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380 expertos en cambio climático explican cómo ven el futuro… y están aterrados, pero dicen que no se rendirán

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Damian Carrington

12 de octubre de 2024 23:10 h

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“A veces me resulta prácticamente imposible no sentirme desesperanzada y hundida”, afirma la climatóloga Ruth Cerezo-Mota. “Tras todas las inundaciones, incendios y sequías de los últimos tres años en todo el mundo, todos relacionados con el cambio climático, y tras la furia del huracán Otis en México, mi país, estaba convencida de que los gobiernos empezarían a escuchar las advertencias de los científicos y harían algo en beneficio de la humanidad”. Sin embargo, Cerezo-Mota prevé que el mundo se calentará en este siglo unos catastróficos 3 ºC, muy por encima del objetivo de 1,5 ºC acordado internacionalmente, provocando un enorme sufrimiento a miles de millones de personas. Y puntualiza que esta es su previsión más optimista.

“En mi caso, el punto de inflexión fue un encuentro de científicos en Singapur”, afirma Cerezo-Mota, experta en modelización climática de la Universidad Nacional Autónoma de México. En esa reunión, escuchó a otros expertos explicar la relación entre el aumento de la temperatura global y las olas de calor, los incendios, las tormentas y las inundaciones que afectan a la población, no a finales de siglo, sino en la actualidad. “Fue entonces cuando realmente todo encajó”, señala. “Me deprimí”, explica. “Fue un momento muy oscuro de mi vida. Era incapaz de hacer nada y me limitaba a sobrevivir”.

Cerezo-Mota consiguió superar el bajón y prosiguió su trabajo. “Seguimos trabajando porque es lo que tenemos que hacer, así [los poderosos] no pueden decir que no lo sabían. Sabemos de lo que hablamos. Podrán decir que no les importa, pero no podrán decir que no lo sabían”, subraya.

En Mérida, en la Península de Yucatán, donde vive Cerezo-Mota, el calor va en aumento. “En verano de 2023 alcanzamos unos 47 ºC de máxima. Lo peor es que, incluso por la noche, la temperatura no baja de 38 ºC, que es una temperatura superior a la del cuerpo. No tienes ni un minuto al día para que tu cuerpo intente recuperarse”. Asegura que las olas de calor sin precedentes provocaron muchas muertes en México. “Es muy frustrante porque esta situación podría haberse evitado. Y es absurdo pensar: 'Bueno, no me importa si México queda destruido'. Hemos visto que estos sucesos extremos ocurren en todas partes. En realidad nadie está a salvo. Creo que el cálculo de un aumento de 3 ºC es optimista y prudente. 1,5 ya es malo, pero no creo que vayamos a ceñirnos a esa cifra. No hay ninguna señal clara por parte de ningún gobierno de que realmente vayamos a mantenernos por debajo de 1,5 ºC”.

Exasperante, agobiante, abrumador

Cerezo-Mota no es la única científica que está aterrada. The Guardian elaboró una encuesta en la que participaron cientos de los principales expertos mundiales en cambio climático. Sus respuestas muestran un futuro sombrío. El 77% de los encuestados cree que las temperaturas globales alcanzarán al menos 2,5 ºC por encima de los niveles preindustriales, un grado de calentamiento devastador. Casi la mitad –el 42%– cree que será superior a 3 ºC y solo el 6% cree que no se superará el límite acordado de 1,5 ºC.

Los expertos en cambio climático prevén los posibles mundos venideros. Son expertos en atmósfera y océanos, energía y agricultura, economía y política, y prácticamente todos se muestran pesimistas. El futuro que muchos visualizan es desgarrador: hambrunas, migraciones masivas, conflictos. “Es exasperante, agobiante, abrumador”, señala un experto que prefirió no dar su nombre. Otro afirma que le alivia no tener hijos “sabiendo lo que nos depara el futuro”.

Las respuestas de los científicos ofrecen opiniones fundamentadas sobre cuestiones clave para el futuro de la humanidad. ¿Hasta qué punto se calentará el mundo y cómo será? ¿Por qué no se actúa con la urgencia necesaria? ¿El proceso es irreversible o debemos seguir luchando? También nos permiten ver cómo se sienten teniendo información tan aterradora sobre el futuro.

La crisis climática ya está causando daños de gran magnitud, pues la temperatura media mundial ha alcanzado en los últimos cuatro años alrededor de 1,2 ºC por encima de la media preindustrial. Sin embargo, la magnitud de las repercusiones futuras dependerá de las acciones, o las omisiones, en la política, las finanzas, la tecnología y en la sociedad mundial, y de cómo respondan el clima y los ecosistemas del planeta. 

