al otro lado del mar Rojo). “El FSO Safer es realmente una bomba de relojería ecológica y humanitaria, que puede explotar en cualquier momento”, afirma Julien Jreissati, director de programa de Greenpeace en Oriente Medio.

Una amenaza para el ecosistema del mar Rojo

“Un vertido en el mar Rojo afectaría a uno de los lugares con más biodiversidad del mundo, con un ecosistema especialmente vulnerable que alberga muchas especies endémicas y hábitats sensibles como los arrecifes de corales o los manglares”, explica a elDiario.es. Además, un vertido de crudo agravaría el sufrimiento de la población yemení.

“Evitaría el acceso a los principales puertos de Hudeida y Salif, a través de los cuales llega el 60% de la ayuda humanitaria, lo cual repercutiría en la ayuda alimentaria para casi 8 millones y medio de personas”, detalla Jreissati. Asimismo, “podrían verse afectadas las plantas desaladoras de agua en la costa de Yemen, interrumpiendo el suministro de agua potable para unos 10 millones de personas, y toda el agua potable de la zona del mar Rojo podría verse contaminada”.

El director de Greenpeace dice que, desde 2015, el conflicto en Yemen ha impedido supervisar y mantener adecuadamente el petrolero, y todas las operaciones de producción y exportación fueron suspendidas ya que la empresa propietaria no puede operar por motivos de seguridad - los mismos motivos que han obligado a la mayor parte de la tripulación a abandonar el Safer, al igual que ha hecho la compañía aseguradora.

Jreissati afirma que “la ONU ha estado luchando para conseguir la financiación para el proyecto de rescate”, desde que alcanzó un acuerdo para hacerse cargo del mismo en 2021, y que varios países han contribuido con donaciones, pero “el silencio de las petroleras ha sido ensordecedor”.

Según una investigación de 2022 de la ONG ecologista, algunas grandes multinacionales energéticas -entre las que están ExxonMobil y TotalEnergies- usaron el Safer hasta el año 2015 y pueden ser consideradas responsables del crudo que permanece a bordo a día de hoy. “Han estado mirando silenciosamente cómo a la ONU le ha costado movilizar los recursos necesarios, mientras las empresas han obtenido miles y miles de millones de dólares cada año”, señala el representante de Greenpeace. “El coste total de la (actual) operación es sólo una gota en un océano, en comparación con sus ganancias”.

Esas compañías estaban entre las que extraían petróleo de la zona de Marib (en el centro del Yemen), que era llevado hasta el Safer a través de un oleoducto que conectaba la tierra firme con el depósito flotante. ExxonMobil y TotalEnergies poseían un 15% cada una de una de las concesiones explotadas en esa región, que después de 2015 se convirtió en estratégica para las partes beligerantes.

A día de hoy, Naciones Unidas ha logrado recaudar 114 millones de dólares (poco más de 106 millones de euros) pero faltan 29 millones para que el PNUD pueda concluir la operación, que será larga y “arriesgada”, según el encargado de la misma.

Una operación peligrosa

El jefe de la operación del PNUD, Janthomas Hiemstra, actualmente a bordo del Ndeavor, admite a elDiario.es que la operación es “peligrosa” y “conlleva riesgos” pero, al mismo tiempo, el equipo tiene “un amplio plan de contingencia” y está haciendo “todo lo posible para mitigar los riesgos” de un vertido. “Por supuesto, puede ocurrir algo, ya que estamos trabajando en Yemen”, recuerda.

“Desde la ONU, creemos que vale la pena (...) ya que el riesgo que conlleva no hacerlo es enorme: el tanque puede romperse o explotar, y las costas del Yemen, del mar Rojo e, incluso, el Canal de Suez, se verían bloqueadas por el petróleo”, dice Hiemstra.

“Estamos en la fase de emergencia, cuyo objetivo es salvaguardar el entorno del mar Rojo, eso es lo más importante”, afirma. Esta fase puede durar un mes y medio o dos, dependiendo del estado del Safer, pero se muestra optimista. En una videollamada con elDiario.es, detalla que incluye tres tareas fundamentales: primero, inspeccionar el petrolero y eliminar los gases que se han formado en el interior de los depósitos, y que pueden explotar. Por ello, el barco de apoyo aún está anclado a una distancia de seguridad. Los expertos también tienen que evaluar las condiciones del casco, muy oxidado. Se calcula que tardarán entre dos y tres semanas, y a continuación, podrán llevar a cabo la misión principal: traspasar el crudo del Safer a otro barco, el Nautica, que se encuentra en Yibuti a la espera de entrar en acción.

Otros 15 o 20 días serán necesarios para vaciar el petrolero y otros tantos para limpiar el crudo restante, antes de que sea finalmente trasladado y desguazado. “El traslado y desguace del Safer es un largo proceso y aún no estamos trabajando en ello”, aclara el encargado del PNUD.

Posteriormente, el Nautica lo sustituirá y permanecerá frente a las costas del Yemen con ese cargamento de crudo, pero sin suponer un riesgo porque está en buen estado, asegura Hiemstra. “No es bueno que el crudo se quede aquí, pero habrá que esperar a que Yemen tenga de nuevo capacidad de exportarlo. El Nautica formará parte de la infraestructura del país para exportar petróleo”, cuando la guerra lo permita.

En medio de la guerra

Respecto a las condiciones por el conflicto, que complican la operación, señala que “el riesgo de las minas es mínimo porque las minas han estado plantadas durante mucho tiempo, a veces flotan (en el mar), pero hay pocos incidentes en esta costa, donde los pescadores salen a faenar todos los días”. Además, los guardacostas de Hudeida patrullan la zona donde está trabajando el equipo integrado por unos 25 expertos, además de los representantes del PNUD, y la tripulación del barco de apoyo: casi un centenar de personas y otro medio centenar, en tierra.

“En cuanto al riesgo de sabotaje, es ahí donde es importante nuestro compromiso con todas las partes: estamos completamente alineados con el Gobierno del Yemen en Saná y en Adén”, declara, en referencia a los dos bandos que se disputan el poder en el país. “Creemos que estando en contacto con todo el mundo, haciendo saber a todo el mundo que estamos aquí, con toda la transparencia, es una garantía para eliminar las posibilidades de un sabotaje”.

“Hasta el momento la cooperación de todas las partes ha sido muy bonita, estamos muy animados”, dice Hiemstra. Sin embargo, las cosas no han sido tan fáciles y rápidas: la ONU estuvo un año y medio diseñando esta operación, desde que en diciembre de 2021 asumió la misión, después de unas negociaciones que tampoco resultaron sencillas.

“Es una operación muy compleja: con dos Gobiernos que están en guerra, una coalición (de países encabezados por Arabia Saudí) que está vigilando el espacio aéreo (...) el mercado de los superpetroleros que ha sido muy volátil, sobre todo ha subido por la crisis en Ucrania, así que ha habido muchos factores que han llevado a un comienzo más lento de lo requerido”, se lamenta, pero destaca que una operación de este tipo no podría llevarse a cabo a menos que “todo el mundo esté en el mismo barco”. “Lo importante ahora es que hemos empezado y estamos en ello, y estamos teniendo éxito, de momento”.

“Nunca nadie había llegado tan lejos” en esta delicada misión que necesita no sólo las garantías de seguridad de los dos bandos en guerra, sino de las mejores empresas (como la que desbloqueó el canal de Suez en marzo de 2021) y expertos, y la tecnología más avanzada para evitar una catástrofe que sería aún más costosa en términos medioambientales y humanos.