Donald Trump es esa persona que se puso a sí mismo la medalla del premio de la Paz de la FIFA creado por su amigo Gianni Infantino para él mismo. Trump quiere el premio Nobel de la Paz. No soporta que lo tenga Barack Obama y él no. Es algo que marca las prioridades de su agenda, que confluye con los aranceles como herramienta coercitiva para doblar voluntades del otro. Y, así, el presidente de EEUU presume cada día de haber resuelto ocho guerras a través de acuerdos de paz logrados, en algunos casos, según dice, gracias a la presión ejercida con la amenaza de los aranceles.
Pero, ¿cuál es la realidad? ¿Qué hay de verdad en esas ocho guerras y ocho paces que dice haber conseguido la misma persona que acumula 15.000 soldados y un portaaviones frente a Venezuela mientras ordena más de 100 ejecuciones extrajudiciales en el Caribe y el Pacífico Oriental?
Camboya y Tailandia
Un conflicto armado de cinco días, una declaración de intenciones de alto el fuego y agradecimiento a Trump y vuelta a las andadas. En efecto, en el pasado julio, los líderes tailandeses y camboyanos emitieron una declaración conjunta en la que reconocieron al presidente de EEUU su papel en parar el conflicto... temporalmente: a principios de diciembre, Tailandia volvió a lanzar ataques aéreos contra Camboya, con el argumento de que es una respuesta a un ataque camboyano que mató a un soldado tailandés.
La Casa Blanca, por su parte, ha respondido que espera que ambos gobiernos cumplan con sus compromisos. El secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, ha asegurado que Washington está “dispuesto a facilitar las conversaciones para garantizar la paz y la estabilidad entre Camboya y Tailandia”.
Ambos países comparten una disputada frontera de 814 kilómetros y una enemistad de décadas. Mientras a finales de julio Camboya respondía a los ataques de Tailandia con artillería y el número de víctimas aumentaba, decenas de miles de civiles a ambos lados de la frontera huyeron.
Dos días después, el 26 de julio, Trump intervino: “Casualmente, estamos negociando sobre comercio con ambos países, pero no queremos llegar a ningún acuerdo con ninguno de ellos si están en conflicto. ¡Y se lo he dicho!”.
La amenaza pareció funcionar, y el 28 de julio, Trump anunció que se había alcanzado un alto el fuego: “He puesto fin a muchas guerras en solo seis meses. ¡Estoy orgulloso de ser el Presidente de la PAZ!”.
El 7 de agosto, Tailandia y Camboya llegaron a un acuerdo para reducir las tensiones en su frontera común.
Las partes se comprometieron a ampliar el acuerdo en octubre, pero la violencia ha resurgido en diciembre con ataques aéreos de Tailandia sobre Camboya. Tras más de 100 muertos y varios días de ataques, ambos países han acordado un nuevo alto el fuego en las últimas horas.
República Democrática del Congo y Ruanda
El 4 de diciembre, en el recién nombrado Instituto para la Paz, Donald Trump participó en una ceremonia de firma del acuerdo de paz con los líderes de ambos países, Félix Tshisekedi, de Congo, y Paul Kagame, de Ruanda. El propósito del acuerdo son las alianzas económicas y el apoyo a posibles oportunidades de inversión en minerales críticos, energía y turismo.
Pero lo cierto es que la guerra continúa, entre otras cosas porque el acuerdo nunca fue firmado por la principal coalición rebelde, que actualmente libra la mayor parte de los combates. El 8 de diciembre una bomba causó la muerte de más de 30 personas en el este de República Democrática del Congo.
El pacto del 4 de diciembre llegó tras meses de negociaciones entre Estados Unidos, la Unión Africana y Qatar, y tras un acuerdo previo en junio sobre seguridad, compromisos para dejar de armar a grupos locales y para el retorno de las poblaciones de refugiados desplazadas desde el genocidio ruandés de 1994.
Trump celebró el acuerdo negociado en junio como “un glorioso triunfo para la causa de la paz”, a pesar de que una de las principales partes en el conflicto, el M23, no participó en el acuerdo estadounidense y continúa operando.
