Antiguos trabajadores de un centro de mujeres vulnerables en Madrid denuncian una “purga” de la nueva adjudicataria

Carmen Moraga

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Un nutrido grupo de trabajadores de la antigua plantilla del centro para mujeres sin hogar Geranios de Madrid se ha unido para denunciar el “maltrato laboral sistemático” que, aseguran, han estado sufriendo desde que abrió sus puertas el nuevo centro, bautizado como Beatriz Galindo, donde continuaron trabajando al ser subrogados sus contratos por la nueva empresa que lo gestiona, Fundación Salud y Comunidad, tal y como les prometió el ayuntamiento gobernado por José Luis Martínez Almeida. Según denuncian, apenas un año después de integrarse en el nuevo centro comenzaron los despidos en un lento pero imparable goteo, algunos de forma “improcedente” por lo que tuvieron que ser indemnizados pero no quisieron volver y tiraron la toalla.

Los pocos que aguantaron algún tiempo más coinciden en destacar el mal ambiente que había en el centro y los malos modos de la directora del Beatriz Galindo, Yolanda Herguera, a la que señalan como la artífice de una auténtica “purga” laboral. “Existe una lista negra. Desde que abrió este centro, de los 50 técnicos y auxiliares que había han sido despedidos siete y se han ido bajo presión 20”, explican. “Unos hemos sido despedidos con excusas absurdas y otros se han ido yendo ante el mobbing que sufrían. Nos han hecho la vida imposible”.

Así lo denuncian R.S, A.V, A.B y L.P y otra trabajadora que prefiere aparecer como nombre ficticio de Vanesa, y lo corroboran S.G y al menos otros dos antiguos trabajadores de este centro con los que ha hablado esta redacción. Casualmente, todos ellos al llegar al Beatriz Galindo tenían mejores condiciones laborales que el resto porque la nueva empresa no tuvo más remedio que respetar el anterior convenio, mucho más ventajoso que el que tienen ahora los nuevos trabajadores.

Aunque la mayoría de ellos ya no trabajan en el centro, prefieren que sus testimonios queden en el anonimato, bajo sus iniciales, porque temen que les perjudique que se sepan sus nombres dado que es un sector “muy cerrado” y consideran que les puede perjudicar “a la hora entrar en otro sitio”, coincide el grupo.

Un centro más moderno y mejor equipado

La historia se remonta a mediados de mayo de 2021 cuando el Ayuntamiento de Madrid decretaba el cierre de Geranios, un centro que impulsó el anterior gobierno de Manuela Carmena y que daba albergue a algo más de una treintena de mujeres en situación vulnerable, en su mayoría víctimas de violencia de género. La decisión no gustó demasiado a las residentes, que realizaron protestas y recogieron firmas para que el centro continuara abierto. Sin embargo, era un cierre definitivo con el compromiso del gobierno del PP y de Ciudadanos de abrir otro en otoño mucho más moderno y con mejores condiciones para esas mujeres, ya que en Geranios dormían en unos incómodos butacones que de noche se convertían en camillas.

Mientras finalizaban las obras del nuevo inmueble, las residentes fueron reubicadas en albergues de la red del Ayuntamiento de Madrid y en pensiones. Por su parte, la plantilla de Geranios, formada por 50 personas a las que sus contratos se les acababan precisamente ese mes, se encontró en un limbo legal ya que la empresa privada que gestionaba el centro, Accem, había presentado un ERTE.

El consistorio se comprometió entonces a subrogar a todos los trabajadores en cuanto se solucionara el nuevo concurso, al que Accem concurrió pero fue ganado por la Fundación Salud y Comunidad, una entidad también “sin ánimo de lucro”, cualificada y con experiencia. Según explican en su web, trabaja “desde hace más de 25 años en la investigación, prevención, intervención y sensibilización sobre diversas problemáticas sanitarias y sociales que afectan, especialmente, a colectivos en riesgo o en situación de exclusión social”. La empresa puso al frente del Beatriz Galindo como coordinadora y directora a Yolanda Herguera, educadora social.

