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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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De Colombia a tu municipio, entre el satélite y el microscopio

Carlos Egio

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“El mapa de los paramilitares coincide con el mapa de las multinacionales”, solo esta frase que aparece en el documental Colombia invisible, por otro lado un retrato de una realidad ya conocida, encierra mucho detrás.

Muchas de esas grandes empresas que comparten cartografía con el horror son españolas. Es difícil establecer una relación directa causa efecto, pero leyendo investigaciones como las de la Taula Catalana per la Pau i els Drets Humans a Colòmbia se puede ver cómo, por ejemplo, previamente a la construcción de una terminal de contenedores privada en el puerto pacífico de Buenaventura, que sería gestionada por una empresa de capital mayoritariamente catalán, aumentó la violencia exponencialmente en las comunas cercanas.

Son grandes empresas transnacionales como estas, algunas plagadas de antiguos ministros, las que pueden influir en las decisiones internas de partidos mayoritarios para que sigan gobernando en nuestro país quienes limitan nuestros derechos fundamentales con la Ley Mordaza. Son las mismas que burda o sutilmente financian los medios de comunicación, tanto a nivel hiperlocal (en tu ciudad), como a nivel global (derrocando gobiernos como el de Brasil). Las que logran que en todo el mundo solo se cite la violencia de Venezuela mientras se acribilla a sindicalistas y defensores de los derechos humanos en Honduras o Colombia.

“Entre el satélite y el microscopio”, como titulaba el Subcomandante Marcos uno de sus artículos para explicar la guerra en Chiapas, las lógicas del poder en Colombia, España o Senegal son exactamente las mismas. La economía no entiende de ecología o de los límites del Planeta, pero sí de competencia por los recursos en un mundo globalizado cada vez más esquilmado. Son empresas españolas las que compran barcos con bandera senegalesa para saltarse las normas internacionales y explotar los recursos de los pescadores locales.

Quienes controlan la gestión del agua en los municipios de nuestro país son quienes se han hecho con la gestión de municipios como el de Cartagena de Indias con desastrosos resultados. El mismo dinero que financia a los militares y paramilitares colombianos para asesinar a los sindicalistas no deja de ser el que, con distinto rostro, mancha a los políticos de nuestros ayuntamientos para externalizar los servicios que nos pertenecen. Es el de los lobbies y las grandes transnacionales, que pueden asociarse fácilmente con las élites locales.

En el documental podemos ver que, el mismo día en que Santos explica a los empresarios españoles que Colombia es el país que más protege al inversor, mueren varios niños indígenas de familias que fueron desplazadas de su tierra para construir el superpuerto que inauguran. Un superpuerto no tan diferente al Puerto Mayor de Murcia o al Puerto de Granadilla en Tenerife, que tantos titulares han ocupado y que ponen en peligro nuestros propios recursos naturales. El comercio sin escrúpulos no entiende de nacionalismos.

Y mientras, aquí y allí, el populismo de extrema derecha, promovido por los mismos grupos de comunicación, exactamente por los mismos, culpa a los más pobres de entre los pobres de todos los males. El delincuente es el migrante “ilegal” que huye del Centro de Internamiento, da igual si vino a España porque un barco español acabó con su forma de vida, no importa si huye de la violencia promovida por una empresa europea, norteamericana o canadiense, o si el cambio climático, provocado por el sobreconsumo en el norte, acabó con sus cosechas.

Hablamos de una competencia por los recursos, ya sean el sol y la playa, los servicios públicos, el pescado o los recursos minerales; de un 1% que se quiere apropiar de lo que le pertenece al 99%, pero que no duda en enfrentar a pobres contra pobres, a gentes que tienen más en común entre sí de lo que la cultura y el idioma les separan.

¿Quién dijo que no hay lucha de clases? La hay, el problema es que solo una parte, la de arriba, se reconoce como clase: la que esconde el botín en paraísos fiscales. Del otro lado, unos se dejan arrullar por el hedonismo y el individualismo, otros, los más conscientes de la realidad, andan en constante reconstrucción, mientras que la mayoría tienen suficiente con luchar por sobrevivir.

Y mientras, no en vano, las ciencias sociales, la filosofía y las disciplinas que pueden propiciar una sociedad crítica y consciente desaparecen de los currículums educativos. Cada vez más habitamos en un mundo de técnicos que no cuestionan el fin de su trabajo, que mantienen la desconexión de su labor diaria con el resultado final. Como dice Jorge Riechmann en uno de sus artículos, abunda el «“yo solo estaba haciendo mi trabajo” en la cadena de montaje de automóviles (¡o de bombas de racimo!), al mando de la cosechadora de soja transgénica, o frente a la pantalla del ordenador donde vendo productos financieros derivados –pero haciendo mi trabajo destruyo el mundo». La alienación y el fetiche de la mercancía de Marx siguen siendo actuales, pero es imposible nombrar al viejo alemán.

¿Y todo este rollo en qué me afecta a mí que me estoy tomando una marinera plácidamente en la Plaza de las Flores bajo el solecico murciano, o junto al puerto de Alicante o en la Plaza Mayor de Madrid? Te afecta porque tienes que elegir entre intentar entender a tu vecino y empezar a trabajar codo a codo con él por una sociedad más justa o errar el tiro y echar la culpa de todo a los migrantes, mientras quienes les echaron de su país acaban con la sanidad y la educación de tus hijos, si es que no expulsan a tu prole del tuyo.

Te afecta porque están a punto de aprobarse tratados internacionales que facilitarán que las mismas transnacionales que han expoliado sus tierras lo hagan también con la tuya. Lee sobre el TTIP y el CETA y, como un buen comienzo, acude esta semana a las concentraciones y manifestaciones que se han convocado para protestar contra estos tratados (en Murcia, este sábado a las 11:30 en la Glorieta), pero también contra un mundo en el que la única lógica sea la del Capital, la lógica del 1%.

*Carlos Egio es Portavoz de la Coordinadora de Cambiemos Murcia y doctor en Sociología

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