Suecia estará al mando de la Unión los próximos seis meses
Suecia asumió ayer la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea con la esperanza de conducir a los Veintisiete fuera de la recesión económica y propiciar el éxito de las negociaciones internacionales sobre el cambio climático.
Una de sus prioridades será coordinar las políticas nacionales ante unos déficits presupuestarios que se han disparado debido a los esfuerzos de algunos países miembros por impulsar el crecimiento y mantener a flote los bancos.
Otro de los retos del país escandinavo es hacer frente a la elevada tasa de desempleo que padece en estos momentos toda la Unión. La principal tarea de Suecia será sentar las bases para una nueva estrategia de crecimiento y empleo de cara a la siguiente década, ya que la estrategia actual, adoptada en 2000, expira el año próximo.
El gobierno sueco intentará que durante su legislatura, que durará seis meses, se apruebe una normativa más estricta para vigilar el sector financiero. Este país se encargará también de preparar la posición de la UE para la reunión del G-20 prevista en septiembre.
Con respecto a las politicas de medio ambiente, Suecia tiene como prioridad máxima un acuerdo contra el cambio climático que podría aprobarse en la cumbre de las Naciones Unidas el próximo diciembre en Copenhague. En este sentido, el primer ministro sueco, Fredrik Reinfeldt, cree que el problema requiere una respuesta planetaria, para la cual “debemos mantener unida a la UE y dar prueba de liderazgo europeo”.
En las negociaciones previas a la conferencia, Suecia insistirá en la propuesta europea de profundos recortes a las emisiones de dióxido de carbono e intentará lograr el consenso sobre la financiación de la lucha contra el calentamiento global, sobre todo en los países en desarrollo.
Este país asume la presidencia de la Unión en un momento de grandes cambios para Europa: un nuevo Parlamento surgido a raíz de las elecciones de junio, la próxima renovación de los miembros de la Comisión y un nuevo referéndum sobre el Tratado de Lisboa que deberá celebrarse en Irlanda, tras el intento fallido del pasado verano que supuso un golpe para la ratificación del documento. Para que entre en vigor, todos los países miembros deben aceptar el Tratado.
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