Seis meses después, a finales de diciembre, con más retraso del previsto, el nuevo centro Beatriz Galindo abría sus puertas coincidiendo con el Día Internacional contra la Eliminación de la Violencia de Género que se celebra cada 25 de noviembre. Aquel día, una comitiva municipal encabezada por la vicealcaldesa y dirigente de Ciudadanos, Begoña Villacís, y el delegado del Área de Gobierno de Familias, Igualdad y Bienestar Social, José Aniorte (que acaba de marcharse al PP), inauguraba las nuevas y flamantes instalaciones, un inmueble de tres plantas situado en el distrito de Hortaleza de la capital con capacidad para 30 plazas fijas, cinco de emergencia, y otras 60 plazas como centro de día. Las dotaciones no podían estar mejor: en la primera planta se ubica la cocina y el comedor. La segunda planta está destinada a despachos y salas de usos múltiples, y en la tercera hay seis habitaciones con cuatro o cinco camas, cada una de ellas con baño y vestidor. “En Madrid no puede haber un butacón en el que duerman estas mujeres”, sentenció Aniorte.

El nuevo centro se abrió estando aún en obras

El Beatriz Galindo abrió sus puertas cuando aún ni siquiera estaban terminadas las obras, por lo que las internas tuvieron que retrasar su llegada más de un mes. “Íbamos a trabajar pese a que seguían en obras, sin prevención de riesgos laborales”, cuentan los trabajadores. El nuevo equipo fue preparando el terreno para acoger a las futuras internas en las mejores condiciones. Los trabajadores de la antigua plantilla de Geranios aseguran que esperaron ese momento con “ilusión” puesto que conocían la vida de todas esas mujeres, “éramos su red de apoyo”, recuerdan, por lo que la nueva empresa les pidió que ayudaran a los compañeros que acababan de llegar. Pero narran que desde el principio la coordinadora “creó muy mal ambiente”. “El vínculo con esas mujeres se lo fueron cargado”, lamentan.

También relatan que la dirección no respetaba las cláusulas de sus contratos, mucho más ventajosas que las que firmaron al llegar al centro sus otros compañeros. “Nos sentíamos vigilados, nos intentaba enfrentar, hasta el punto de que nos convertimos en policías de nosotros mismos”, explica uno de ellos. “En las reuniones la coordinadora nos dejaba mal delante de los demás, y te humillaba haciendo comentarios despectivos sobre tu trabajo, poniendo en cuestión tu profesionalidad en muchas ocasiones. También hacía comentarios de lo que supuestamente decían otros compañeros de ti en privado, para dividirnos y enfrentarnos”, asegura R.S, que se erige en portavoz del grupo.

La situación poco a poco fue empeorando. La coordinadora del centro, aseguran, “continuó con la misma estrategia de acoso y derribo”. “Ha convertido el centro en su cortijo, con un trato despótico hacía todos los que no consideraba afines”. “Ha sido un maltrato sistemático y constante. Si eres dócil te quedas, pero si eres reivindicativo vas a la calle”, puntualizan casi al unísono A.V y A.B, que relatan que ha habido “bajas por ansiedad” y por “las presiones” que sufrían a diario.

Entre las razones alegadas por la empresa para echarles, una de las más recurrentes era que no cumplían correctamente sus horarios, algo que, según matizan, “la empresa no soportaba con prueba alguna, ni, por supuesto, con avisos previos”. “Alegaron también que incumplíamos las reglas internas o que no realizábamos correctamente nuestros cometidos”, añade, algo que, insisten, no se ajustaba a la realidad.

Algunos fueron a conciliación y consiguieron que en lugar de despidos procedentes disciplinarios fuera improcedentes. “Al ver que denunciábamos se cortaron y dejaron de anunciar despidos”, cuentan. Pero el maltrato continuó, por lo que decidieron buscar un nuevo trabajo en el sector.