El acuerdo de junio prometía la expansión de inversiones facilitadas por el Gobierno estadounidense y entidades privadas, con la idea de aprovechar las reservas minerales de la región, valoradas en 24 billones de dólares por el Departamento de Comercio de EEUU.
“Es ante todo un acuerdo sobre minerales, y en segundo lugar, una oportunidad para la paz”, escribió Lewis Mudge, director de Human Rights Watch para África Central, en un comunicado.
En conclusión: los acuerdos negociados por EEUU no han conducido al fin de los combates.
Etiopía y Egipto
La supuesta paz en este caso se refiere a un conflicto que no es una guerra, si bien desde hace tiempo existen tensiones entre ambos países por una presa en el río Nilo.
La Gran Presa del Renacimiento Etíope se terminó este verano, y Egipto argumentó que el agua que recibe del Nilo podría verse afectada. Tras 12 años de desacuerdo, el ministro de Asuntos Exteriores egipcio declaró el 29 de junio que las conversaciones con Etiopía se habían estancado.
Trump declaró: “Si yo fuera Egipto, querría el agua del Nilo”. Prometió que Estados Unidos resolvería el asunto rápidamente.
En realidad, no se ha llegado a un acuerdo formal entre Egipto y Etiopía para resolver sus diferencias. Y las pretensiones sobre la presa nunca han llegado al punto de una guerra real.
Egipto y Etiopía llevan años en desacuerdo por los derechos de agua y la gigantesca presa hidroeléctrica ubicada en Etiopía sobre el Nilo Azul, un importante afluente del Nilo río arriba de Egipto. El Cairo teme que la presa, cuya construcción comenzó hace 14 años, pueda privar a Egipto de su parte de las aguas del Nilo.
Trump intentó mediar en la disputa durante su primer mandato, pero las negociaciones se estancaron.
Ahora las tensiones entre ambos países parecen haber disminuido, y puede deberse en parte también a las fuertes lluvias. A Egipto le preocupa sobre todo cómo Etiopía gestionará la presa en tiempos de sequía.
Serbia y Kosovo
Esta es otra supuesta guerra que no es tal, lo que no ha sido óbice para que la Administración Trump haya afirmado que ha evitado el estallido de una nueva guerra entre ambos países, aunque no ha aportado una sola prueba de ello.
Lo cierto es que Serbia y Kosovo no han estado involucrados en un conflicto activo desde finales de la década de 1990.
El 27 de junio, Trump afirmó haber evitado el estallido de hostilidades entre ambos países, declarando: “Serbia y Kosovo iban a enfrentarse, iba a ser una gran guerra. Les dije que se enfrentaran, que no hay comercio con EEUU. Dijeron: bueno, quizá no nos enfrentemos”.
El presidente de Kosovo respaldó la afirmación de Trump, afirmando que Serbia había planeado atacar Kosovo en mayo antes de su intervención. El presidente de Serbia, Aleksandar Vucic, ha negado cualquier plan de ataque.
Los dos países firmaron acuerdos de normalización económica en el Despacho Oval con Trump en 2020, pero tampoco estaban en guerra en ese momento.
Israel y Hamás
Más que una guerra, era un genocidio cometido por Israel. Y más que una paz, se ha firmado un alto el fuego que lleva 400 palestinos muertos desde su supuesta entrada en vigor en octubre.
En efecto, los ataques allí han continuado desde el acuerdo de alto el fuego de octubre, al tiempo que la segunda fase de ese acuerdo aún no se ha puesto en marcha.
Israel y Hamás anunciaron en octubre que aceptaron un acuerdo de alto el fuego para poner fin a más de dos años de genocidio israelí en Gaza, con más de 70.000 palestinos asesinados.
En los días y semanas transcurridos desde entonces, Hamás ha devuelto a Israel a todos los rehenes vivos y los restos de todos los rehenes israelíes menos uno. Israel, por su parte, ha seguido golpeando Gaza con ataques aéreos, lo que supone una violación del alto el fuego.
