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The Guardian en español

La izquierda colombiana se ilusiona con la candidatura de Gustavo Petro, pero teme que lo asesinen

El candidato de izquierdas a la Presidencia de Colombia Gustavo Petro.

Joe Parkin Daniels

Bogotá —

Miles de personas se congregan en la histórica Plaza de Bolívar en la ciudad colombiana de Bogotá. Algunos llevan pancartas, otros beben cerveza y bailan mientras suena música caribeña. La escena tiene lugar en un mitin electoral de Gustavo Petro celebrado la semana pasada.

Hacen tiempo para ver al hombre que esperan que pueda desafiar las expectativas en la primera vuelta de las elecciones presidenciales que se celebran este fin de semana y así acabar con la tradición de Colombia de votar a candidatos de la derecha.

Bajito y con gafas, Gustavo Petro ha sido durante mucho tiempo una espina molesta para la élite política del país. De joven fue miembro del grupo guerrillero M-19, ahora desaparecido, y después fue alcalde de la capital.

Ahora, gracias en parte a un proceso de paz con otro grupo rebelde, Petro ha logrado un número de seguidores sin precedentes para un candidato de izquierdas en Colombia y ha sacudido la ortodoxia conservadora del país.

“Por supuesto que puede ganar, mira el apoyo que tiene aquí”, señala la artista callejera Ana María Villas. “Es la primera vez en mi vida que veo a un candidato de izquierdas llegar tan lejos. Es la primera vez que me emociono por un candidato”.

Encuestas recientes sitúan a Petro en segundo lugar –por detrás de Iván Duque, candidato de derechas de línea dura– y sugieren que pasará a la segunda ronda tras las elecciones de este domingo.

Otros tres candidatos se encuentran entre Petro y Duque en el espectro político, aunque todos ellos están lejos en las encuestas. Si ningún candidato obtiene más de la mitad de los votos, una votación final el 17 de junio entre los dos principales contendientes decidirá la presidencia.

El entusiasmo que provoca Petro entre sus seguidores parece no concordar con su personalidad de estudioso: sus mítines de campaña parecen clases de sociología, con discursos dispersos que sustituyen las frases hechas por análisis históricos.

“Esta es una oportunidad única para que los ciudadanos alcancen justicia social y paz verdadera”, señala brevemente desde el escenario. A continuación hace referencia a dos reconocidas figuras de la izquierda colombiana, Jorge Eliécer Gaitán y Luis Carlos Galán, ambos candidatos a la presidencia asesinados en su momento de mayor popularidad.

“La izquierda está saliendo de la cueva”

Simbólicamente, Petro da su discurso frente al Palacio de Justicia de Colombia, un edificio asaltado por los guerrilleros del M-19 en 1985 con consecuencias desastrosas. En el posterior intento del Ejército por recuperar el edificio murieron al menos 100 personas, muchas de las cuales fueron asesinadas por soldados una vez fueron capturadas.

Petro ha restado importancia a su participación en el grupo M-19, afirmando que solo era un organizador comunitario que nunca llevó un fusil. Muchas personas trazan paralelismos entre la transformación del grupo armado a partido político y el actual proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Las FARC abandonaron las armas en junio del año pasado –poniendo fin a cinco décadas de guerra que han dejado 220.000 fallecidos y siete millones de desplazados– como parte de un proceso de paz tan polémico que inicialmente fue rechazado en referéndum en octubre de 2016.

Algunas víctimas de ese conflicto ahora ven a Petro como la mejor oportunidad para que se implemente el frágil acuerdo de paz.

“Ver a un antiguo miembro del grupo M-19 tan cerca de la presidencia es una prueba de que la paz puede funcionar y de que las armas no son la única forma de defender tus ideas”, afirma Olga Betancourt, desplazada en el año 2002 por las milicias alineadas con el Estado que buscaban expulsar a los combatientes de las FARC de su comunidad, situada en las llanuras del este del país. “Petro es el mejor candidato para la paz”, añade.

Los analistas atribuyen el éxito de Petro en su campaña electoral al cambio de actitud motivado por la desmovilización de las FARC.

“La izquierda está saliendo ahora de la cueva”, explica Sandra Borda, presidenta de la Facultad de Servicios Sociales en la Universidad Tadeo de Bogotá. “El proceso de paz ha abierto un espacio en el que pertenecer a la izquierda ya no significa asociación con grupos armados”.

El auge de Petro hubiese sido inconcebible incluso hace un año, explica Borda. “Es de destacar que Petro pueda llegar a la segunda ronda a pesar de tener a todos los medios tradicionales en su contra”, sostiene Borda, añadiendo que un uso inteligente de las redes sociales ha dado fuerza a su movimiento.

Los seguidores de Petro afirman que su popularidad de base representa una ruptura de la maquinaria política tradicional que a menudo depende de paquetes de comida y otro tipo de ayudas para ganar votos. “Estoy haciendo campaña sin la maquinaria y no tendría el apoyo que tengo ahora si la tuviera”, declaró recientemente Petro a los periodistas.

El candidato de centro derecha, Germán Vargas Lleras, del Partido Cambio Radical –que hace un año se pensaba que era el favorito–, ha sido acusado por los residentes locales de traer a gente de fuera de Bogotá para su último mitin. Paralelamente, ha circulado recientemente en las redes sociales una imagen de un ticket para acceder a comida gratis en uno de los mitines de Duque.

A pesar de su popularidad –especialmente entre los votantes jóvenes–, Petro ha recibido fuertes críticas. A menudo es percibido como una persona prepotente y distante y, siendo alcalde de Bogotá, no fue capaz de forjar consensos.

Los críticos también afirman que el candidato de izquierdas se ha mostrado reacio a distanciarse de Hugo Chávez, el fallecido presidente venezolano al que en su momento apoyó y que actualmente es culpado de los problemas actuales del país.

En marzo, la caravana de Petro fue atacada en su camino a un acto de campaña en Cúcuta, una ciudad cercana a la frontera venezolana, en medio de rumores de la existencia de un complot de asesinato.

La amenaza de la violencia política sigue preocupando a muchos de sus seguidores. “Ese es mi mayor miedo: que le maten”, señala Villas. “Y mi mayor esperanza es que eso no ocurra”, añade.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

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