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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

'Vulnerables', la violencia obstétrica al desnudo: “Es una liberación, una verdad, una red de apoyo”

Una de las mujeres que ha participado en 'Vulnerables'

Madeleine Espinoza Flores

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Silvia Marte es artista visual, fotógrafa, activista femenina, emprendedora, madre y víctima de violencia obstétrica. “Intento volcar en mi trabajo todos los conocimientos que he adquirido en todas esas facetas para poner de manifiesto cosas que no se hacen bien en esta sociedad”. Especializada en fotografía de familia, acompaña a las mujeres en los momentos más importantes de su vida para dejar patente sus sentimientos de una manera más visual. 

Vulnerables es su proyecto más personal; una iniciativa con la que visibiliza y denuncia la violencia obstétrica a través de los retratos y testimonios de un grupo de “valientes”, mujeres que han decidido desnudarse física y emocionalmente ante la opinión pública. La exposición se presentará este lunes en la I Jornada de Fisioterapia y Salud Femenina.

Silvia reconoce que las prácticas obstétricas son “necesarias” y “salvan vidas”, pero reclama más información para afrontar el momento del parto y denuncia la violencia que se vive a veces alrededor de este proceso: “Cuando me enteré de que iba a ser madre, me dediqué a aprender cómo funciona mi cuerpo y qué es un parto natural. Yo no tenía referentes en mi entorno”.

Para visibilizar la violencia obstétrica, la fotógrafa lanzó una convocatoria a través de las redes sociales para recopilar testimonios de mujeres. “En 24 horas había recibido más de un centenar de respuestas desde Murcia, otras regiones de España e incluso de Latinoamérica”, recuerda Marte. Entonces comenzó una época de reflexión “porque siempre había retratado amor, la felicidad de mujeres recién paridas, pero aun así también veía en sus ojos un dolor que yo reconocía”. La pasada primavera retrató a una veintena de mujeres de varias provincias, retomó su labor en otoño y ahora son 34 pero su objetivo es conseguir más de un centenar de “valientes”.

El germen del proyecto está en sus propios procesos de parto. En los últimos siete años, Silvia ha dado a luz dos veces y ha vivido la interrupción de un embarazo: “En las tres ocasiones me he preparado mucho de forma autodidacta con información que no me proporcionaban en el sistema público”. Las dos veces que ha dado a luz ha sufrido una episiotomía y problemas en el inicio de la lactancia “por la falta de orientación sanitaria”. Reclama la herramienta del Plan de Parto como un derecho de las mujeres: “Yo sabía que necesitaba intimidad, oscuridad, movilidad y calma”. 

En las tres ocasiones me he preparado mucho de forma autodidacta con información que no me proporcionaban en el sistema público

Lo contrario de lo que transmiten las mujeres que retrata. El afán del proyecto, cuenta su creadora, es llegar a traspasar fronteras para conseguir una muestra más inclusiva, diversa y representativa de lo que es la realidad. Además de colarse en organismos internacionales como Naciones Unidas para que sientan “presión” y “resuelvan este problema”. Silvia denuncia que “en Bélgica el porcentaje de víctimas de violencia obstétrica es del 20 por ciento mientras que en España es del 68 por ciento”. 

La finalidad del proyecto es la transformación del dolor, trauma e injusticia en luz y esperanza. Un gran ejemplo de “sororidad”. Para Silvia, estas mujeres son un eslabón más de la cadena del feminismo que a lo largo de varias generaciones se silenciaron y les fueron vulnerados sus derechos fundamentales.

