El ahorro energético se ha convertido en un pilar fundamental de la hoja de ruta de la Unión Europea y de sus Estados miembros, en su objetivo de reducir la dependencia de los combustibles fósiles de Rusia y garantizar la seguridad de suministro en el Viejo Continente.
Iniciativas de concienciación ciudadana, restricciones en el termostato -por el momento, sólo en edificios públicos- y el fomento de la movilidad sostenible, incluido el impulso al uso de la bicicleta, son ahora una herramienta más de los respectivos gobiernos de cara a materializar el gran reto de la transición energética.
Planes como el “Repower EU”, de la Comisión Europea, o el de ahorro y eficiencia energética de la Administración General del Estado, recién aprobado por el Gobierno, incorporan algunas de estas campañas, enfocadas como una solución a corto plazo ante la crisis de precios, la inflación y la incertidumbre geopolítica.
Las metas de Bruselas pasan por reforzar esa unión, prácticamente sin precedentes, que caracterizó su respuesta a la pandemia, como se está viendo con la propuesta de alternativas como la negociación conjunta para la compra de gas, aún en fase de estudio a la espera de que se diseñe un mecanismo legal completo.
No obstante, el progresivo encarecimiento de las materias primas y la crisis en Ucrania han devuelto a la mesa de los gabinetes de los 27 el debate de las interconexiones eléctricas y gasistas, especialmente entre España y Francia, consideradas esenciales para mejorar la solvencia energética de la región.
Con información de EFE.