Auge y caída del Opel Ampera, un adelantado a su tiempo
Es bien sabido por todos que a veces no basta con llegar el primero al mercado para obtener los resultados deseados. Es más: muchos prefieren ser los segundos y hasta los terceros con tal de llevarse el gato al agua, comenzando porque ese retraso les sirve justamente para subsanar las deficiencias que inevitablemente acarrea la actuación de los auténticos pioneros.
Aunque una solución equis sea ideal o al menos idónea para resolver un determinado problema, sucede con frecuencia que el público para el que se ha desarrollado tarda en advertir esa conveniencia o simplemente la rechaza por la extendida reticencia de los humanos a los cambios de cualquier índole.
En el mundo del automóvil han existido numerosos modelos adelantados a su tiempo, que aportaban soluciones no vistas en su época y anticipaban avances tecnológicos o de concepto que nadie había considerado hasta aquel momento. Sin duda, el Opel Ampera, gemelo del modelo lanzado en el mercado estadounidense con el nombre de Chevrolet Volt, es uno de esos vehículos especiales.
Este modelo revolucionario fue recibido con notable expectativa en su estreno europeo, el Salón de Ginebra de 2009. Por lo que concernía a su apariencia, era una berlina preparada para competir en el segmento C, con 4 plazas, 4,50 metros de longitud, 310 litros del maletero y un diseño moderno y aires deportivos. Sin embargo, lo realmente relevante del Ampera se encontraba en su sistema de impulsión.
A principios de la década pasada, el automóvil eléctrico era un producto completamente de nicho. Los puntos de recarga públicos y privados eran mucho más escasos que en la actualidad, y el gran miedo de los conductores -lo que después daría en llamarse la ansiedad del coche eléctrico- era quedarse con la batería a cero en pleno trayecto y sin ninguna instalación donde recargar en los alrededores.
Adelantándose años a marcas que comercializan hoy mismo una tecnología parecida poco menos que como la panacea de la nueva movilidad, Chevrolet en EEUU y Opel en Europa apostaron por combinar un motor eléctrico con otro de combustión que actuaba como generador de energía para que aquel se encargara, en todo momento, de impulsar las ruedas del coche.
Ambas firmas se aferraban a este último hecho -es decir, que el motor térmico en ningún caso movía el vehículo- para referirse a su modelo como un eléctrico de autonomía extendida. Hoy se habría considerado más bien como un híbrido y, en un país como el nuestro, merecería el distintivo ambiental Eco y no el 0 emisiones que ostentan los eléctricos puros.
Según lo explicaba Opel en el momento de su lanzamiento, en 2011, el Ampera lograba “la cuadratura del círculo” al ofrecer una autonomía eléctrica de entre 55 y 60 kilómetros, suficiente para cubrir la gran mayoría de los trayectos diarios, y contar al mismo tiempo con un motor de gasolina que permitía continuar viaje si el marcador de kilómetros restantes en modo eléctrico llegaba a cero.
A muy grandes rasgos, el coche empleaba la misma tecnología que los actuales modelos híbridos enchufables de la marca, como el Astra PHEV, pero otorgando todo el protagonismo inicial de la marcha a la propulsión cero emisiones.
En efecto, el peso principal del movimiento del Ampera hasta los 110 km/h recaía en su motor eléctrico de 111 kW (151 CV), que proporcionaba un par motor de 370 Nm. Cuando la autonomía tocaba a su fin, entraba en acción el motor gasolina de 1,4 litros de cilindrada y 86 CV de potencia.
Este propulsor, como mencionábamos antes, no tomaba nunca las riendas del vehículo, sino que funcionaba como un generador para alimentar la batería y proporcionar energía a la cadena de tracción eléctrica principal. El reparto de tareas estaba gestionado por una caja de cambios automática con tres embragues.
La originalidad de esta solución convenció a los expertos, y así el Ampera se impuso en el prestigioso certamen del Coche del Año en Europa del año 2012. Otra cosa fue la acogida del público, que tal vez no parecía preparado para valorarla y, sobre todo, no se hallaba dispuesto a pagar un precio que resultaba demasiado elevado para un vehículo de su segmento. La propia evolución del mercado, con modelos 100% eléctricos de cada vez mayor autonomía, hizo el resto.
‘Momentazos’ en el mercado de ocasión
En España, el modelo tuvo su etapa de gloria transitoria cuando se aprobaron, en 2016, las etiquetas ambientales de la DGT. Un buen puñado de usuarios se lanzó al mercado de segunda mano para hacerse con un Ampera que les permitiera contar con uno de los distintivos más codiciados y, al mismo tiempo, eludir las limitaciones de autonomía que presentaban -especialmente- los eléctricos puros de entonces.
En el Salón de París de ese mismo 2016, Opel presentó el sustituto -este ya 100% eléctrico- del Ampera, al que denominó Ampera-e. En este caso, su hermano estadounidense era el Chevrolet Bolt (con be, ya no con uve) EV, y ambos montaban un motor eléctrico de 150 kW o 204 CV y gozaban de más de 400 km teóricos de autonomía.
Opel se enorgullece hoy, cuatro años después de la retirada definitiva del modelo, del potencial que está demostrando de nuevo como vehículo de ocasión, “donde está ganando una creciente popularidad -dice- por su confianza, su comodidad, sus prestaciones y la ventaja de contar con la etiqueta 0 de la DGT”.