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) ha reunido a miles de expertos en todos estos campos para elaborar los informes más autorizados que existen, aprobados por todos los gobiernos. Fue creado en 1988 por Naciones Unidas, que en esa fecha ya veía con preocupación el hecho de que el calentamiento global pudiera “ser desastroso para la humanidad si no se toman medidas oportunas a todos los niveles”.

La tarea del IPCC consiste en elaborar una revisión exhaustiva y recomendaciones, lo que ya ha hecho seis veces a lo largo de 35 años. En cuanto a dimensiones y relevancia, es probablemente el esfuerzo científico más importante de la historia de la humanidad.

Los expertos del IPCC son, en definitiva, las personas más informadas del planeta en cuestiones climáticas. Lo que ellos piensan importa. The Guardian contactó con cada autor principal disponible o editor de todos los informes del IPCC desde 2018. Casi la mitad respondió: 380 de 843, una tasa de respuesta muy alta.

Sus predicciones sobre el aumento de la temperatura global son desoladoras. Lisa Schipper, de la Universidad de Bonn, prevé un aumento de 3 ºC: “Puede parecer un panorama sombrío, pero creo que es realista. No estamos tomando las medidas necesarias para revertirlo”. Los científicos dicen que desde un punto de vista técnico es posible un pico de temperatura más bajo. Sin embargo, pocos confían en que se produzca.

Los sentimientos predominantes son miedo y frustración. “Espero un futuro semidistópico con mucho dolor y sufrimiento para los habitantes del Sur global”, afirma un científico sudafricano que prefirió mantener el anonimato. “La respuesta de la comunidad internacional hasta la fecha es censurable: vivimos en una época de necios”. 

Una realidad ineludible

¿Cómo soportan los científicos que su trabajo haya sido ignorado durante décadas y tener que seguir viviendo en un mundo que, según sus conclusiones, avanza por una “autopista hacia el infierno”?

Camille Parmesan, del centro de ecología del CNRS (Francia), estuvo a punto de rendirse hace 15 años. “Había dedicado mi vida a la investigación [climatológica] y no había conseguido cambiar nada”, explica. “Como me gusta mucho cantar empecé a pensar ‘bueno, tal vez debería cantar en una discoteca”. Decidió no tirar la toalla tras escuchar a los jóvenes activistas en la Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático que se celebró en Copenhague en diciembre de 2009: “Los jóvenes activistas estaban tan llenos de energía y lo vivían con tanta pasión que me dije que tenía que seguir con mi labor, no por los políticos, sino por ellos. La gran diferencia [con el último informe del IPCC] fue que todos los científicos con los que trabajé estaban muy frustrados. Todos estaban al límite de sus fuerzas y se preguntaban: ¿qué más tenemos que hacer para que el mundo comprenda que estamos al borde del precipicio?”.

“Los científicos somos humanos: somos personas que vivimos en la Tierra, que sufrimos los efectos del cambio climático, que tenemos hijos y a los que nos preocupa el futuro”, afirma Schipper. “Hicimos un trabajo científico, elaboramos un informe excelente y, asumámoslo, no ha servido para cambiar nada en la esfera política. Para nosotros es muy duro ver que siempre es así”.

Joeri Rogelj, del Imperial College de Londres, afirma que el cambio climático es una “realidad ineludible”. “Es imposible dar la espalda a esta realidad, e ignorarla solo aumentará los retos de hacer frente a las consecuencias y buscar soluciones”, dice.

Henri Waisman, del instituto de investigación política IDDRI (Francia), afirma que a menudo se enfrenta a “momentos de desesperación y culpabilidad por no haber conseguido que las cosas cambiaran más rápidamente. ”Estos sentimientos se han agudizado desde que soy padre. Pero, en esos momentos, me ayudan dos cosas: recordar lo mucho que se ha avanzado desde que empecé a trabajar en esta área de investigación en 2005 y que cada décima de grado importa mucho, lo que significa que sigue siendo útil no claudicar y seguir luchando“, dice. 

El umbral de 1,5 ºC es un juego político

En la crisis climática, las fracciones de grado importan: cada décima adicional significa 140 millones más de personas que sufren un calor peligroso. El objetivo de 1,5 ºC fue impuesto en las negociaciones internacionales por una alianza de pequeños Estados insulares especialmente vulnerables. Consideraban que el objetivo anterior de 2 ºC condenaba a sus países a la destrucción por la subida de los océanos y las tormentas.

