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José Luis Fernández Arellano: “La imaginación y lo sobrenatural están para liberar la mente”

José Luis Fernández Arellano: “La imaginación y lo sobrenatural están para liberar la mente”

José Miguel Vilar-Bou

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José Luis Fernández Arellano (1959) publica “Tanatografía, cuentos de miedo”, un compendio de relatos de terror situados en Madrid y recorridos por todo tipo de horrores fantásticos, en especial fantasmas, la gran especialidad del autor. Todo ello, como es habitual en él, narrado con un estilo poético y que a menudo se adentra en la experimentación formal. Se trata de un libro esmerado y de larga creación. Algunas piezas fueron escritas a finales de los noventa: “Ya era hora de que apareciera”, afirma el escritor. Arellano, autor de obras destacadísimas y a reivindicar del género como “Diez cuentos” o “El espectro visible y otros cuentos”, colaboró con el mismísimo Rafael Llopis en la reedición actualizada de “Historia natural de los cuentos de miedo” (Fuentetaja). En la actualidad se ha enfocado a la ciencia ficción con obras como “El tiempo iluminado”.

 

¿“Tanatografía, cuentos de miedo” reúne relatos recientes, o son historias que has guardado mucho tiempo?

Es un libro con historia. Lo empecé en 1999. Y lo cierto es que obtuve más respuestas editoriales que con ningún otro de mis libros. Estuve a punto de firmar con la editorial Celeste. Pero por desgracia echó el cierre y todo quedó en el aire. También hubo conversaciones con otras dos editoriales que no cuajaron. Y un responsable de Minotauro de la época me contestó que le había gustado mucho el libro, pero que si no tenía mejor una novela. Y el caso es que no, todavía no tenía una novela. En cuanto al proceso de creación, soy escritor a impulsos. A lo largo del tiempo he acumulado más de 70 folios solo con ideas. Y algunas de ellas me resultan más atractivas que otras, si pertenecen al género macabro, pues mejor. Escribo un par de folios y, dependiendo del resultado, abandono la idea o le voy dando forma. Muy lenta, cauta y trabajosamente. La inspiración me pilla trabajando. Si un cuento está terminado casi siempre es porque a mi juicio ha merecido la pena, y el estilo ha estado acorde. Otra cosa son los microcuentos y relatos breves, más fruto de la inspiración instantánea, de mecánica casi poética, algo así como fogonazos oníricos.

¿Por qué explorar lo sobrenatural desde la literatura?

Bonita pregunta, sobre todo en el país que nos ha tocado sobrellevar literariamente hablando. Habría que definir qué es “sobrenatural”. Todo lo que ocurre es natural, incluido lo llamado sobrenatural. El caso es que, dentro de su sobrenaturalidad, mis fantasmas poseen una entidad, una identidad digamos que más sólida de lo común. Todo escritor, de lo fantástico o realista, ha de convencerse de haber nacido esclavo de la verosimilitud. Lo que no es verosímil no es creíble, ni vital ni literariamente hablando. Y lo sobrenatural busca ampliar al máximo la curva estética de la verosimilitud. La imaginación y lo sobrenatural están para algo y su primer objeto es liberar la mente.

En tu libro nos encontramos con cuentos de fantasmas genuinamente victorianos en cuanto a mecanismos, pero que discurren en el Madrid de los 80.

Tanatografía es el único de mis libros cuya ficción sitúo declaradamente en Madrid, y más en concreto en el centro y Malasaña, donde viví en esos años. El relato “La realidad” está inspirado en personajes y observaciones tabernarias mías malasañeras. Hay un bar en la Corredera al que yo iba casi a diario en los 80, porque vivía al lado. Ese bar cambió de nombre y hoy se llama “La realidad”. Y bueno, hay otros relatos madrileños, como “Iván”, “Los males futuros”, “Nochevieja” y “Desclasificado”. Este, por ejemplo, que tiene algo de gore, está ambientado en la Universidad Complutense (ríe).

En el relato “La realidad” juegas con el monólogo interno a la manera de Joyce, una de tus grandes influencias. ¿Sigue siendo una técnica válida?

Por supuesto que sigue siendo válida. Pero lo que hago es aplicarla en un campo que creo novedoso, como es el relato de fantasmas. La conexión fue espontánea. Y lo que se bosqueja en cuentos como “La realidad” o “Tanatografía” lo desarrollo ampliamente en las mejores historias de mi libro “El espectro visible” (Literaturas Com Libros), en que me sirvo, por así decir, de una cámara subjetiva fantasmal.

El cuento que da título al libro explora con sutil horror el regreso desde la muerte. Es un tema que ya has tratado en otras ocasiones.

Exploro el regreso de la muerte, sí, pero también y sobre todo, la propia muerte. Me interesa porque a todo escritor de terror le interesan los misterios y arcanos de la muerte casi por encima de todo. Pero ¿puede entenderse, puede ahondarse en la muerte desde dentro, de ella misma? Por cierto que en 2017 se estrenó “Proyecto Lázaro”, película española con el mismo tema; parece ciertamente inspirada en mi “Tanatografía” de 2000.

También exploras la idea del monstruo.

Del monstruo solo me interesa aquello que lo iguala y lo distingue del monstruo real que conocemos en la vida diaria, entre criminales de toda laya, ogros, serpientes, políticos, banqueros… Me interesa el monstruo sobrenatural pero más bien en su faceta humanoide, por así decir. Y sobre todo el fantasma en su perfil monstruoso. El fantasma es de por sí amenazante. Por lo demás, hay muy pocos vampiros y monstruos sanguinarios en mis obras.

Hay en tu escritura una obsesión por la forma, el ritmo.

Empecé a escribir como poeta, siendo muy joven. Tengo varios libros. La idea, la imagen, el deslumbramiento poético, adoptan una forma, una música a través de las cuales se materializa lo que se conoce como inspiración, la necesidad expresiva. El lenguaje literario le debe mucho a la música. El poeta aprende pronto a diferenciar la frase larga de la corta, el adjetivo sonoro del sordo, el sentido o alcance de un ritmo expresivo lento del entrecortado. Esto se advierte enseguida en autores como Edgar Allan Poe. Cuando empecé a escribir poesía me di cuenta de que estaba volviendo de alguna manera a aquellas terribles historias que me habían asombrado en él años antes. Corregir textos de acuerdo a estas premisas es un infierno: Quizá por eso te salen los cuentos de miedo y no de hadas (ríe).

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