“Al principio nos vendían todo de color de rosa”

Las denuncias y quejas de este grupo de profesionales son corroboradas por otros trabajadores del Beatriz Galindo. Entre ellos por S.G, auxiliar de servicio social y también proveniente de Geranios, el centro anterior. Entró al nuevo con el contrato subrogado y aguantó hasta septiembre de 2022. “A inicio de la nueva etapa en el Beatriz Galindo nos vendían todo muy bien sobre cómo iba a ser nuestro trabajo, todo de color de rosa. Pero poco a poco nos fuimos oliendo que esa no iba a ser la realidad. Nos sorprendió el cambio de clima con respecto a la vida en Geranios. Intentamos dialogar con la coordinadora del centro, pero la nueva dirección no quiso negociar nada, nos contestaban que era lo que había, que eligiéramos irnos, la opción de despido improcedente, o quedarnos con las nuevas condiciones”, relata.

“Yo decidí denunciar y no aceptar las condiciones con otros compañeros del mismo turno (fines de semana) sigue contando S.G. El primer juicio se celebró en marzo ”con mucha tensión“ y lo ganó la empresa. Pero el segundo lo ganó el trabajador al que obligaban a respetar las condiciones anteriores. ”No se lo esperaban“, apostilla. Entonces, continúa relatando S.G, ”empezó un acoso y derribo hacía mi total. Todo muy medido, comentarios ofensivos hacia mi personalidad o mi mentalidad sin pruebas ni testigos en conversaciones individuales y sin ser merecedor de ellos. Me ponían trabas por todo, turnos, vacaciones... luché hasta donde era posible. Cuando tuve la oportunidad de trabajar en otro centro, compatibilizando horarios ya que mis turnos en el Beatriz Galindo eran de fines de semana, pedí unos días de asuntos propios al ver que se solapaban, pero me los denegaron. Me acogí entonces una licencia de dos meses y en verano decidí que me iba, no me compensaba tantas peleas internas y malestar que solo me generaban estrés. Así que me despedí“, concluye este trabajador, que apunta también a la coordinadora del centro: ”Yo creo que Yolanda lo que quería era tener secuaces en su equipo. Vio El Padrino y decidió tener algo similar en su centro de trabajo“.

A estas quejas se une Vanesa, otra de las trabajadoras subrogadas que se fue del Beatriz Galindo en abril el año pasado, que prefiere aparecer con nombre ficticio. Según cuenta, nada más llegar la dirección del centro les cambió los horarios que tenían. Ella también estaba en los turnos de fines de semana.

“La gente se iba pero no se cubrían las plazas”

Vanesa cuenta que ha visto cómo muchos compañeros han ido dejando el centro antes que ella, pero la empresa “no cubría sus plazas”, explica. “Las educadoras y los auxiliares teníamos una carga de trabajo brutal, estábamos desbordados”. Además, como otros compañeros, Vanesa denuncia que la coordinadora “nos ponía reuniones fuera de nuestros horarios, y, lo que es peor, nos desautorizaba delante de las internas, llegando al punto de que algunas actuaban con total impunidad”.

A su relato añade el caso de uno de los trabajadores, despedido poco después de volver de una baja por ansiedad. “Tardaron una semana en despedirlo inventándose excusas”, cuentan, al igual que le ocurrió a otro compañero que fue de testigo en su juicio. “Nos fueron eliminando uno a uno”. Vanesa concluye: “En mi caso solo puedo decir que he vivido acoso y sobrecarga de trabajo y he sido testigo de la mala gestión que hay en el centro. Geranios tendría unas instalaciones que dejaban mucho que desear pero allí estuvimos todos muy a gusto”.

