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Daniel Ortega y Rosario Murillo: poesía, represión y muerte en Nicaragua

Daniel Ortega y Rosario Murillo durante un acto con simpatizantes en Managua, Nicaragua

Cristina Armunia Berges

“Todo nicaragüense es poeta mientras no se demuestre lo contrario”. Este dicho popular podría ser la frase que lo resolviera todo, el inicio y el final de Daniel Ortega y Rosario Murillo. El presidente estuvo preso durante siete años a finales de los 60 y fue entonces cuando una joven periodista y poetisa, que procedía de una familia acomodada, apareció en escena publicando un poema en un periódico dedicado al revolucionario sandinista:

Y este también sos vos.

Este vaso, esta canción, esta

vieja fotografía de niño,

este anillo de bachillerato,

estas cartas desde la cárcel,

el recorte del diario donde

aparecía la denuncia,

tus torturas, tu foto.

Murillo impresionó a Ortega y ahí dio comienzo una relación epistolar. Durante su estancia en prisión, el dirigente también escribió algunos poemas, aunque la mayoría no han llegado a ver la luz. Fabián Medina, periodista nicaragüense y jefe de información del diario La Prensa, acaba de publicar el libro El Preso 198: un perfil de Daniel Ortega en el que, además de redactar una extensa descripción del mandatario hace un repaso de esta y otras escenas que marcarán para siempre la historia de Nicaragua.

“La encontraba interesante”, dijo Ortega en la revista Playboy en el año 1987. “Rosario era justamente una de las varias mujeres que estaban haciendo un llamado de atención a los problemas del machismo que imperaban en nuestra sociedad. En lo que a mí mismo respecta, diría que en esa época yo estaba desarrollando una actitud consciente en términos de mi lucha contra mi propio machismo y por esa razón especial, tal vez es que la poesía de las mujeres ejercía en mí un impacto fuerte”.

Murillo nació en Managua el 22 de junio de 1951. Su vida, como la de muchas jóvenes nicaragüenses, quedó marcada por un embarazo temprano. A los 20 años ya tenía tres hijos. Periodista y poetisa, a finales de los 70 coincidió con Ortega en Venezuela y así se forjaría definitivamente la relación de la pareja presidencial.

“Rosario Murillo es la persona con la que Daniel Ortega forma el binomio de poder que ahora gobierna en Nicaragua”, comenta Medina durante una entrevista con eldiario.es. “Es una mujer muy activa, con mucho ímpetu y con una capacidad de trabajo increíble. Aunque oficialmente tiene el cargo de vicepresidenta de la República, en la práctica, es una especie de primera ministra. El poder que ha acumulado ha sido a la sombra de su esposo”, asegura.

En su libro, Medina enumera los cuatro momentos decisivos: la derrota electoral de 1990, un infarto cuatro años después que le acerca todavía más a Murillo, la denuncia por violación de Zoilamérica (hija de Murillo) en el 98 y el levantamiento de abril.

Quizá el hecho que más ha marcado la historia de este país, al menos así lo piensan las activistas y líderes sociales con los que ha hablado este diario, es la denuncia por abuso abuso sexual y violación de Zoilamérica a Daniel Ortega.

“La cogobernabilidad que hay en Nicaragua de la pareja presidencial es una cuestión que obedece en parte, al menos con la información que manejamos, al amarre que hubo entre Murillo y Ortega a partir de lo que fue la denuncia de abuso sexual que realizó la hija de Rosario sobre Ortega que en ese tiempo era su padrastro”, recuerda Yerling Aguilera, miembro del movimiento de estudiantes que acaba de pedir asilo político en España.

“Lo que se dice es que Rosario Murillo adquirió poder porque hizo un trato con Daniel Ortega a través del cual iba a apoyar a Ortega y decir que no existía ninguna violación y que se iba a poner en contra de su hija”, asegura. “A partir de ese momento, se crea un pacto oscuro en el cual Murillo fue aumentando su poder y su presencia en las estructuras del partido. Rosario, antes de Ortega, no ocupó ningún puesto de poder. Era poetisa y había publicado libros”, añade.

Zoilamérica llevó el caso a los tribunales, en gran medida controlados por Ortega, pero el caso no siguió adelante.

La dama de hierro nicaragüense

El día después del inicio de las protestas en Managua, Rosario Murillo haciendo las veces de primera dama, dio un paso al frente para acusar a la “satánica oposición” del rebrote de violencia. En ese primer momento, ella se hizo cargo de defender al Gobierno. Daniel Ortega, el presidente del país, quedó relegado a un segundo plano y hoy su pueblo le recrimina que su Gobierno ni es revolucionario ni es sandinista.

“Esta Nicaragua que sabemos bendita, mil veces bendita y siempre libre. Esta Nicaragua donde todos, las familias estamos empeñados en restaurar la paz, la seguridad, el trabajo, la vida, independientemente de esos pocos que siembran guerra y quieren seguir sembrando guerra y odio en nuestro país”, así describía Murillo este verano al movimiento estudiantil.

Otra de las hipótesis que se barajan es que sea el propio partido el que esté utilizando a Murillo como escudo en esta última crisis política para que la imagen de Ortega no quede complemente erosionada de cara a futuros comicios.

“Ella ha ejercido un poder total sobre el Estado de Nicaragua. Un control absoluto desde los años anteriores, no es cosa de ahora”, dice Magalí Quintana, portavoz del colectivo de mujeres de Católicas por el Derecho a Decidir. “Ningún ministro existente de este país da la cara o hace absolutamente nada si no es con la venia política de la vicepresidenta”.

Quintana coincide con una de las ideas que aparecen en el libro de Medina: a Ortega no le gusta ser el centro de atención delante de los medios. “Históricamente, Ortega no ha dado nunca la cara. Tanto en la revolución como después cuando regresó al poder. Quien siempre dio la cara era su vicepresidente, Sergio Ramírez. Mi opinión personal es que históricamente no ha tenido esa capacidad de trabajo que se necesita en cualquier país”, asegura.

A pesar de que Rosario sea la que da la cara, continúa Quintana, “Ortega tiene la responsabilidad de todo lo que está pasando en Nicaragua”.

Y no solo de eso, recuerdan desde esta organización. En Nicaragua, desde 2006, el aborto está penalizado en todos los supuestos. “En ese año, en el poder estaba Enrique Bolaños, pero quien tenía el control de la Asamblea Nacional era el Frente Sandinista liderado por Ortega. Ortega, de cara a las nuevas elecciones, necesitó negociar el cuerpo y la vida de las mujeres con la Iglesia católica, así que ordena a todos sus diputados apoyar la iniciativa de Bolaños, la penalización total del aborto”. Cuando le preguntas a esta veterana si detrás de todo esto también está Murillo, responde sin tapujos: “Por supuesto, recuerda que en este país nada se mueve sin la autorización de Rosario Murillo”.

Desde el pasado mes de abril, se acabó la poesía en las calles de Managua.

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