El futuro de Gaza sigue siendo incierto. El alto el fuego fue escaso en detalles sobre cómo se avanzaría con los pasos iniciales hacia la segunda fase, donde se espera que ambas partes aborden cuestiones como el desarme de Hamás, la gobernanza de Gaza, la seguridad en el enclave y la reconstrucción.
Hamás no parece estar dispuesta al desarme, y los países que han indicado estar dispuestos a enviar tropas para asegurar Gaza afirman que no quieren hacerlo hasta que Hamás entregue las armas.
Al igual que gran parte de la diplomacia de la Administración Trump, el alto el fuego en Gaza también tiene un fuerte componente económico. El plan de Trump, en el que no parece que hayan tenido gran participación los palestinos, prevé una “Junta de Paz” que supervisaría la gobernanza y la reconstrucción presidida por el presidente de EEUU.
El plan establece específicamente que la junta trabajará con Israel y los aliados de Estados Unidos en el Golfo Pérsico, los cuales se espera financien gran parte de la reconstrucción. Sin embargo, las naciones del Golfo tampoco quieren comprometer fondos para la reconstrucción hasta que Hamás se desarme.
Israel e Irán
Ambos países se lanzaron misiles durante 12 días en junio. Y el intercambio acabó cuando el presidente de EEUU ordenó ataques aéreos contra tres instalaciones nucleares iraníes.
A continuación, la Administración Trump ha estado presionando para un alto el fuego oral, que se ha mantenido.
“Básicamente, tenemos dos países que han estado luchando tanto tiempo y con tanta intensidad que no saben qué demonios hacen”, declaró Trump a la prensa cuando los ataques lanzados por ambos bandos amenazaron el alto el fuego en sus inicios.
En las semanas previas al bombardeo, Trump había defendido un acuerdo nuclear actualizado con Irán.
India y Pakistán
Es un conflicto histórico cuyo último conato ocurrió tras un ataque en abril que provocó una espiral con drones y misiles.
Tras 10 días de conflicto entre dos potencias con armas nucleares, India y Pakistán acordaron un alto el fuego el 10 de mayo. Trump afirmó haber evitado la escalada de la confrontación.
Pakistán elogió a Trump como pacificador. Sin embargo, India negó la participación de Estados Unidos, una postura que parece haber contribuido al debilitamiento de la amistad entre Trump y el primer ministro indio, Narendra Modi.
Trump se ofendió por la falta de reconocimiento e impuso un arancel del 50% a India en agosto, en medio de una disputa comercial, en parte por las importaciones de petróleo ruso de India.
Armenia y Azerbaiyán
Es un conflicto que se remonta a décadas. En agosto, los líderes de Armenia y Azerbaiyán se reunieron en la Casa Blanca cuando el presidente Trump firmó una declaración para buscar la paz. Pero aún no se ha alcanzado un acuerdo de paz definitivo.
La población armenia de Nagorno-Karabaj, un enclave administrado durante mucho tiempo por Armenia dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas de Azerbaiyán, huyó en septiembre de 2023 cuando las fuerzas azerbaiyanas tomaron el territorio por la fuerza.
Tras cuatro décadas de conflicto, los líderes de Azerbaiyán y Armenia firmaron en agosto en la Casa Blanca un acuerdo que incluía un marco de paz para resolver la disputa de Nagorno-Karabaj. “Ha sido mucho tiempo, 35 años de lucha, y ahora son amigos, y lo serán por mucho tiempo”, declaró Trump ante las cámaras durante la ceremonia de firma.
En virtud del acuerdo, EEUU ha conseguido los derechos exclusivos para desarrollar un corredor que une Azerbaiyán con el territorio en disputa de Najicheván, un enclave rico en recursos energéticos ubicado entre Armenia, Irán y Turquía.
El corredor, denominado Ruta Trump para la Paz y la Prosperidad Internacionales (TRIPP), podría cambiar el equilibrio de seguridad regional, brindando a Estados Unidos un punto de apoyo entre Irán y Rusia y ofreciendo a Turquía un nuevo acceso comercial a Asia.
En conclusión: lo que los líderes firmaron el 8 de agosto fue principalmente una asociación económica, no un acuerdo de paz completo.