Por su parte L.P recuerda con enfado que “sobre el mes de octubre pedimos la subida salarial que nos correspondía porque era una mejora del convenio general que nos repercutía a todas, ya que respecto a las tablas salariales el convenio de Accem se regía por el general”. “Frente a esta petición la dirección dijo que a los que tenían el ‘convenio de acción e intervención’ (al que se acogían los nuevos trabajadores), sí les pertenecía pero que a los subrogados no. Nosotras sabíamos que esto no era así, por lo que seguimos insistiendo. La dirección fue negando y retrasando este derecho como un método más de presión y desgaste para los subrogados”, afirma. “En este proceso sucedieron los despidos por lo que no cobramos esa subida salarial, mientras que las compañeras que se han quedado si lo han hecho”.

“A raíz de este conflicto, y aun sin haberlo resuelto, nos enviaron una carta donde nos comunicaban que a partir de febrero nos cambiarían de convenio. Nos reunimos con CCOO para cerciorarnos de si podían hacer esto o no. Hicimos conocedora a la empresa de esta reunión y de nuestro deseo de preservar los derechos del convenio que veníamos disfrutando y fue entonces cuando sucedió el ultimo despido, al menos el que conocemos hasta el momento”, termina de contar L.P.

A estos testimonios hay que añadir el de R.M, también subrogado de Geranios. A él le despidieron seis meses después de abrir el nuevo centro: “Alegaron que no cumplía la normativa”, relata. Recurrió el despido al servicio de mediación y “tuvieron que reconocerlo como improcedente” así que le indemnizaron y se fue.

El testimonio de este empleado es el más duro de todos. “Maltratan a los trabajadores mientras reciben subvenciones millonarias, blanquean lo que hacen. Posan para la foto y hacen pomposas declaraciones como si ayudaran a estos colectivos vulnerables pero en realidad se aprovechan de una problemática para obtener un beneficio económico. La realidad no se visibiliza, solo la sabe quien está pasando por ello y lo ve”, afirma.

A juicio de R.M “la nueva empresa ha hecho una criba, una verdadera purga para quitarse de encima a los que consideraba incómodos con excusas sin consistencia”. “Yo todo esto lo he dejado atrás, pero lo cuento porque no quiero que ocurra más”.

El Ayuntamiento niega las acusaciones

Desde el área de Familias y Bienestar Social del Ayuntamiento de Madrid niegan estas acusaciones: “Es falso que se hayan empeorado las condiciones laborales: se está aplicando el convenio vigente para las categorías profesionales que trabajan allí”, explican desde el consistorio de José Luis Martínez-Almeida. También defienden el trabajo de la coordinadora del centro, afirmando que “está realizando un gran esfuerzo para que el Beatriz Galindo sea un emblema de la dignidad por la que apuesta el Ayuntamiento en relación a las personas sin hogar”. “Prueba de ello –añaden las fuentes de este departamento– es que acaba de ser reconocida su labor por el Colegio de Trabajo Social”. Según dicen, las usuarias “valoran de forma muy positiva su estancia en el centro y otorgan un 4,3 sobre 5 a la acogida y otro 4,3 sobre 5 al trato de las profesionales”.

Además, aseguran que el modelo de este centro “ha atraído la atención internacional” con visitas de delegaciones de Bélgica, Reino Unido, Corea del Sur y la ciudad de Ámsterdam por lo que definen como una “aplicación de una visión moderna que pone por encima de todo la recuperación de las personas y las nuevas oportunidades”.

“El Beatriz Galindo para mujeres sin hogar víctimas de violencia de género, pionero en España y en Europa, es un emblema de la transformación de la red municipal de personas sin hogar emprendida durante este mandato, basado en la libertad y dignidad de las usuarias, imprescindible para su recuperación”, afirman, comparándolo con el anterior, Geranios, que, según dicen, tenía un enfoque que califican de “asistencialista y sancionador”.

“Durante todo este cambio desde Geranios hasta el Beatriz Galindo, el Ayuntamiento y la entidad gestora han estado realizando un seguimiento intensivo para que se impulse este cambio de metodología hacia una visión más innovadora. Este enfoque innovador del Beatriz Galindo ha planteado retos a algunas profesionales que provenían de Geranios”, zanjan desde el área de Aniorte.