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The Guardian en español

Un Biden magullado intenta pasar página tras la debacle de EEUU en Afganistán

El presidente de EEUU, Joe Biden.

David Smith

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Una vez más, el pasado jueves, Joe Biden se vio a sí mismo hablando de construcción nacional, de la fragilidad de la democracia y de la amenaza que representan los extremistas religiosos para los derechos de las mujeres. Pero las declaraciones del presidente se centraron en Estados Unidos, no en Afganistán, dado que los acontecimientos en casa le ofrecieron una oportunidad inesperada en su intento de pasar página de la vergonzosa retirada de Kabul.

Las inundaciones históricas en el noreste dieron a Biden la posibilidad de recordar a los estadounidenses su plan de gastar un billón de dólares para mejorar las infraestructuras. La imposición de las restricciones más extremas al aborto de todo el país en Texas suscitó una dura reprimenda del presidente. Las batallas sobre el derecho al voto y el rendimiento de cuentas por la insurrección del 6 de enero no cesaron.´

Todo ello ha brindado a la Casa Blanca la oportunidad de hablar sobre algo distinto a Afganistán. Agosto ha sido bautizado como un “mes infernal” para Joe Biden después de que su decisión de retirar las fuerzas estadounidenses llevara a la capitulación del Gobierno y el Ejército afganos ante los talibanes mucho más rápido de lo previsto. Más de 120.000 personas han sido evacuadas frenéticamente, pero 13 soldados fallecieron en un atentado terrorista.

“No va a ser fácil”

La reputación del presidente como un hombre competente y un puerto seguro para los aliados occidentales se ha visto profundamente sacudida. Mientras sus aliados demócratas esperan que el tema desaparezca de la conciencia colectiva para permitirle volver a centrarse en la pandemia y en la amplia agenda económica, los republicanos están decididos a que no se permita que Biden pase página sin más.

“Él quiere cambiar de tema desesperadamente, hablar de asuntos nacionales o de la COVID-19 o de áreas en las que siente que tiene un poco más de control y la capacidad de involucrarse”, dice Lanhee Chen, miembro del think tank Hoover Institution de la Universidad de Stanford en Palo Alto, California. “No soy de la opinión de que vaya a ser fácil para él hacerlo”.

“La gente va a seguir hablando de lo que está pasando en Afganistán. Estoy seguro de que los republicanos se asegurarán de que su gestión de la crisis en Afganistán siga siendo un tema de campaña. Algo de esto va a escapar de su control; si las circunstancias en Afganistán, por cualquier razón, retornan a la opinión pública y recuperan la atención, él tendrá que responder, y no habrá mucho que pueda hacer para evitarlo o cambiar de tema, aunque quisiera”, dice.

Biden venía de una buena racha en julio, cuando las vacunaciones aplacaron el coronavirus, y a principios de agosto, cuando reivindicó el acuerdo bipartidista sobre su plan de infraestructura como muestra su fe en el bipartidismo. Pero las escenas caóticas de Afganistán, incluidas las de personas desesperadas aferrándose a aviones militares estadounidenses – y al futbolista de 17 años que se precipitó de uno hasta morir– reescribieron el relato.

El carácter de Biden y su competencia fueron objeto de escrutinio y su índice de aprobación cayó por debajo del 50%. Pero se mantuvo firme en sus convicciones y desafió a sus numerosos críticos, incluyendo al poderoso establishment de la política exterior en Washington. Tras la salida de las últimas tropas, que puso fin a un conflicto de 20 años, intentó marcar un límite el 31 de agosto, insistiendo: “No iba a prolongar esta guerra para siempre, y no iba a prolongar una salida para siempre”.

Nuevo mes, nueva agenda

Un día después, con el cambio del calendario a septiembre, la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, comenzó su rueda de prensa hablando del impacto del huracán Ida sobre Luisiana y Misisipi. La primera pregunta de los periodistas se refería a la pandemia; la segunda, a la nueva ley que socava los derechos reproductivos de las mujeres en Texas.

El gran giro para alejarse de Afganistán había comenzado. “El presidente sabe que tiene responsabilidades, y que enfrentarse como presidente a las crisis múltiples que tendrá que seguir afrontando es parte de la descripción de su puesto”, dijo Psaki. “Y si es necesario reunirse en la Sala de Crisis (Situation Room) de la Casa Blanca con los líderes militares, el equipo de seguridad nacional, sobre Afganistán o cualquier otro tema, por supuesto que él estará allí”.

“Pero también sabe que parte de su compromiso con el pueblo estadounidense es controlar la pandemia, es responder al huracán y asegurarse de que las personas de Luisiana y Misisipi y otros estados en la costa del Golfo de México sepan que está haciendo absolutamente todo lo que está en su mano para garantizar que tengan electricidad”, dijo la portavoz.

Las consecuencias del huracán desataron inundaciones históricas en Nueva York y Nueva Jersey, con imágenes que garantizan la salida de Afganistán de los telediarios. Los líderes demócratas locales advirtieron de que estos acontecimientos se volverán más frecuentes y más feroces e instaron al Congreso a aprobar el proyecto de ley de infraestructura de Biden. Un tema sobre el cual el presidente estaba más que encantado de hablar.