El umbral de 1,5 ºC se adoptó como un objetivo ambicioso en la cumbre climática de la ONU celebrada en París en 2015, y el acuerdo se consideró un triunfo, una declaración de verdadera ambición multilateral presentada con sonrisas radiantes y aplausos eufóricos. Rápidamente se convirtió en el objetivo por defecto para minimizar el daño climático, y las cumbres de la ONU se celebraron con el repetido estribillo de: “¡Mantengamos vivo el 1,5!”. Para que el objetivo se incumpla es necesario que la temperatura global supere los 1,5 ºC durante muchos años, no sólo durante uno.

Sigue siendo un objetivo político vital para muchos países y los diplomáticos que se sientan a negociar en foros de cambio climático, ya que sirve de punto de referencia para los esfuerzos climáticos internacionales y para los activistas. Pero para casi todos los expertos del IPCC consultados por The Guardian, este objetivo ha muerto. Un científico de una nación insular del Pacífico afirma que “la humanidad se dirige hacia la destrucción. Tenemos que apreciarnos, ayudarnos y querernos”. En referencia al umbral de 1,5 ºC, Schipper subraya que “existe el argumento de que afirmar que es demasiado tarde para no superar los 1,5 ºC, conduce a una actitud de derrota y al convencimiento de que ya no podemos hacer nada para revertir esta situación, yo no estoy de acuerdo”.

Jonathan Cullen, de la Universidad de Cambridge, se muestra contundente al señalar que “el objetivo de 1,5 ºC fue un juego político; no era alcanzable”.

La emergencia climática ya es una realidad. El aumento de 1 ºC ha disparado los fenómenos extremos del planeta, provocando olas de calor abrasadoras en Estados Unidos, Europa y China que, de otro modo, habrían sido imposibles. Es muy probable que millones de personas ya hayan muerto prematuramente como consecuencia de ello. Con un hipotético aumento de 2 ºC, la brutal ola de calor que azotó el Pacífico noroccidental de América en 2021 sería 100-200 veces más probable. Pero un mundo en el que las temperaturas aumenten 2,5 ºC- 3 ºC, como prevén la mayoría de los expertos, nos lleva a un territorio verdaderamente desconocido. Es difícil trazar un mapa completo de este nuevo mundo. Nuestra intrincada sociedad global implica que el impacto de las perturbaciones climáticas en un lugar pueda extenderse por todo el mundo a través de subidas de precios de los alimentos, la ruptura de las cadenas de suministro y migraciones.

Un estudio bastante básico examinó el impacto de un aumento de 2,7 ºC, que es la temperatura resultante de hacer la media de las respuestas de la encuesta de The Guardian. De este cálculo se desprende que 2.000 millones de personas quedarían fuera del “nicho climático” de la humanidad, es decir, las condiciones propicias para que prosperara la civilización humana en los últimos 10.000 años.

La última evaluación del IPCC dedica cientos de páginas a los impactos climáticos, con pérdidas irreversibles en la selva amazónica, daños cuatro veces mayores por inundaciones y miles de millones más de personas expuestas al dengue. Con un aumento de temperaturas de 3 ºC, ciudades como Shangai, Río de Janeiro, Miami y La Haya acabarán por debajo del nivel del mar.

“Es la mayor amenaza a la que se ha enfrentado la humanidad, con el potencial de destrozar nuestro tejido social y nuestro modo de vida. Tiene el potencial de matar a millones, si no miles de millones, por hambre, guerras por los recursos, desplazamientos”, afirma James Renwick, de la Universidad Victoria de Wellington (Nueva Zelanda). “Ninguno de nosotros dejará de verse afectado por la devastación”.

“Estoy muy asustado: no veo cómo seremos capaces de salir de este lío”, señala Tim Benton, experto en seguridad alimentaria y sistemas alimentarios del think tank Chatham House. En su opinión, el coste de proteger a la población y recuperarse de las catástrofes climáticas será enorme, con más discordias y retrasos sobre quién debe asumir los costes. Numerosos expertos se muestran preocupados por la producción de alimentos. “Apenas hemos empezado a ver las consecuencias”, afirma uno de ellos.