En Bélgica el porcentaje de víctimas de violencia obstétrica es del 20 por ciento mientras que en España es del 68 por ciento

La necesidad artística de la muestra es retratar la vulnerabilidad de las mujeres. Para ello, Silvia ha tenido en cuenta los colores que llevan las mujeres, la iluminación y el equilibrio entre mostrarlas diferentes pero a la vez con elementos comunes para representarlas. “Estoy trabajando sobre la personificación y la imagen pura de la vulnerabilidad” en un trabajo de “feminismo interseccional, y totalmente inclusivo”, en el que se pone de manifiesto que en el acto médico hay “discriminación” hacia la mujer, “tanto en la investigación, coomo en la exploración, diagnóstico y tratamientos”

Iniciativas como 'One to One' en Inglaterra, en donde cada mujer que está dando a luz tiene una matrona acompañándola, junto a la práctica de la escucha pueden ser un paso para resolver “la falta de humanidad y sensibilidad” que tiene el personal sanitario, opina Silvia. Una de las claves durante el proceso, considera, “es dejar a las mujeres mostrar lo que llevan dentro, con respeto y sin juzgarlas”. La fotógrafa afirma que “los profesionales ejercen violencia obstétrica  por falta de formación, y por falta de inversión”.

Este 8M es la primera vez que las protagonistas de Vulnerables tendrán presencia en la marcha feminista y leerán un manifiesto. Además, el domingo 12 de marzo, Silvia las ha convocado para una puesta en común y para que puedan conocerse. Se realizará una exposición fotográfica íntima solo para ellas y se definirá el futuro y la estrategia para aquellas personas que quieran apoyar el proyecto.

Las 'valientes' de Vulnerables

Marina -nombre ficticio- tuvo un parto de una niña fallecida antes de los 9 meses de gestación. Para ella, la violencia obstétrica se tradujo en el trato que recibió durante el ingreso en el hospital. Cuenta que no se tuvo en cuenta su duelo, ni que estaba pasando por una fase traumática. Para ella no fue un parto feliz: “Hay que tener otro tacto y en mi caso fue nefasto, me ingresaron en una habitación en Maternal y ese fue el primer error”. Marina enumera los problemas que tuvo con el personal sanitario: como el tacto vaginal que le realizaron y que le provocó “tanto” dolor, la falta de organización o la insensibilidad de los comentarios de las matronas.  

La enfermera que le estaba atendiendo le revisó y “se marchó pensando que tardaría mucho en dilatar, pero fue salir de la habitación y acelerarse el proceso”. Marina parió en el baño del hospital. “Había un pequeño timbre, llamé pero ya había expulsado al bebé. Me llevaron a la cama, me acostaron, me pusieron el bebé en el pubis y empezaron a discutir enfermera y matrona porque no sabían qué hacer conmigo”. Mientras ella estaba consciente, la celadora la bajó por las escaleras y se dio cuenta de que no había expulsado la placenta por lo que le realizaron la maniobra de Kristeller, práctica desaconsejada por la OMS que consiste en presionar con ambos puños o con el antebrazo sobre el fondo del útero.

Finalmente la pasaron al quirófano, donde recuerda que no hubo ningún trato humano o afectuoso hacia ella o su bebé: “Me preguntaron si era nene o nena, y sabían que había fallecido”. También comenta que la llevaron a la sala de recuperación porque le durmieron las piernas y la pusieron al lado de una mujer que le estaba dando el pecho a su hijo y ella observó esa escena mientras lloraba. Los casos de aborto no son tratados de manera aislada y la solución por parte de los hospitales es colocar una cortinilla o un biombo para separar a las mujeres, comenta.

Me preguntaron si era nena o nene y sabían que había fallecido

Otro de los problemas que detectó Marina fue que no le dieron la pastilla para cortar la lactancia. “Al día siguiente me subió la leche, tenía los pechos muy duros, y fiebre de 40”. Recalca que desconocía que algunas de las madres que pierden a su bebé donan la leche: “Fue emocionalmente destructor que no me informasen de nada”.

Para Marina, Vulnerables significa dar visibilidad a algo de lo que nadie quiere hablar. Expresa que en 2018 los hospitales carecían de protocolos y ahora nota un poco más de sensibilidad. Iniciativas como la del hospital Reina Sofía, en Córdoba, le parecen muy humanas. Así mismo, menciona que en Murcia hay una caja de recuerdos con la pinza del cordón, una huella del pie y una habitación con mariposa fuera para que todo el mundo sepa que esa mamá está de duelo, pero asegura que “tienen que mejorar muchísimo”.

