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Los 'populares' y los Gobiernos ultras se rebelan contra el pacto para dejar el mando de la UE a los socialistas

Emmanuel Macron, Charles Michel, Pedro Sánchez, Mark Rutte y António Costa.

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —

El plan de Osaka llegó con fuerza, pero a medida que pasan las horas comienza a desinflarse. Para empezar, no ha convencido a los dirigentes populares europeos. Desde el irlandés Leo Varadkar hasta el búlgaro Boiko Borisov pasando por el español Pablo Casado o el propio spitzenkandidat apuñalado por su valedora, Angela Merkel, entienden la jugada. Creen que están malvendiendo la presidencia de la Comisión Europea.

¿Por qué? Porque el principio de acuerdo establecía la presidencia de la Comisión para los socialdemócratas –Frans Timmermans–; el Parlamento Europeo para el PPE –Manfred Weber–; la presidencia del Consejo Europeo para liberales –Benelux; Charles Michel/Mark Rutte–; y la jefatura de la diplomacia europea para el PPE –¿la búlgara Mariya Gabriel?–.

Pero a los populares les parece poco, después de haber ganado las elecciones europeas en número de escaños y de haber sido la primera fuerza en 15 de los 28 países.

Hasta tal punto el plan de Osaka se ha ido atascando, que el Consejo Europeo extraordinario ha empezado en Bruselas tres horas después de lo previsto.

¿Por qué? Porque se han sucedido las reuniones paralelas entre unos y otros para concitar mayorías en torno a un plan. Porque, hasta el momento, no hay más plan B que resucitar a uno de los candidatos dado por muerto hace 10 días, el holandés Timmermans. Pero eso tiene un precio para el PPE mucho mayor que el que se estaba manejando hasta el momento. Si es que acaso está en venta.

“La propuesta no tiene apoyo entre los presidentes y jefes de gobierno del PPE, espero discusiones largas y complicadas esta noche”, ha dicho el primer ministro croata, Andrej Plenković, uno de los negociadores del PPE. En la misma línea en la que ha ido su colega Antonio Tajani, presidente del Parlamento Europeo, quien ha defendido al alemán Manfred Weber en línea con la posición del PPE y en contra de la mantenida por otros grupos, como socialdemócratas, liberales y verdes: “Si hay un spitzekandidat como ganador del presidente de la Comisión, ese ganador es el PPE. No es nada en contra de los socialistas o contra de Timmermans, que es un buen hombre. Para nosotros, el spitzenkandidat es el del partido político que ha ganado las elecciones, de acuerdo con los precedentes de Jean-Claude Juncker y Martin Schulz”.

“Como PPE”, ha insistido el irlandés Varadkar, “no hemos aceptado el paquete que se negoció en Osaka. Desde el punto de vista del PPE, la gran mayoría de los primeros ministros pensamos que no deberíamos renunciar a la presidencia de la Comisión tan fácilmente sin dar la batalla. Creo que la noche será larga y no es seguro que encontremos una solución”.

En la línea de los líderes del PPE se han manifestado los gobiernos ultraconservadores. El Giuseppe Conte, primer ministro de Italia –Gobierno Lega-M5S–, ha afirmado: “Evaluaremos a Timmermans como candidato, pero Italia quiere una personalidad fuerte, capaz de interpretar este momento crítico y crear una Europa más sólida y fuerte”.

En ese sentido, los países de Visegrado, Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia han mostrado una oposición frontal. “Timmermans no es la persona correcta para unificar Europea, no ha sido positivo con nuestra región”, ha zanjado el checho Andrej Babis, de familia liberal. En la misma línea se ha manifestado el ultraconservador polaco Mateusz Morawiecki: “Timmermans no es un candidato de compromiso, divide Europa y no entiende los problemas de Europa Central, no entiende a los países que están lidiando con la crisis postcomunista”. Y, por supuesto, Orbán, quien incluso ha escrito una dura carta contra la propuesta de Timmermans, en la que calificaba el acuerdo de “error histórico humillante”.

El problema es que los que se están oponiendo tampoco tienen un plan B, ni siquiera un plan B que pueda prosperar. No hay plan B. Y la idea de un candidato de fuera del proceso de spitzenkandidaten –Michel Barnier, por ejemplo, nombrado por Macron–se puede encontrar con la oposición frontal del Parlamento Europeo.

El bloqueo tiene varias consecuencias. La primera, que si no se llega a un acuerdo para todo el paquete antes del 2 de julio, el Parlamento Europeo votará un presidente imprevisible que puede ejercer de efecto dominó en el resto de decisiones: familia política, género, país... Es el único cargo que se escapa al control del Consejo, de los gobiernos, porque tanto la propuesta como la decisión es competencia de la Eurocámara.

A partir de ahí: la Comisión Europea vigente decae el 31 de octubre, como el Banco Central Europeo. El presidente del Consejo Europeo, el 31 de diciembre. Y sólo la presidencia del Banco Central Europeo es improrrogable, por lo que ese plazo, si se deja para después del verano seguir las negociaciones –como sugieren fuentes populares–, empezaría a entrar en zona de riesgo político y económico.

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