El césped puede esperar
Hoy se cumple un año de aquella DANA que arrasó pueblos enteros de la Comunitat Valenciana y se llevó por delante la vida de 237 personas. Doscientas treinta y siete. No son una cifra. Son nombres, familias, abrazos rotos, casas vacías, sillas que siguen esperándoles. Y hoy, por fin, el país entero se detiene para rendirles homenaje en una ceremonia civil en Valencia presidida por el Jefe del Estado y acompañada por todos los miembros del Gobierno, por los familiares, por los equipos de emergencia, por los que sobrevivieron.
Allí estarán también la mayoría de los presidentes autonómicos. Representan a sus comunidades, sí, pero también representan algo más profundo: la solidaridad de todo un país que, cuando la tragedia golpea, sabe responder. Y La Rioja, como tantas otras veces, estuvo allí. Voluntarios riojanos que dejaron sus trabajos para viajar a limpiar barro, asociaciones que organizaron recogidas de ropa, empresas que enviaron alimentos y material de primera necesidad. Nos volcamos. Estuvimos presentes. Hicimos lo que había que hacer.
Por eso, me cuesta entender -y la verdad es que me indigna profundamente-, que el presidente de La Rioja, Gonzalo Capellán, haya decidido no acudir a ese homenaje nacional. Hoy, mientras España honra a sus muertos, Capellán estará en Navarrete inaugurando el nuevo césped del campo de fútbol San Miguel.
Y no, no tengo nada en contra del fútbol, ni de los navarretanos, ni del césped recién estrenado. Pero hay prioridades, y hay momentos que no admiten excusas. El césped de Navarrete puede esperar a ser pisado cualquier otro día. Hoy no era el día del césped. Hoy era el día -el único día- de cumplir con el deber moral de estar junto a las víctimas y sus familias.
No estar en Valencia no es solo un fallo de protocolo; es algo mucho más grave. Es dejar a los riojanos en mal lugar. Es dar la espalda al espíritu solidario que demostramos entonces, cuando no dudamos en arrimar el hombro. Es enviar el mensaje equivocado: que a La Rioja le da igual. Y eso, sencillamente, no es verdad.
Me pregunto qué pensará ese voluntario riojano que pasó días quitando barro con sus propias manos, o aquella asociación que organizó una recogida urgente de alimentos, al ver que su presidente no considera necesario estar hoy en Valencia. ¿Qué pensará cuando vea a los demás presidentes autonómicos allí, menos al suyo?
Porque no se trata de una foto ni de un protocolo. Se trata de empatía, de respeto, de humanidad. De saber dónde hay que estar cuando el país se reúne para recordar a los que ya no están. Y de entender que, a veces, representar a tu gente implica renunciar a la comodidad o al aplauso fácil de una inauguración local.
El presidente Capellán tiene derecho a decidir su agenda, por supuesto. Pero los riojanos también tenemos derecho a sentir vergüenza ajena por una decisión que no nos representa. Porque La Rioja es una tierra solidaria, generosa, que no se queda al margen cuando otros sufren. Lo demostramos hace un año, y lo volveríamos a demostrar mañana si hiciera falta.
Y es que hay días que definen a las personas y también a las instituciones. Hoy era uno de ellos. Y el presidente de La Rioja ha decidido estar en el lugar equivocado.
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