Fui consciente todo el tiempo de que me estaban maltratando, me pareció una tortura

Recomienda a las mujeres que pasen por algo similar que reclamen en el servicio de atención al paciente y que expongan su reclamación, que hablen, que no se callen. Tardó más de un año en poder escribir sobre este tema porque tenía mucha depresión. También les recomienda que vayan acompañadas por su pareja, alguna amiga, familiar o mujer de la plataforma que pueda defenderla en ese momento. Marina sigue en tratamiento psicólogo de manera privada. “No es cierto que estén dando apoyo”. Alega que el hospital tiene la obligación de tener a los bebés fallecidos en anatomía patológica y que si los padres lo desean, lo entierran. “Tampoco me informaron del tratamiento del cuerpo del bebé. Y es un derecho de los padres, hay sentencias sobre eso”.

La cesárea de Alicia

El parto de Alicia acabó en una cesárea “innecesaria”, relata. Ella se negó a una cesárea pero los médicos le informaron de que sería “preventiva”, para evitar cualquier complicación. Sólo tenía movilidad en la parte superior de su cuerpo. Y mientras le realizaban una prueba, los anestesistas estaban pidiendo la cena por el móvil.  “Eso parecía una cesárea de urgencia pero no había ninguna urgencia”, opina al tiempo que considera que las intervenciones en las que desembocó su parto fueron una “negligencia médica”.

La operaron, le pusieron un telón delante de su cabeza y entre gritos, notó cómo la cortaban, la abrían y el tacto de los guantes sobre su piel. “Yo gritaba socorro y pedía que pararan, de repente vi una máscara en mi cara y ya”. Cuenta que cuando despertó, estaban limpiando el quirófano, preguntó por su hijo y su marido pero le dijeron que no los podía ver.

La dejaron allí durante 45 minutos. “Yo veía sangre en el techo, sangre en la lámpara”. Después, comenta que apareció otro equipo de limpieza y continuó desinfectando, mientras que en la sala contigua le cantaban el cumpleaños feliz a una sanitaria. “Yo lloraba porque tenía frío y quería irme de allí”.

Me he dado cuenta de que no estoy loca, de que no me ha pasado solo a mí

Explica que el anestesista y el cirujano le dijeron a su marido que se encontraba estable pero que tras su estado de nerviosismo, la habían tenido que sedar: “Me echaron la culpa”. 

Realizó hace más de 2 años una queja en el Servicio de Atención e Información al Paciente (SAIP) pero le informaron que su caso se archivaría porque estaba fuera de plazo.  Además, descubrieron hace menos de un año, tras varias sesiones con logopedas que su  hijo tiene en el cráneo, en la zona donde se genera el lenguaje, una lesión. “Nuestro hijo tiene un bulto en la cabeza y nadie dijo nada”.

Alicia también visibiliza que la violencia obstétrica la sufren los acompañantes, ya que la vivencia de su marido fue una experiencia violenta: “Tuvo que volver a su casa con alguien que no era la persona con la que había tenido un hijo; y en el transcurso del tiempo, volver a conocerla”. Alicia fue consciente de que había sufrido violencia obstétrica después de 5 meses, tras 3 diagnósticos psicológicos diferentes donde le identificaron trastorno de estrés postraumático. Revivía las escenas de su parto cuando se duchaba al ver la cicatriz y no fue capaz de coger a su hijo en brazos, ni de cuidarlo durante el proceso.

Ahora con un nuevo embarazo y tras habérsele detectado un istmocele en el útero (un defecto en la cicatrización) de grado uno, Alicia ha reclamado que se determine la gravedad de la patología y se exploren otros métodos que no sean el de una cesárea programada.

Vulnerables para Alicia es una liberación, una verdad, una red de apoyo que no ha existido durante todo este tiempo para las víctimas de violencia obstétrica.  “Un sitio donde verte reflejada y comprendida porque hay personas que  han pasado una situación como la tuya, ahí me di cuenta de que no estoy loca, no me ha pasado solo a mí”.

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