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Sobre este blog

Desde el año 2005, Juan Mal-herido hace públicas sus opiniones sobre libros, lencería y trastornos de identidad. En este espacio, se centrará en los trastornos de identidad. Creado por Alberto Olmos

Lástima que sea una perdida

Juan

Chicago —

A veces hay que ser valiente como lector y enfrentarse a un libro complejo; es decir, a un best seller.

Hace tiempo traté de leer Cementerio de animales, de Stephen King, y lo dejé en la página 30 porque no entendía nada. Había demasiados personajes, demasiados parentescos, muchas frases sin relación alguna con la frase inmediatamente anterior: fui incapaz. Estos son mis límites.

Y con ellos declarados llego a Perdida, de Gillian Flynn, una ex crítica de televisión que ha escrito una de esas novelas que dan mucho dinero, y acaban en Hollywood. Reese Whitherspoon, dicen.

Es difícil hablar de Perdida, no sólo porque, como best seller, me supera, sino también porque toda su gracia y su efecto proceden de un único giro en la trama, giro que uno no querría desvelarle a sus futuros lectores, obviamente. Tampoco es fácil comentar -pero debe hacerse- la imagen que transmite el libro sobre las mujeres: “puta zorra” aparece unas cien veces en sus páginas. Tacos, todos los que quieran.

Tenemos a Amy y a Nick, matrimonio. Ella es rica y guapa y estupendísima; él, “escritor en paro”. Por eso digo que no entiendo los best seller: ¿qué se supone que es un “escritor en paro”? ¿Pueden los escritores estar en paro? ¿Cuándo? ¿Cuando no escriben? Cuando no escriben no son escritores; cuando uno deja de conducir trenes ya no es ferroviario. Escritor en paro.

En fin.

Pues el escritor en paro pierde a su mujer: un día vuelve a casa y ella no está. La casa, el salón, está patas arriba: huy, qué le habrá pasado a la pobre Amy.

Flynn nos cuenta la desaparición de Amy por boca de Nick, que anda confuso por la pérdida pero no particularmente desesperado. También intercala la autora el diario de Amy en las primeras páginas, y por él sabemos que su matrimonio iba hundiéndose y que Nick manifestaba brotes de agresividad muy alarmantes. Faltan cuarenta párrafos para que la policía encause al marido por la desaparición de la esposa.

Hasta ahí puedo leer, como decía Borges.

El resto -giro- es mindgames, trampantojo, guerra de sexos, qué creo yo que crees tú que creo yo: adictivo.

Para leer un best seller de 550 páginas hay que saltarse las descripciones: consejo.

Nick contrata a un abogado y acude a su despacho, y dice: “El despacho era...” o “El despacho tenía...”: me lo salto. A fin de cuentas, ya veré cómo era el despacho cuando hagan la película.

El gran asunto -este es un best seller con chicha- está sin duda en la personalidad fascinante y repulsiva que construye la autora para Amy. No es improbable que si estas páginas las hubiera escrito un español -un hombre español- le cayera encima una buena tonicantonada, un hashtag para él solito, una manifestación a la puerta de su casa. Porque Perdida, a su modo y sin proponérselo seguramente, tiene algo de cara B de Los hombres que no amaban a las mujeres, y habrá que ver si el público lector -de best sellers o de lo que sea- es capaz de digerir esto o si acaso llegará a notarlo. “Puta zorra”: cien veces.

Perdida recuerda a Twin Peaks; luego a La guerra de los Rose.

Es muy recomendable.

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