“Los últimos días, con el huracán Ida y los incendios forestales en el Oeste y las inundaciones repentinas de Nueva York y Nueva Jersey son otros recordatorios de que estas tormentas extremas y la crisis climática están aquí”, dijo. “Tenemos que estar mucho mejor preparados. Debemos actuar. Cuando el Congreso vuelva este mes, presionaré para que avancen con mi plan Build Back Better ('reconstruir mejor')”.

El proyecto de ley de infraestructura modernizaría las carreteras, los puentes, las redes de agua, los sistemas de alcantarillado y de drenaje, redes de energía y tendido eléctrico, reforzándolas contra las supertormentas e incendios forestales, junto con inversiones enormes para combatir la crisis climática. Su aprobación como ley otorgaría un gran triunfo político a Biden para volver a encarrilar su presidencia.

Pero este escenario está lejos de estar asegurado. La Cámara de Representantes y el Senado están negociando este proyecto de ley y un paquete de 3,5 billones de dólares para invertir en el cuidado de los niños y otras prioridades sociales. Los líderes demócratas quieren aprobarlos juntos, pero los más moderados del partido se muestran reticentes. El jueves, el senador Joe Manchin dijo que los demócratas deberían “pulsar el botón de pausa” en el paquete de 3,5 billones de dólares.

“Me causa mucha curiosidad cuál será el eje para Biden”, dice Bill Whalen, investigador de la Hoover Institution. “Necesita ganar en algo. Necesita algo un poco más espectacular que un proyecto de infraestructura. Necesita una intervención divina. Necesita que un integrante del Tribunal Supremo muera de repente”.

Los republicanos no se lo pondrán fácil

Mientras tanto, los republicanos no tienen ninguna intención de permitir que Afganistán desaparezca del radar. Que el republicano George W. Bush iniciara la guerra, o que el republicano Donald Trump firmara el acuerdo con los talibanes para terminarla, no les ha impedido retratar a Biden como un hombre sobrepasado, que abandonó a más de un centenar de ciudadanos estadounidenses, miles de aliados afganos y abundante material militar.

John Bolton, que fue consejero de Seguridad Nacional con Trump y se oponía a la retirada, cree que este episodio será más “dañino” para el presidente y podría debilitar su programa. “Si compartes la opinión ampliamente aceptada de que la retirada es una debacle, es el error de Biden y eso le va a perjudicar”.

“Los demócratas en el Congreso están muy preocupados por que la percepción de incompetencia se extienda a los asuntos nacionales y que ponga en riesgo el destino del paquete de 3,5 billones y una de cualquier otra cosa”, dice. “Los demócratas de distritos en disputa que están en la Cámara y algunos otros en el Senado dicen que esta es una prueba más de que el año que viene van a tener verdaderos problemas si seguimos ciegamente a la Casa Blanca en esto”.

“Así que le esperan verdaderos problemas. Será difícil medirlo con exactitud, pero yo creo que en la política estadounidense, es muy difícil recuperar la percepción de competencia cuando la pierdes”, dice.

Un despliegue de ataques sugiere que los republicanos creen haber encontrado finalmente el talón de Aquiles de Biden. “Estoy seguro de que la Casa Blanca espera que los éxitos legislativos de este otoño le permitan 'corregir el rumbo', pero nada borrará las imágenes desgarradoras de Kabul de las últimas semanas, y el daño que le han hecho a la credibilidad de EEUU”, dice Michael Steel, que fue portavoz del expresidente de la Cámara de Representantes John Boehner.

Algunos demócratas también han expresado frustración por la retirada chapucera, y tres comités liderados por demócratas en el Senado se han comprometido con investigar los “fallos”, una rara reprimenda del propio partido al presidente. Biden también deberá enfrentarse al reasentamiento de miles de refugiados afganos, una cuestión potencialmente explosiva.

Pero los estrategas de la Casa Blanca pueden estar apostando a que el golpe en el corto plazo sea compensado por la reivindicación de haber terminado con una guerra impopular a largo plazo, ya que los ciudadanos ahora están más preocupados por los brotes de COVID-19 en los colegios. Y parafraseando a un conocido refrán afgano, los republicanos tienen los relojes, pero Biden tiene el tiempo: las elecciones de medio mandato no se celebrarán hasta noviembre de 2022.

“Afganistán será importante para los republicanos; nunca se rendirán”, dice Larry Sabato, director del Centro de Políticas de la Universidad de Virginia. “El perro ha mordido el talón. Pero para los demócratas, no, ellos se reirán y dirán: '¿Quieres regresar? ¿20 años no fueron suficientes? ¿Dos billones de dólares no fueron suficientes? ¿2.400 vidas estadounidenses no fueron suficientes?' ¿Quién gana ese debate? Es obvio que los demócratas”.

Traducción de Ignacio Rial-Schies.

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