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Edna Yolima Ramírez Agudelo: Limpiar, cuidar y luchar contra el rechazo

Edna Yolima Ramírez Agudelo

Elisa Reche

A Yolima (Armenia, Colombia, 1971) le da rabia cuando ve a la gente ponerse morena en verano: “¿Si les molesta tanto el color a qué se meten a la cámara bronceadora?”. A la colombiana le llamaban cariñosamente 'la negra' cuando trabajaba en una oficina bancaria en Armenia, la capital del departamento del Quindío. “Si a algunos españoles no les gustan los negros, entonces ¿por qué los quieren para hacerles de comer o pagarles una miseria?”, se pregunta.

En 2007 la vida le cambió en un mes. Ella, que había criticado a quienes habían dejado su país en busca de una vida mejor, decidió vender su casa para pagarse el “pasaje” y encontrar trabajo en España. Se había separado de su marido maltratador, quien nunca se había hecho cargo económicamente de la familia y, además, le había dejado deudas al marcharse.

Desde que fue madre soltera con 16 años y se encontró cuidando a los sobrinos de su familia política decidió estudiar en la universidad para buscar trabajo. También quiso que su hija estudiara en un colegio privado y en la segunda mejor universidad del país. “Allí, cuando busca trabajo, le miran mucho de qué universidad salió”, apunta. Para ello tuvo que asumir unas deudas enormes. Entonces se dejó convencer por una amiga para venir a España.

Se instaló en Molina de Segura (Murcia) con la ayuda de un primo. Empezó trabajando de camarera y continuó con su ocupación actual limpiando casas y cuidando niños. Llega a echar 13 horas al día. “Tengo contrato y eso también les da rabia a algunas españolas que no están dadas de alta”, señala Yolima. “Pero también nos critican por cobrar poco”.

Estuvo cuatro años sin documentación pasando mucho miedo, incluso cuando ya vivía con su actual marido, a quien no le pidió empadronarse para que no pensara que estaba con él por los papeles. Yolima está cansada de estar demostrando todo el día que es “buena”, que “no es sucia”, que su marido “no la sacó de un puticlub”, que no es “una sinvergüenza”, que si “trae una bolsita de coca” cuando vuelve de Colombia. “Luego dicen que si no nos integramos, pero la gente siente rechazo”, advierte.

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