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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

La frontera Sur

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En las películas de Tarzán los porteadores siempre eran negros, unos negros indistintos, todos con taparrabos, todos iguales, intercambiables. Los negros cargaban los fardos repletos o bien de mercancías occidentales (qué hacía un gramófono en la jungla…) o bien de mercancías extraídas del continente africano con destino a Europa, sobre todo marfil -cómo no se iban a extinguir los elefantes-.  En cuanto acechaba algún peligro ya sabíamos que los negros iban a caer como moscas. Los veíamos despeñarse a racimos por el precipicio (adiós marfil, adiós gramófono) y para la historia daba igual, los negros eran puro atrezzo. No estaban ni contados. Caían al menudeo, como se vendían los cominos o los alfileres en las tiendas de pueblo. Tenían el mismo valor.

Este es el marco simbólico en el que hemos crecido y que hemos aceptado. Un marco simbólico en el que el hombre blanco llega al continente negro a expoliar por derecho propio. Expoliar significa robar. No podemos sacudir la cabeza, es nuestra Historia, los europeos han robado la riqueza de África y han considerado que estaba bien porque esa riqueza no era de nadie. Porque ellos eran nadie. Y siguen siendo nadie.

A África se le empezó a robar la riqueza y el futuro hace varias generaciones. Ahora sus jóvenes tienen que venir a Europa a intentar recuperar ese futuro. Lo que se encuentran son vallas erizadas de espino donde se dejan la piel. Y no es una metáfora.

En el salto a la valla de la frontera de Melilla con Nador de este fin de semana, el más mortal que se recuerda, han muerto 18 personas según fuentes oficiales, 37 según fuentes oficiosas. Las cifras bailan. Según la Organización marroquí por los Derechos Humanos “nunca vamos a conocer la cifra exacta de muertos”. Los negros no suelen estar contados. Los negros no cuentan.

Los que nos muestran las imágenes son cientos de cuerpos amontonados en el suelo, exhaustos, algunos agonizando, algunos muertos. Los cuerpos se arraciman, caras negras, manos negras, no tienen nombre, a quién le importa. Pero ellos son los violentos. Oigo violencia del salto y cómo es posible, pienso, deben estar equivocados, pienso. Deben querer decir violencia institucional, brutalidad policial porque la violencia ha sido contra aquellos que han terminado muertos. Quiénes son los violentos, quiénes los violentados. La Historia se está contando mal, como siempre. Causa vergüenza e indignación oír el mensaje presidencial: no ha habido una palabra de lamento por los caídos, no ha habido una palabra de consuelo para sus familias. Sus nombres no constarán en listas que nos recuerden que han vivido.

Cómo puede ser, algo no está bien. Tenemos un continente alarmantemente envejecido y hay falta de mano de obra. Sin embargo, oímos hablar de invasión a través de la frontera Sur. Mirad la foto. Miradla mucho tiempo. Los invasores son los que cubren el suelo como deshechos, hojas caídas, trapos polvorientos al sol.

Nos invaden, sí. Nos invaden el hambre, la miseria, la desesperación, la pobreza, los desastres de guerras auspiciadas por Occidente, los estragos de la crisis climática, el abandono, la falta de futuro. Nos invade el fruto de nuestro expolio al continente africano.

En las películas de Tarzán los porteadores siempre eran negros, unos negros indistintos, todos con taparrabos, todos iguales, intercambiables. Los negros cargaban los fardos repletos o bien de mercancías occidentales (qué hacía un gramófono en la jungla…) o bien de mercancías extraídas del continente africano con destino a Europa, sobre todo marfil -cómo no se iban a extinguir los elefantes-.  En cuanto acechaba algún peligro ya sabíamos que los negros iban a caer como moscas. Los veíamos despeñarse a racimos por el precipicio (adiós marfil, adiós gramófono) y para la historia daba igual, los negros eran puro atrezzo. No estaban ni contados. Caían al menudeo, como se vendían los cominos o los alfileres en las tiendas de pueblo. Tenían el mismo valor.

Este es el marco simbólico en el que hemos crecido y que hemos aceptado. Un marco simbólico en el que el hombre blanco llega al continente negro a expoliar por derecho propio. Expoliar significa robar. No podemos sacudir la cabeza, es nuestra Historia, los europeos han robado la riqueza de África y han considerado que estaba bien porque esa riqueza no era de nadie. Porque ellos eran nadie. Y siguen siendo nadie.