Se acerca el Primero de Mayo y con él una cierta angustia por parte de los dirigentes sindicales sobre el éxito de las próximas manifestaciones convocadas. Máxime cuando las movilizaciones ciudadanas en torno al feminismo y las pensiones han sido muy relevantes. No se trata de competir sobre quién moviliza más. Las movilizaciones sociales descritas, todas ellas, son una suma positiva, no de resta.
A mi modo ver, la preocupación principal que debe mostrar el sindicalismo es su pérdida de legitimidad social. La legitimidad trata del reconocimiento de la sociedad, da autoridad. Con cierta recurrencia, el CIS nos advierte de que la valoración de la ciudadanía hacia los sindicatos es muy baja. De este declive social dio cuenta el anterior Secretario General de CCOO, Toxo, cuando llegó a afirmar: “O nos reinventamos o nos la lleva el viento de la historia”
Para que no te lleve el viento de la historia no hay que echar anclas en el pasado sino habitar el presente. En este sentido, uno de los retos del sindicalismo de clase es renovarse desde sus principios fundacionales. Para ello, se hace preciso que el sindicalismo se abra a las nuevas dimensiones emergentes del ámbito del trabajo.
Nunca como ahora, trabajo y ciudadanía han ido de la mano. La desregularización y fragmentación del trabajo está provocando el debilitamiento de la ciudadanía. La creciente inequidad es fruto del nuevo modelo sociolaboral. Por ello, el nuevo plus de legitimidad social del sindicalismo debiera estar residenciado en la concepción ciudadana del mismo. Configurar un sindicalismo de ciudadanía que parta de la centralidad social del trabajo pero que adquiera complicidades y sinergias con otros conflictos sociales que acentúan la desigualdad.
Lo peor de la crisis ha sido el triunfo de lo individual frente a lo colectivo. Estamos perdiendo instinto social, perdiendo vínculo con el otro. Ante ello, la innovación social pasa por avanzar en nuevos modos de vida. Desde la ayuda mutua, solidaridad, cooperativismo… De eso, sabe mucho la tradición sindical.
El Estado de Bienestar Social como Espacio Público se presenta más vulnerable y vulnerado; se hace es preciso definir resistencias para evitar su desmantelamiento y afinar propuestas para darle agilidad y eficacia.
El sindicalismo debe ser capaz de enfrentarse culturalmente al pensamiento hegemónico. Defender los valores propios de la cultura del trabajo desde la ética, la autenticidad y honestidad. La cultura obrera es la cultura del esfuerzo frente al pelotazo; de la austeridad frente al fetichismo consumista; de la fraternidad frente a la insolidaridad; también de la emancipación, frente al autoritarismo. Fray Ejemplo es el mejor predicador. Por todo ello, sería recomendable potenciar y concretar las medidas de transparencia y ética pública. Fortalecer un código ético para los dirigentes sindicales. También publicar con transparencia los sueldos de los cargos de los sindicatos. Por otro lado, es preciso que la persona afiliada participe activamente en el común del sindicato, no sólo en el centro del trabajo. Se hace pertinente implantar mecanismos para la toma de decisión directa por parte de su afiliación en temas básicos. Que se sientan partícipes del sindicato.
En definitiva, más transparencia y más participación en un sindicalismo renovado. Pertenezco a un sindicato de clase aun cuando ejerzo una profesión de forma independiente. Lo estoy por pertenecer a un imaginario social de valores construido con mucho esfuerzo que debiera actualizarse bebiendo en sus aguas prístinas.
Sobre este blog
Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.
