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“La risa es un potente desestresor y antidepresivo”

Mariló Franco.

Olivia Majó

La risoterapia es una técnica que consiste en guiar a un grupo de personas para que, a través del juego, logren experimentar un profundo estado de bienestar y aprendan a abordar la vida desde un punto de vista mucho más optimista y positivo. Para conocer cómo funciona esta terapia, hemos hablado con Mariló Franco, directora de los talleres de risoterapia del centro Ara Psicólogos.

¿Cómo afecta la risa a nuestro estado emocional?

La risa beneficia a la persona en su totalidad ya que nos aporta beneficios mentales, emocionales y somáticos. Al reír, producimos endorfinas y adrenalina, que mejoran el funcionamiento del sistema inmunológico, protegiéndonos así de virus e infecciones, y mejoran la vivencia de cualquier dolencia o enfermedad. Además, la risa facilita la respiración y la digestión, alivia los síntomas de la menopausia, previene el infarto, potencia la pérdida de peso y nos ayuda a dormir mejor. Es también un potente desestresor y antidepresivo y, al mejorar nuestro estado de ánimo, facilita la comunicación, la amistad y el cariño.

¿En qué consisten las sesiones de risoterapia?

El objetivo de las sesiones es recuperar la risa mediante juegos de distensión y desinhibición. Utilizamos mucho la música y materiales básicos, como pueden ser globos o cojines, para ir haciendo ejercicios de forma individual, por parejas, formando equipos o todos a una. De este modo, vamos aumentando la activación hasta llegar a un punto álgido, tras el cual acompañamos al grupo hasta un estado de relajación, con el que nos despedimos hasta la siguiente sesión.

Imagino que a algunas personas quizás les puede dar vergüenza acudir a una sesión de risoterapia con un grupo de personas a las que no conoce de nada. ¿Qué les dirías para que se animen a probarlo?

Todo en la risoterapia está pensado para reír CON LOS DEMÁS, no “de los demás”, ya que por lo contagioso de la risa, el hecho de practicarla en grupo potencia sus efectos saludables muy por encima de cuando reímos solos. Además, cada participante tiene total libertad en cada momento y no buscamos en todos los mismos efectos, ni la carcajada fácil. Hay personas para las que el hecho de que surja en ellas una sonrisa espontánea, ya es positivo, por lo que respetamos siempre la individualidad de cada miembro del grupo. Así que a aquellos que duden por vergüenza, les diría que para salir de dudas hay algo infalible, probarlo.

¿Cómo definirías el estado anímico de las personas tras una sesión de risoterapia?

Tras cada sesión experimentamos un estado de profunda relajación y de bienestar. Esto se debe a la gran cantidad de energía que hemos soltado, al contagio de la jovialidad del grupo como conjunto y a la propia expresión de emociones, no poniéndoles palabras, sino mediante la actividad del juego. Además, a medio-largo plazo, con la práctica continuada de la risoterapia, se van produciendo cambios en el funcionamiento cerebral y, en consecuencia, también en nuestros pensamientos, sentimientos y nuestros actos. Ejercitamos el positivismo y un estado de ánimo alegre ante la vida que, por supuesto no eliminan los problemas que tenemos, pero sí nos hacen verlos desde otra perspectiva y, por tanto, afrontarlos de modo diferente y mucho más motivados.

¿Cada cuánto recomendáis acudir a una sesión?

La frecuencia aconsejable varía en función de cada persona. Una sesión al mes puede ser suficiente cuando el objetivo es ir desarrollando una nueva forma de afrontar el día a día. Si, además de este interés, existen síntomas físicos, sensación de malestar, o la persona vive un momento especialmente difícil, se aumentaría a una frecuencia quincenal o incluso a una vez por semana. Por otra parte, según la situación, puede ser aconsejable iniciar un proceso de terapia individual, en el que la risoterapia sea una terapia de apoyo que facilite una mejoría más notable.

¿Hay algún ejercicio relacionado con la risoterapia que se pueda practicar en casa?

Como con cualquier medicina, para empezar el tratamiento, lo aconsejable sería reír al menos tres veces al día: por la mañana nos predispone a afrontar el día con optimismo, a mediodía facilita la digestión y por la noche nos ayudará a dormir plácidamente. Hay muchos pequeños hábitos que podemos introducir en nuestro día a día para asegurarnos estos tres momentos de risa, como pueden ser: realizar un dibujo gracioso sobre aquello que nos preocupa, reírnos a solas frente al espejo, empezar a leer el periódico por detrás, con las nuevas tecnologías, mantener contacto con aquellos que saben alegrarnos en cada momento, ser fieles a una serie o programa que nos resulte especialmente jocoso o bien elaborar nuestra propia colección de películas que nos hagan reír para echar mano de ella a menudo. Y otras muchas formas que a cada lector se le habrán ocurrido ya.

¿Habéis notado si existe más predisposición por parte de las mujeres a practicar la risoterapia o no se perciben diferencias en cuanto al número de mujeres / hombres que se deciden a practicar esta terapia?

Sí, suele haber una mayor participación femenina en cualquier tipo de actividad grupal que organicemos en nuestro centro, independientemente del tipo de terapia con el que esté relacionado. En nuestra experiencia, los hombres prefieren acudir a terapia individual. Aunque preferimos evitar generalizaciones y confiamos en que esta tendencia vaya cambiando, la diversidad enriquece cualquier grupo.

¿Crees que la risoterapia podría ser también adecuada para practicar con nuestra pareja?

Sí, al igual que suele suceder que alguien venga acompañado de alguna amistad o compañeros de trabajo, perfectamente la risoterapia se podría practicar en pareja. Como integrantes del grupo cada uno de ellos va a actuar como individuo y, luego, pueden servirse el uno al otro como refuerzo de las técnicas y recursos aprendidos, al pasar más tiempo juntos y poder recordar las anécdotas y los ejercicios.

¿La pueden practicar los niños?

La pueden practicar, por supuesto, aunque normalmente no necesitan hacerlo. Precisamente con la risoterapia lo que tratamos de recuperar es el desparpajo y la espontaneidad de cuando éramos pequeños, intentamos provocar la risa sin temor, sacando al niño que aún somos, aunque en sociedad nos relacionemos desde nuestro yo adulto.

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