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Mujeres invisibles: cuando la exclusión llega al extremo

Una persona pide ayuda en la calle / Foto: Efe.

Garikoitz Montañés

“Hay mujeres que han sufrido violencia a lo largo de toda su vida. Desde niñas, en su entorno familiar. Por ejemplo, estudiamos un caso de una chica que a los 13 años se fue de casa, su pareja la violó, y así entró en un círculo muy complejo. No tenía ingresos y eso la llevó a prostituirse”. Este es solo uno de los 16 casos de mujeres en exclusión social severa de Navarra y otras zonas que ha estudiado un grupo de la Universidad Pública de Navarra (UPNA) encabezado por Izaskun Andueza Imirizaldu, doctora en Trabajo Social. Esta investigación forma parte, además, de un estudio europeo impulsado por la Birmingham City University de Reino Unido y que pretende analizar los servicios disponibles para atender este tipo de casuística. Este jueves, durante la celebración de una jornada sobre violencia de género en la UPNA, se presentarán sus conclusiones. Que, por ejemplo, apuestan por la creación de servicios interdisciplinares, de ventanilla única y que formen parte de una red de atención continuada.

Andueza explica que el caso mencionado no es habitual, aunque “podría contar cualquier otro”. Se trata de situaciones extremas, de mujeres cuya situación está silenciada, que a menudo ni siquiera figuran en los registros de las instituciones porque, por su complejidad, por ejemplo por consumo de drogas, problemas mentales o de salud, tienen dificultades para ser atendidas en unos servicios sociales muy concretos. De ahí que esta experta las describa como mujeres “invisibilizadas” que, en ocasiones, incluso tienen problemas de “credibilidad” en sus testimonios. Con todo, pueden haber pasado por la calle pero rara vez terminan en ella, sino “en la cárcel, en un psiquiátrico o en un hospital”.

Esta es una de las conclusiones del grupo de trabajo de seis personas de la UPNA que, desde diciembre de 2012, ha trabajado en esta investigación. Se trataba de analizar diferentes servicios en Reino Unido, Noruega, Alemania, Bulgaria o, en este caso, Navarra, aunque también se han detectado buenas prácticas en otras zonas como Euskadi o Cataluña. Porque el objetivo era comprobar sin con atenciones como un alojamiento o el acompañamiento social se puede ayudar a estas mujeres de una manera más efectiva y, así, realizar un listado de sugerencias de mejora.

¿Y cuál es su impresión del nivel de calidad de los recursos navarros? Andueza considera que hay puntos de mejora ya no solo en Navarra, sino en toda Europa, como por ejemplo la necesidad de apostar por servicios de ventanilla única y exclusivos para mujeres, incluso sin zonas comunes con los hombres. Así se facilita la identificación de estos espacios como “zonas de protección” desde donde “empezar a andar”.

Andueza detalla que esta es una de las reflexiones clave del estudio, puesto que las mujeres analizadas a menudo han sido víctimas de la violencia y acarrean otros problemas, y muy intensos, tanto económicos como de salud, pero, sobre todo, “de relaciones, porque les faltan vínculos”. De ahí que, tras pasar por un servicio determinado, puedan acabar volviendo a esas relaciones de pareja consideradas “tóxicas”, y que el círculo comience de nuevo.

La creación de itinerarios

Otra de las conclusiones de la investigación es que resulta necesario plantear servicios a largo plazo, una red que encadene diferentes atenciones. Como un itinerario. Porque, en la actualidad, está claro que acceden a recursos, pero en ellos se producen “rupturas”. Pueden ingresar la Renta de Inserción Social y gastársela “en un solo consumo”, algo que se podría intentar evitar si, por poner un ejemplo, accedieran a pisos tutelados con un educador no solo durante seis meses, sino más bien durante “dos años”.

Pero, ¿pueden llegarse a este nivel de ayuda ante la crisis y los recortes? Andueza defiende que la labor de la UPNA es, precisamente, sacar a la luz este tipo de realidades y sugerir soluciones, pero la reflexión posterior corresponde a los colectivos y las instituciones. No obstante, aclara que no se trata tanto de destinar mucho más dinero como de distribuirlo de otra forma. Al fin y al cabo, “estas mujeres están invisibilizadas, pero no desaparecen. Siguen siendo atendidas en diferentes recursos”.

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