Con un programa plural y cargado de reflexión académica las Delegaciones de Estudiantes de Ciencias Políticas y Sociología han organizado unas jornadas tituladas 'De las aulas al 8-M' que han recibido virulentas críticas bajo acusaciones de totalitarismo y manipulación por parte de un partido político.
Ese partido, de cuyo nombre no queremos acordarnos, reclama a la Universidad pública neutralidad, neutralidad en la lucha por la igualdad. ¿Se imaginan que se reclamara a los académicos de Estados Unidos neutralidad mientras el Movimiento por los Derechos Civiles de los negros se desarrollaba, tras el boicot de autobuses en Motgomery allá por 1955? ¿Se imaginan un partido que criticara la Ley de Derechos Civiles de 1964? En aquellos tiempos esa lucha fue también señalada por muchos como una perturbación del orden natural de las cosas, pero lo cierto es que todo aquel que no se sumó a ella tuvo que bajar la cabeza cuando sus hijos le preguntaron qué hacías tú, papá, mientras los negros luchaban por ser ciudadanos con los mismos derechos que cualquier otro estadounidense.
En esas estamos ahora. Las mujeres han sufrido una permanente discriminación por parte del sistema social, jurídico, moral y educativo. Un sistema que ha oprimido y condenado a millones de mujeres en todo el mundo. Ahora, organizadas en un movimiento histórico que marcará este siglo, reclaman adquirir la condición de ciudadanas de pleno derecho, despojándose de sus roles de género y abriendo una nueva etapa de convivencia social marcada por la igualdad real y efectiva en derechos y obligaciones. Como comprenderán, las aulas de Ciencia Política y Sociología no pueden ponerse de perfil ante tal hecho histórico, o sentiríamos una vergüenza que jamás se iría de nuestras conciencias. Son las aulas universitarias las llamadas a protegernos de las actitudes reacciones que una y otra vez han impedido los grandes progresos de nuestra historia.
Sentimos con tristeza cómo aquellos que nos señalan hoy por reivindicar a la mujer en la universidad, muy probablemente, serían los mismos que acusarían a Rosa Parks de agitadora, propagandista y subversiva. Pero, si algo aprendimos tras estudiar Ciencia Política y Sociología, sin ser todas del mismo partido, ni leer a los mismos autores, ni consultar por las mañanas el mismo periódico, es a identificar el lado correcto de la Historia. Y hoy, al ser abierta y orgullosamente feministas, estamos en él.
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