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El primer 'reto educativo' llega a los tres años: de la escuela infantil al “cole de mayores”

Miguel Muñoz

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El paso a lo que popularmente se conoce como “colegio de mayores” es para muchas familias un proceso complicado. La primera etapa de la Educación Infantil, de 0 a 3 años, suele tener diferencias palpables con la segunda, de 3 a 6 años. La incertidumbre, las dudas sobre los métodos educativos y la obtención de plaza se mezclan en las preocupaciones de quienes tienen que dar ese salto.

Los pequeños van a pasar, en su mayoría, a centros en los que empieza a haber disciplina, se espera de ellos que estén sentados en sus pupitres, y hay una cierta tendencia a tomarse la etapa como una preparatoria para lo que viene después, la Primaria. Los niños tienen que controlar sus esfínteres antes o después, no van a contar con el apoyo de sus padres en clase aunque sea un ratito, puede que incluso tengan su primer contacto con un libro de texto. Más aún, para algunos será su primera incursión en un centro educativo de cualquier tipo. Y este año, como el anterior, por si todo esto fuera poco hay una pandemia.

María, madre de un niño de tres años, se encuentra en esa situación, a las puertas de comenzar en un nuevo colegio del centro de Madrid tras pasar por una escuela infantil municipal. “Creo que no se tienen en cuenta los ritmos de los niños, sus peculiaridades y necesidades”, afirma a elDiario.es. Uno de los ejemplos más recurrentes de este pensamiento tiene que ver con el control de esfínteres. No hay una metodología común y depende mucho del centro educativo y del personal que dispongan.

“Nuestro hijo irá con pañal. Hay una persona contratada como auxiliar para cambiarlo, pero también te dicen que hay unos meses de gracia con el objetivo de quitarlo. Vas bajo presión. Es un poco antinatural, forzar los procesos para que todos los niños y niñas sean exactamente iguales. Nos preocupa qué va a pasar, no sabemos cuánta prisa nos van a meter”, añade María. Otra de las preocupaciones tiene que ver también con el periodo de adaptación los primeros días. No es frecuente poder pasar con ellos hasta dentro del aula. Menos ahora con la situación de pandemia. “Me temo que va a haber drama inevitable al separarnos”, comenta María. Además, critica que en su centro educativo les han comunicado que no harán siesta por “protocolo COVID”. Es algo que también está sucediendo en otros centros sin que se expliquen de forma concreta los motivos. “Es un problema porque para muchas criaturas es fundamental aún la siesta. Lo de por protocolo COVID se ha convertido ya en una frase hecha que sirve para zanjar un tema sin dar muchas explicaciones”, afirma María.

En la misma situación se vio Isa, madre de David, un niño que ahora tiene cuatro años, el pasado curso. En su caso, hicieron la primera etapa en una escuela infantil privada del distrito madrileño de Arganzuela. De ahí, a un colegio del distrito Centro. “Íbamos intentando ajustar expectativas, nuestra escuela infantil era muy diferente. En este colegio el sistema es realizar mitad fichas, mitad proyectos. No queda otra que adaptarse”, apunta. Un problema relevante, especialmente en ciudades como Madrid, es la falta de plazas. Toca, por tanto hacer cábalas con los baremos y las peticiones. En el caso de Isa, renunciaron a otros centros que les gustaban más por miedo a quedarse sin ellos y que les tocara otro peor. Además, con la pandemia no pudieron visitar presencialmente los centros educativos en las jornadas de puertas abiertas.

“La parte de control de esfínteres nos agobió un montón. Conseguimos, con mucho esfuerzo, que en agosto los empezara a controlar. Llegamos justitos. David se hacía de vez en cuando pis”, explica Isa sobre otros de los problemas comunes. En su colegio hay una persona auxiliar y pueden ir con pañal. Pero en la hora del comedor ya no está y no los cambian durante esas dos horas. La adaptación de David, en todo caso, fue buena y a pocos días del inicio del curso está “con muchas ganas de volver”.

La disciplina con tres años

Otras familias optan por alternativas para minimizar estos cambios tan bruscos en sus hijos. Dentro de la educación reglada existen, pocas, escuelas infantiles exclusivas de 0 a 6 años. Habla de ellas Pablo, padre de Naya, de cuatro años y pedagogo. “No la hemos llevado a un colegio porque se suelen introducir disciplinas de sentarse o estar callados, cosas que no corresponden a su momento evolutivo. Muchos alumnos necesitan movimiento, pasan de haber estado libres y muchos empiezan el cole y es un shock”, explica. Naya, además, venía de participar en un proyecto muy especial llamado El Arenero.

Pablo rechaza frontalmente la tendencia a considerar la primera etapa como un periodo de “guarderías”. “Los colegios han ido comiendo terreno a la Educación Infantil, que tiene muy poco poder, está muy invisibilizada. Esto se plasma también en la profesión de educador infantil, estamos poco formados. Lo que se hace es que en Infantil se imita a Primaria, es la tendencia hegemónica, que en Infantil se empiecen a hacer cosas que los niños y niñas aprenderán en Primaria. Se les sienta en una mesa, se enseñan los números, a leer, hay una aspiración a acercarlos a Primaria”, opina Pablo. En su opinión, escuelas como la de su hija, Zofío en Usera, proponen otro tipo de proyectos y desarrollos más acordes con la edad.

Belén es maestra de segunda etapa de educación infantil en un colegio público del distrito madrileño de Villaverde. Reconoce que cada centro educativo hace de una forma el periodo de adaptación aunque la ley establece que debe durar al menos una semana. “Creo que es claramente insuficiente para que se obtenga un vínculo con un espacio y persona extraña. No he estado nunca en un colegio donde dejen entrar a las familias al aula. Lo más normal es dejarlo al niño en la puerta”, apunta.

Sobre los métodos, esta maestra cree que la principal diferencia son los colegios que tienen libro de texto y los que no lo tienen. “En estos últimos tienes más libertad para ir siguiendo al niño y sus ritmos. De todos modos, en teoría el primer trimestre de tres años lo único que debería trabajarse es conocer el espacio y empezar a implantar unas rutinas. Eso sí creo que está bastante homogeneizado”. La maestra considera que sobre el control de esfínteres hay un problema evidente de logística o falta de personal. “Debería existir una figura de forma fija”, afirma. Y añade que en lugares donde no existe, depende mucho de la maestra, si lo cambia o no “de tapadillo”. “No es una cuestión de no hacerlo, sino de que como como maestra no puedo dejar a 20 niños solos para meterme en el baño con uno”, concluye.