Bayas de Goji y otros 'alimentos mágicos'

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Famosos como la cantante Madonna y las actrices Liz Hurley y Mischa Barton declaran su afición por estos frutos, a los que atribuyen grandes propiedades beneficiosas para la salud. Entre otras cosas, se ha dicho de ellas que tienen más vitamina C que las naranjas, más betacaroteno que las zanahorias y más hierro que la carne roja. Los más entusiastas aficionados a este alimento han llegado a colgarle la etiqueta de “Viagra en forma de fruta” y “anticelulítico” y aseguran que mejora al momento el estado de ánimo de quienes las consumen. Sin tanto entusiasmo, sí está comprobado que el betacaroteno que contienen las bayas puede ser beneficioso desde el punto de vista de la salud cardiovascular, reducir el riesgo de cáncer y proteger la piel de los daños causados por la exposición solar excesiva. En eso no serían muy diferentes, por ejemplo, del tomate. Un equipo de dermatólogos británicos presentaba en el último congreso anual de su sociedad científica un estudio que demuestra que añadir cinco cucharadas de salsa de tomate a la dieta mejora las condiciones de la piel frente a la agresión de los rayos solares que causan envejecimiento e incluso cáncer de piel. El hallazgo es consecuente con otras investigaciones sobre alimentos ricos en sustancias antioxidantes y sus efectos protectores sobre la salud.

Ante una oferta tan amplia de alimentos con supuestas o reales propiedades ‘cuasi’ medicinales, el consumidor puede encontrarse un panorama bastante confuso. Aunque no cuestiona las virtudes de las bayas en sí, la bióloga Mercedes Aguirre Lipperheide, experta en nutrición y autora de la “Guía Práctica de la Salud para la Infancia y Adolescencia”, va más allá y recuerda que cuidar la alimentación “es más que hacer caso a las modas que se presentan de vez en cuando”. A su entender, independientemente de que un alimento u otro salte a los medios de comunicación como el último “remedio para todo”, es crucial conocer cuáles son los alimentos que mejor nos sientan, cómo consumirlos y cómo combinarlos. “En general, está claro que comemos inmensamente peor que nuestros abuelos, que los alimentos que nos venden son de peor calidad y que nuestra salud se resiente por ello”. Sin necesidad de convertirse en un experto, ella apuesta por elegir los alimentos menos procesados: “Los precocinados y similares están cargados de sustancias nocivas, y hay que evitarlos a toda costa”.

Centrándose en un componente de numerosos alimentos, Aguirre indica que “a muchos podría parecerles algo exagerado pensar que la ‘fibra’ pudiera tener una importancia significativa en nuestra salud. Sin embargo, más de uno se quedaría sorprendido al conocer las implicaciones que su falta puede tener en nuestro bienestar”. De nuevo sin decantarse por ningún ‘alimento estrella’, de los cuales no es partidaria, esta experta recomienda “hacer una autorreflexión e intentar hacer esfuerzos por que los alimentos con fibra ocupen un lugar destacado en nuestra dieta y no sean algo anecdótico”. “Una dieta rica en fibra –añade- contribuye a reducir los problemas de colesterol, cálculos biliares, estreñimiento, piedras de vesícula, varices y almorranas, así como la incidencia del cáncer de colon y recto, además de apoyar de manera indirecta a nuestra salud cardiovascular”. Como principio general, no existen alimentos mágicos: “Hay que saber qué se come y elegir lo mejor para nuestro organismo. Ahí está la magia”, declara.

ERES LO QUE COMES

En palabras de esta especialista, “’Eres lo que comes’” es más que una frase hecha. Es una realidad que constatan las ciencias de la salud desde sus primeros pasos“.

Otra recomendación general que valora como muy útil es la famosa pirámide alimenticia. “Se trata de un esquema muy visual que pone de relieve la gran variedad de alimentos que pueden formar parte de nuestra dieta, junto con las proporciones de los mismos recomendadas para cada grupo de alimentos con el fin de mantener una dieta equilibrada”, explica. Por regla general, se recomienda incluir mayor cantidad de alimentos de los niveles más bajos (primer nivel) y una menor cantidad de los alimentos que aparecen en los niveles superiores de la pirámide. La pirámide consta de cinco niveles: El primero, la base, incluye los cereales, el pan, el arroz, las harinas, las patatas, la pasta etc. “Son los alimentos de los cuales recibimos los mayores aportes de energía. La cantidad consumida está en función de la constitución, sexo, edad y grado de actividad asociado a la persona (para una misma edad y sexo, la persona más activa requiere más que una sedentaria)”. En el segundo hay dos grupos de alimentos, las frutas y las verduras, “importantes fuentes de vitaminas, minerales y fibra”. Lácteos y carnes, pescado, pollo, huevos y legumbres secas conforman el tercer nivel: “El consumo de estos elementos debe ser inferior al de los elementos de los niveles anteriores”. En el cuarto están principalmente aceites, grasas, mantequilla, margarina y aquellos alimentos que contienen una importante cantidad de grasas, como las aceitunas o frutos secos. La consigna en este apartado es “consumo moderado”. El quinto y último, la cúspide de la pirámide, es el azúcar, la miel y los alimentos que los contienen. También se recomienda un consumo moderado.

Más que buscar alimentos concretos, sujetos a las modas y no siempre disponibles (ni, desde luego, baratos) para la bióloga el secreto de una alimentación inteligente reside en “diversificar, comer variado y con moderación y evitar los alimentos dañinos para nuestro organismo”.

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