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The Guardian en español

Los Verdes cogen fuerza en Alemania, pero el país está fracturado

Los Verdes registran un fuerte avance en las elecciones europeas alemanas.

Anna Lehmann

Los verdes alemanes tuvieron que pincharse para terminar de creerse sus resultados. En la noche de las elecciones europeas, los líderes más destacados del partido dieron saltos cuando los medios de comunicación anunciaron los primeros, y todavía inciertos, resultados. La columna verde llegaba al 20% —y más arriba—, situándose cerca de la de color negro del partido Unión Demócrata Cristiana de Alemania de Angela Merkel, que se hizo con el 22,6% de los votos. Cuando finalmente terminó el recuento, el presidente del partido, Michael Kellner estaba radiante.

Esa noche, el partido de los Verdes casi duplicó sus escaños en el Parlamento Europeo y superó a los socialdemócratas, el antiguo “partido del pueblo”. Una victoria histórica para nosotros, un desastre histórico para ellos.

A lo largo y ancho de Europa, los partidos ecologistas experimentaron una discreta subida pero en ningún otro sitio fue tan aplastante como en Alemania. De hecho, la semana pasada se publicó una encuesta que refleja que en unas elecciones nacionales el partido de los Verdes conseguiría superar por primera vez al partido conservador de Merkel.

Sin duda, el éxito de los verdes en Alemania está relacionado con la debilidad de la coalición gobernante de cristianos y socialdemócratas. Ambos partidos tienen problemas de imagen, en parte debido a sus líderes. La presidenta de los socialdemócratas, Andrea Nahles, acaba de dimitir tras los desastrosos resultados del partido en las elecciones europeas. En los últimos 15 años el partido ha tenido diez líderes distintos.

Sin embargo, esta ola verde no se debe únicamente al fracaso de sus rivales. Ridiculizados durante décadas por ser unos “nerds” ecologistas y “abrazadores de árboles”, los verdes han conseguido llegar al corazón de la clase media progresista y captar la esencia del espíritu del zeitgeist. Algunas cuestiones relacionadas con el ecologismo, como la protección del medio ambiente, la emergencia por el cambio climático y las energías renovables ya preocupan al ciudadano de a pie.

El vegetarianismo y la comida sin químicos son opciones populares de estilo de vida. Tras un verano extremadamente caluroso y el escándalo del gasóleo protagonizado por el fabricante de automóviles alemán Volkswagen, cada vez más personas se cuestionaron la noción del crecimiento ilimitado y el uso sin freno de los recursos naturales.

A lo largo y ancho de Europa, los alumnos se están saltando clases para participar en protestas contra el cambio climático y proteger su futuro. Los verdes están subidos a esta ola mientras que otros partidos políticos nadan por primera vez en aguas abiertas. Uno de cada tres electores alemanes de menos de 30 años votó a los Verdes en las pasadas elecciones europeas. En comparación, solo el 13% votó a los democratacristianos y un 10% a los socialdemócratas. No es difícil predecir qué partido crecerá en el futuro y qué partidos podrían perder peso.

Lo cierto es que hay otra razón por la que los Verdes han ganado popularidad. Tras el verano de 2015, cuando cientos de miles de personas refugiadas llegaron a Alemania, el nuevo partido de extrema derecha, Alternativa por Alemania (AfD), se fortaleció, fomentando el resentimiento y el miedo contra los migrantes. Aunque algunos políticos verdes se comprometieron a respaldar las deportaciones, en general el partido consiguió abogar por una política abierta de migración y fue un firme defensor de un programa a favor de Europa. 

Los Verdes son la antítesis del creciente nacionalismo, el euroescepticismo y el sentimiento de hostilidad frente a los migrantes que prevalece en el continente. Así que en el contexto de una sociedad profundamente fragmentada, el éxito de los verdes y el crecimiento de la extrema derecha son dos caras de la misma moneda.

La AfD obtuvo el 11% de los votos en las elecciones europeas. En comparación con las elecciones nacionales de 2017, el partido perdió apoyos y en comparación con el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia, o la Liga de Matteo Salvini en Italia, sus resultados fueron moderados. En los estados del este de Alemania, Sajonia y Brandeburgo, la AfD se convirtió en el partido dominante, excepto en Leipzig, la principal ciudad de Sajonia, donde por primera vez en tres décadas los Verdes se convirtieron en el partido más fuerte.

A veinte kilómetros de Leipzig, en el pequeño pueblo de Kieritzsch, una de cada dos personas dio su voto a la AfD. Puede que esté relacionado con el hecho de que Kieritzsch esté situado al lado de una mina a cielo abierto. Para el año 2038, Alemania dejará de producir electricidad generada a partir de carbón y cerrará las minas. Los verdes quieren acelerar este proceso. La AfD, por otro lado, niega que el cambio climático sea el resultado de la actividad humana y mantendría la planta.

Debido a su avance en las grandes ciudades, los Verdes propician que se intensifique la brecha entre las zonas urbanas y las escasamente pobladas, entre los jóvenes y los mayores, entre los que defienden la globalización y los que la temen. Así que si quieren reconciliar a los diferentes grupos, la formación también tendrá que prestar atención a cuestiones sociales como, por ejemplo, cómo se pagará, y quién pagará, el coste de la transición de la energía sucia a la limpia, de los coches impulsados por combustibles fósiles a los vehículos eléctricos. ¿Lo harán los habitantes de las zonas que hoy dependen de las centrales de carbón y de las minas, o los propietarios de los coches de gasóleo?

Cuando Emmanuel Macron, en Francia, anunció un impuesto sobre el combustible, se enfrentó a un movimiento nacional de chalecos amarillos. Su experiencia demuestra que las cuestiones ecológicas y las sociales deben ser abordadas de forma conjunta. Es por este motivo que los Verdes tienen que prestar más atención a las cuestiones de política social. Hace unas semanas presentaron su modelo de ingreso básico para todas las familias con hijos. Para que se materializara tendrían que formar una alianza con los socialdemócratas y el partido de izquierdas, Die Linke. En este momento, el partido verde se siente lo suficientemente fuerte como para ignorar el acercamiento de estos partidos y dejar todas las opciones abiertas. Pero esta no funcionará a largo plazo.

Si la formación no consigue conciliar la agenda social y la medioambiental, corre el riesgo de ser vista como parte de una élite complaciente, y serán atacados por los que no se sienten representados. Una lucha como esta, que deja al sistema político y a la sociedad hecha trizas, ya se puede ver en el Reino Unido. Están advertidos.

Anna Lehmann es editora del periódico berlinés Die Tageszeitung.

Traducido por Emma Reverter

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