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Estéticas de resistencia

Somos Malasaña

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Por Daniel Martin Bayón

Por Daniel Martin Bayón

El barrio de Malasaña y sus aledaños constituyen un espacio densamente poblado de diferentes manifestaciones artísticas contemporáneas. El arte contemporáneo, siendo una expresión de las complejas implicaciones de la sociedad actual, no siempre ha conseguido involucrar a los ciudadanos en la comunicación que pretende establecer. En muchas ocasiones ha sido acusado de “encerrarse en su torre de marfil” y, con frecuencia, recurre a planteamientos circulares y reflexiones herméticas que mantienen alejados al grueso de la población. Las posibles causas de este hermetismo son variadas y algunas de ellas se apuntaban en anteriores artículos. Lo contrario, sin embargo, también es cierto. Existen ciertas manifestaciones artísticas contemporáneas con genuina vocación comunicativa, pero al pertenecer a un ámbito cuya imagen predominante es la de su impenetrabilidad, estas otras propuestas se ven contaminadas por la imagen dominante.

Es el caso, por ejemplo, de la instalación mutante que se exhibe en la sala LAPIEZA. Se trata de un espacio volcado hacia la comunicación abierta con la comunidad en la que se localiza. Un espacio sin pretensiones elitistas, que se esfuerza por difundir otro concepto del arte contemporáneo distinto del que popularizan los grandes eventos del arte, siempre ligados a escandalosos presupuestos que los desacreditan. Un espacio, cuyas propuestas incluyen a los visitantes de diferentes formas, bien sea mediante su participación en las 'performances' que organizan o mediante su involucración en las acciones socioplásticas que proponen, o simplemente mediante la inclusión participativa y/o reflexiva en la serie cambiante de la instalación que se despliega constantemente en la sala. Una de las ventajas de este espacio, y su formato de instalación acumulativa y mutante, es que al estar compuesta de un sin fin de propuestas, éstas ejercen un poderoso efecto potenciador de la experiencia. Una de las experiencias posibles es la percepción de determinadas estéticas de resistencia.

¿Qué son las estéticas de resistencia?

¿Qué son las estéticas de resistencia?

Consideramos estéticas de resistencia a aquellas propuestas que sostienen narrativas que se oponen en alguna medida al discurso hegemónico o dominante, mediante el empleo de estrategias plásticas que exploran distintas formas comunicativas. El entorno de LAPIEZA, en sí mismo, es ya una propuesta estética de resistencia, al menos en lo que se refiere a su narrativa relacional, y al radical contraste que ofrece con respecto a otros modelos de 'galería de arte'. Pero además, su especificidad en lo relativo a los lenguajes formales que privilegia (que se manifiesta en el tipo de arte que “expone”), también constituye cierta estética de resistencia, dado que se alía con algunos discursos vanguardistas históricos con evidentes implicaciones “de resistencia” (desde el dadaísmo y constructivismo hasta el situacionismo)

Pero además, dentro ya de la instalación, en el ámbito de las propuestas particulares, predominan formas plásticas de comunicación (es decir, mensajes) que también remiten a narrativas que se resisten a lo que comúnmente damos por sentado. En este contexto pueden ser consideradas críticas aquellas estéticas que implican procedimientos contrarios a aquellos más solicitados o valorados. Así, los procedimientos de acumulación se oponen a la dinámica dominante de recambio rápido y vida útil cada vez más corta, mientras que la estética 'do it yourself' D.I.Y. (hazlo tú mismo) se resiste a los acabados característicos del diseño elitista y los inaccesibles bienes de consumo exclusivos. La estrategia del 'work in progress' (trabajo en realización), además de tergiversar la lógica mercantilista del producto acabado y listo para su consumo, privilegia el proceso por encima del resultado, en aquellos casos en los que el resultado es concebido como producto separado artificialmente de los mecanismos de producción. En este sentido, muchas de las mercancías que se consumen en el entorno globalizado se nos presentan de tal manera que ocultan los procesos crueles e injustos que los sustentan. En este contexto, buscar un aspecto abiertamente inacabado, en todos los sentidos (inacabado como no finalizado y en progreso, inacabado como no rematado por procesos de lujo que imprimen propiedades elitistas a los objetos, inacabado como carente de un sentido cerrado, etc.), adquiere dimensiones de estética de resistencia al desafiar diversas convenciones relativas a la mercancía valiosa, esa estética que justifica la sobrevaloración del precio, que acrecienta la diferencia entre valor de uso y valor de cambio.

De la misma manera que la acumulación, la reutilización desafía también la obsolescencia en la que se basa la producción creciente de mercancías, base material que determina todo el sistema de consumismo y que en último término genera repercusiones socioeconómicas nefastas. La reutilización no solo alarga la permanencia de los objetos como forma de combatir la obsolescencia, además reinserta en el sistema signos que han sido prematuramente excluidos, y su reutilización exprime al máximo su capacidad comunicativa. Esta faceta 'semionáutica' de la estética, su capacidad para abrir nuevas vías de significado que interconecten signos que permanecían aislados entre sí, es en sí misma también una resistencia contra los sentidos rígidos y unívocos, contra los significados preconfigurados e inmutables de los discursos hegemónicos. Los procesos semionáuticos de la reutilización conducen a resignificaciones importantes a la hora de poder establecer discursos de resistencia a partir de los elementos disponibles, entendiendo que solo están disponibles aquellos elementos que tolera el discurso hegemónico, aún cuando los tolere únicamente porque los emplee para la elaboración de su propio discurso. El discurso resistente se elabora a partir de los mismos signos que el hegemónico, pero elabora significados alternativos para los mismos signos.

En este mismo sentido de resignificación de elementos del discurso hegemónico operan también estéticas derivadas de fenómenos contemporáneos como el hipertexto o la metáfora de las redes. Otros fenómenos son unívocamente resistentes, si bien el discurso dominante puede servirse de ellos para sus propios fines de hegemonía. Se trata de estéticas basadas en el concepto de código abierto o de colectividad asamblearia.

De esta manera, LAPIEZA, tanto en su conjunto instalativo como en sus propuestas individuales, constituye en general una acumulación a base de materiales en gran medida reutilizados, en la que predomina el acabado característico de la estética D.I.Y., a la hora de elaborar complejos procesos semionáuticos de relación entre diferentes signos que se reinsertan en el conjunto de la instalación, que a su vez permanece continuamente en proceso abierto de trabajo, y por tanto inacabada y dispuesta a seguir incorporando significados y material comunicativo. Así, la instalación funciona como un gigantesco hipertexto, un mensaje plagado de referencias y vínculos que remiten a otros “textos” tales como las performances, los eventos de PALMA CENTRAL, y vínculos más lejanos que se dirigen a diferentes aspectos de nuestra cultura tales como el concepto de arte, la democratización de la creatividad, las relaciones vecinales, y en definitiva la posibilidad del arte de contribuir a renegociar lo común. LAPIEZA funciona, por lo tanto, como una gigantesca representación de una de las producciones culturales más esperanzadoras de la sociedad actual, el código abierto. Abierto a la participación y a la renegociación colectiva de los significados de aquello que es común a todos.

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