Otro grave motivo de preocupación son los puntos de inflexión climáticos, en los que un minúsculo aumento de la temperatura lleva al colapso de partes cruciales del sistema climático, como la capa de hielo de Groenlandia, la selva amazónica y corrientes atlánticas clave. “La mayoría de las personas no son conscientes de la magnitud de estos riesgos”, afirma Wolfgang Cramer, del Instituto Mediterráneo de Biodiversidad y Ecología.

Respuesta lenta e insuficiente

Ante un peligro tan colosal, ¿por qué la respuesta mundial es tan lenta e insuficiente? Parece existir consenso por parte de los expertos del IPCC encuestados en torno al principal escollo: la falta de voluntad política. Casi tres cuartas partes de los encuestados citan este factor, y el 60% culpa también a los intereses de las empresas. “El cambio climático representa una amenaza para la supervivencia de la humanidad y la falta de voluntad política y los intereses creados de las empresas nos impiden hacerle frente. Me preocupa el futuro que heredarán mis hijos”, dice Lorraine Whitmarsh, de la Universidad de Bath (Reino Unido).

La falta de financiación sólo preocupa al 27% de los científicos encuestados, lo que sugiere que la mayoría cree que existe una financiación suficiente para la transición ecológica. Pocos encuestados creen que la falta de tecnología ecológica o de conocimientos científicos sobre el tema sea un problema: el 6% y el 4%, respectivamente. 

“La humanidad en su conjunto tiene que unirse y cooperar: ésta es una oportunidad monumental para dejar a un lado las diferencias y trabajar unidos”, indica Louis Verchot, del Centro Internacional de Agricultura Tropical de Colombia. “Desgraciadamente, el cambio climático se ha convertido en una cuestión política que genera división... Me pregunto cómo de profunda tiene que ser la crisis para que todos empecemos a remar en la misma dirección”.

Dipak Dasgupta, economista y exasesor del Gobierno de India, afirma que el cortoplacismo de gobiernos y empresas es un obstáculo importante. En este sentido, muchos de los encuestados señalaron que las acciones para revertir la crisis climática requieren una planificación a lo largo de décadas, en contraste con los ciclos electorales de sólo unos pocos años.

Por otra parte, muchos de los científicos encuestados han señalado que un mundo de caos climático requeriría centrarse mucho más en proteger a las personas de los impactos inevitables. De nuevo la política se interpone en el camino. “Durante la pandemia no dudamos en gastar billones de euros, pero parece que no hay suficiente voluntad política para gastar miles de millones, una cantidad muy inferior, para financiar la adaptación al cambio climático”, lamenta Shobha Maharaj, de Trinidad y Tobago.

En la encuesta, los científicos citan con frecuencia el control que ejercen sobre los políticos y los medios de comunicación las grandes empresas de combustibles fósiles y los petro-Estados, cuyo petróleo, gas y carbón son la causa principal de la crisis climática. “Suele darse prioridad a los intereses económicos de los países”, afirma Lincoln Alves, del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil.

Por su parte, Stephen Humphreys, de la London School of Economics, afirma: “El cálculo tácito de los responsables políticos, especialmente en la anglosfera (Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Australia), pero también en Rusia y los principales productores de combustibles fósiles de Oriente Próximo, nos está llevando a un mundo en el que los más vulnerables sufrirán, mientras que los más adinerados esperarán mantenerse a salvo por encima de la línea de flotación”, incluso con el catastrófico aumento de 3 ºC que él prevé. A la pregunta de qué acción individual sería eficaz, su respuesta es contundente: “La desobediencia civil”.

Una de las principales preocupaciones de los científicos encuestados es la desinformación. Es una preocupación que comparten los científicos de distintos países, desde Brasil hasta Ucrania. Consideran que la desinformación polariza a la sociedad, agrava la falta de comprensión pública del riesgo climático y ciega a la ciudadanía ante el hecho de que casi todas las soluciones climáticas necesarias están al alcance de la mano.

Ralph Sims, de la Universidad Massey de Nueva Zelanda, afirma: “La población no comprende bien la magnitud del problema. Habrá millones de refugiados medioambientales, se intensificarán los fenómenos meteorológicos extremos y habrá escasez de alimentos y agua antes de que la mayoría acepte la urgencia de reducir las emisiones, y entonces será demasiado tarde”. 

“El capitalismo nos tiene bien entrenados”

“Lucha por un mundo más justo”. Ese sencillo mensaje de un científico francés reflejaba el pensamiento de muchos, que afirman que la enorme brecha entre ricos y pobres del mundo es una barrera gigantesca para la acción climática. Se hacen eco del abismo que existe entre los países responsables de la mayor parte de las emisiones y los que más sufren los impactos.

