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Análisis Eidolon, un viaje interior en forma de videojuego

Eidolon

Daniel Moreno

Ya hemos hablado más de una de la ‘Revolución Indie’ y de todo lo que ha significado a la hora de influir en la actual industria del videojuego e incluso en los propios jugadores, quienes cada vez demandan propuestas más novedosas. Los juegos indies nos han abierto la mente a muchos de nosotros, descubriéndonos un nuevo mundo de posibilidades o bien haciéndonos recordar sensaciones pasadas, aunque bien es cierto que no todo son rosas en el jardín, dado que tampoco escasean las propuestas pobres, clónicas, incompletas o incomprensibles.

No son pocos los juegos indies que resultan extraños, sumamente confusos en las manos de según qué jugador, consiguiendo tanto detractores como defensores. Tenemos a los que dicen que el problema está en el juego, mientras que por otro lado tenemos a los que opinan que el problema está en el jugador que no lo comprende o sabe disfrutar.

Es por ello que analizar un título de estas características se hace más complejo, entrando muchas veces en juego cuestiones subjetivas que poco tienen que ver con que algo funcione o no. En definitiva, hay que acercarse a títulos como el que hoy nos ocupa, Eidolon, con la mente abierta y pocos perjuicios.

¿Cómo clasificaríamos Eidolon? Resulta difícil, puesto que cuenta con tantos elementos extraños como familiares. Básicamente es una oda a la naturaleza, un título de supervivencia de esos tan de moda hoy en día en el que nuestros peores enemigos serán los propios elementos. El hambre, el frío, el cansancio, las enfermedades o una mala caída pueden provocar el final de nuestro deambular por unos paisajes aparentemente sacados de una caja de lápices Alpino, con verdes praderas, frondosos bosques y azules lagos, todo muy colorido y poligonal, tal y como podéis ver en las imágenes que acompañan este análisis.

Pero el peor enemigo de Eidolon es el hecho de que nunca hay la menor indicación sobre lo que hacer a continuación. Simplemente despertamos, sin más, en mitad de un bosque y comenzamos a andar. No hay diálogos. Durante los primeros minutos no hay siquiera una sola pista que nos indique hacia dónde ir o qué encontraremos al trepar por aquella ladera. Nos sentiremos así totalmente perdidos y desorientados, como si nos hubiésemos teletransportado desde la silla en la que ahora escribimos hasta una región inhóspita de los Alpes suizos.

Comenzaremos pues a caminar sin rumbo alguno. Y qué decir, se hace pesado. Se hace pesado porque no tenemos superpoderes, no somos un soldado yanqui infatigable en su misión por salvar al mundo ni tenemos a mano un triste todoterreno. Andaremos tal y como anda una persona normal y corriente, y si queremos correr lo haremos, pero no como en Assassin’s Creed, no con los pulmones y las piernas de Usain Bolt. Los primeros momentos por lo tanto en Eidolon resultan tediosos, aunque bien es cierto que si respiramos con fuerza podemos llegar a captar el sentido naturalista del juego, con unos entornos que nos hacen sentir que realmente somos tan sólo un hombre en la inmensidad. Sin móviles, sin armas de fuego, sin ventaja alguna con respecto a una ardilla, un zorro o un ciervo. Sólo carne y huesos en mitad del bosque. Y ese sentimiento no tiene precio, aunque provenga de un producto virtual.

Después de dar muchas vueltas, casi como de forma aleatoria, nos topamos con nuestro primer instrumento, un arco con el que poder cazar. Sin duda alguna nos viene bien, porque estamos ya un poco hartos de alimentarnos a base de setas y moras del bosque, aunque bien es cierto que toparnos cara a cara con un animal al que disparar no será fácil. ¿Tú sabrías cazar así sin más?

Más tarde encontramos algún que otro relato bien en forma de diario o en forma de prensa escrita, una brújula y una especie de mapa dibujado a mano, lo que nos servirá para marcar libremente nuestro primer objetivo en Eidolon más allá de no perecer al frío y a la hambruna.

Poco vamos a desvelar más allá de este punto. Basta decir que pronto pasaremos de sentirnos un Boy Scout perdido en el bosque para sentir que somos el último hombre vivo de la Tierra, lo cual significa una mayor dosis de intriga y misterio, combinando el naturalismo con ciertas dosis de ciencia ficción.

Desde el punto de vista artístico Eidolon es realmente peculiar. Aquí no creemos que haya términos medios. Unos lo odiarán. No lo comprenderán, se sentirán realmente estafados. Sin embargo otros tantos usuarios (esperamos que la mayoría) verán en él una propuesta distinta, colorida y con una buena multitud de matices que lo hacen bello y sobrecogedor en ocasiones. Pasear durante minutos entre una interminable espesura mientras cae la noche para llegar a un claro y toparte con un cielo estrellado es realmente embriagador, al igual que la leve niebla sobre un lago al amanecer.

La música y los efectos de audio por su parte cumplen a la perfección. De hecho son un punto realmente destacable dado que no le quitan protagonismo alguno al juego, acompañando siempre en segundo plano pese a su sobrada calidad y buen gusto.

Una propuesta diferente, no apta para todos los públicos.

En definitiva, nos encontramos ante un título que tendrá que vérselas con las muchas formas de ver el mundo de los jugadores de hoy. Unos verán en él toda una joya, sobre todo los amantes de los juegos de supervivencia y las propuestas que se salen un tanto de lo común, mientras que otros tantos no sabrán entenderlo, y sinceramente, ambos puntos de vista son tan comprensibles como respetables.

En especial si no tienes noción alguna de inglés te costará sumergirte en Eidolon, dado que los pocos textos que encuentres, únicas pistas sobre el trasfondo del juego, no cuentan con traducción al castellano, de forma que te sentiras aún más perdido, confuso y desorientado. Y si ya para colmo no tienes paciencia con los juegos lentos, con aquellos que requieren de que te sientes frente al PC sin agobio alguno y sin la necesidad de desfogarte descargando plomo, estás completamente perdido. Este juego no es lo tuyo.

Lo mejor:

  • Su peculiar apartado gráfico y artístico, capaz de hacernos sentir realmente inmersos en la naturaleza.
  • La apuesta por la supervivencia sin indicaciones ni facilidades.

Lo peor:

  • Puede resultar confuso y cuenta con un desarrollo muy lento.
  • La sensación de no tener ningún objetivo claro puede resultar desalentador.
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