Según Esteban Jobbágy, de la Universidad de San Luis (Argentina), la solidaridad mundial podría superar cualquier crisis medioambiental “pero las crecientes desigualdades actuales son el principal obstáculo para que sea así”.

Aditi Mukherji, del grupo de investigación CGIAR, afirma: “Los países ricos han acaparado todo el presupuesto de emisiones permitidas, dejando muy poco para el resto del mundo”. Señala que el Norte global tiene la enorme obligación de solucionar un problema que él mismo ha creado, reduciendo sus emisiones y aportando fondos para el clima al resto del mundo. El gobierno indio le ha puesto un precio: al menos 1 billón de euros al año.

El consumo excesivo en los países ricos también se cita como un obstáculo. “Veo el desastre como inevitable, me he resignado ya que no podemos separar nuestro amor por lo más grande, lo mejor, lo más rápido, lo más, de lo que realmente ayudará al mayor número de personas a sobrevivir y prosperar”, afirma un científico estadounidense. “El capitalismo nos tiene bien entrenados”.

Sin embargo, Maisa Rojas, científica del IPCC y ministra de Medio Ambiente de Chile, afirma: “Tenemos que comunicar que actuar frente al cambio climático puede ser un beneficio, con el apoyo adecuado del Estado, en lugar de una carga personal”.

La ministra forma parte de la minoría de expertos encuestados –menos del 25%– que siguen pensando que el aumento de la temperatura global se limitará a 2 ºC o menos. Aïda Diongue-Niang, meteoróloga senegalesa y vicepresidenta del IPCC, es otra de ellas: “Creo que se tomarán medidas más ambiciosas para evitar que las temperaturas aumenten 2,5 ºC-3 ºC”.

¿Qué razones tienen estas científicas para ser optimistas? Una es el rápido despliegue de las tecnologías verdes, desde las energías renovables a los coches eléctricos, impulsadas por la rápida caída de los precios y los múltiples beneficios asociados que aportan, como un aire más limpio. “Salvar el planeta es cada vez más barato”, afirma Lars Nilsson, de la Universidad de Lund (Suecia).

Según Mark Pelling, del University College de Londres, la creciente necesidad de proteger a las comunidades de las inevitables olas de calor, inundaciones y sequías podría tener su lado positivo: “Abre posibilidades apasionantes: al tener que convivir con el cambio climático, podemos adaptarnos de forma que nos lleve a un modo de vida más inclusivo y equitativo”. En un mundo más inclusivo, la adaptación iría de la mano de la reducción de la pobreza y la vulnerabilidad, el suministro de mejores viviendas, agua y electricidad limpias y fiables, mejores dietas, una agricultura más sostenible y menos contaminación atmosférica.

Sin embargo, la mayor parte de las esperanzas se muestran con mucha cautela. “La buena noticia es que el peor de los escenarios es evitable”, afirma Michael Meredith, del British Antarctic Survey. “Todavía está en nuestras manos construir un futuro mucho más benigno climáticamente que el que nos espera si no revertimos la situación”. Pero también prevé: “Nuestras sociedades se verán obligadas a cambiar y el sufrimiento y los daños a las vidas y los medios de subsistencia serán enormes”.

“Creo en los puntos de inflexión sociales”, en los que pequeños cambios en la sociedad desencadenan una acción climática a gran escala, indica Elena López-Gunn, de la empresa de investigación Icatalist en España. “Por desgracia, también creo en los puntos de inflexión climáticos físicos”.

Cerezo-Mota, la investigadora de México que encabeza el reportaje, no encuentra la solución para un cambio significativo: “Realmente no sé qué tiene que pasar para que la gente que tiene todo el poder y todo el dinero haga el cambio. Pero entonces veo a las generaciones más jóvenes luchar y vuelvo a tener un poco de esperanza”.

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Nota: Julian Ganz proporcionó el apoyo técnico para realizar la encuesta, que se envió el 31 de enero de 2024. El 68% de los científicos encuestados son hombres, el 28% mujeres y el 4% ha preferido no declarar su sexo. Esta distribución refleja la de los autores del IPCC. La gran mayoría de los científicos, el 89%, tiene entre 40 y 69 años y procede de 35 países distintos, con decenas de expertos de todos los continentes. Las preguntas sobre edad y sexo no eran obligatorias, pero han sido contestadas por 344 y 346 científicos, respectivamente.

Traducción de Emma Reverter.

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