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Tres herramientas para mejorar la convivencia familiar en tiempos de pandemia (y siempre)

Una menor, durante el confinamiento en su casa en Canarias.

Elena Couceiro

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Vida social reducida, teletrabajo, telecole, incertidumbre con respecto al futuro, enfermedades, confinamiento, problemas de conciliación... Sin duda, nuestra vida y la de nuestros hijos no se parece en nada a la que teníamos (y probablemente disfrutábamos) antes de marzo. Y todo esto tiene un fuerte impacto en la convivencia familiar, que se ha hecho más estrecha y, a menudo, por qué no decirlo, insoportablemente intensa. Y, claro, el roce hace el cariño, pero también trae consigo los conflictos y los problemas de convivencia. Tres expertos nos cuentan cómo entender y abordar la convivencia en familia en los tiempos que corren y nos ofrecen herramientas para mejorarla.

“En un tiempo en el que las relaciones sociales han quedado reducidas a la mínima expresión, la familia ha ganado protagonismo absoluto, de ahí que las horas de convivencia hayan aumentado y también los motivos de conflicto”, explica Mónica Cerrada, psicóloga y socióloga. Para esta experta, esta crisis sanitaria “ha puesto de relieve y en el centro la importancia de los cuidados”. Y, por supuesto, nuestro propio autocuidado, afirma: “Es evidente que la pandemia ha aumentado muchísimo la presión emocional, la pérdida de parcelas personales de autocuidado, espacios comunes con otros adultos...”.

Tanto adultos como niños podemos estar viviendo “la incertidumbre, el miedo, la frustración desde el desánimo, la apatía, la irascibilidad, la tristeza, el aislamiento, la falta de habilidades adecuadas en la gestión del estrés y un largo etcétera de vivencias personales desadaptativas que influyen, inevitablemente, en el clima familiar y la apropiada resolución de conflictos”. Si este es el caso, Cerrada recomienda “aceptar nuestras limitaciones y pedir ayuda si se necesita”.

Antonio Ortuño, psicólogo infantojuvenil y autor de Guía ilustrada para una convivencia familiar inteligente, cuenta que, con las familias que piden ayuda y acuden a terapia, “estoy trabajando ahora más que nunca cinco áreas psicológicas fundamentales para fomentar la inteligencia emocional familiar: afrontamiento de realidades novedosas y heterogéneas, tolerancia a la frustración, manejo del miedo, aceptación de la incertidumbre y la conducta resiliente”.

Pilar Martínez Crespo, psicóloga sanitaria especializada en ansiedad, fobias y estado de ánimo de la cooperativa Idealoga Psicología, explica que las familias han vivido muchos cambios que han supuesto “una situación de estrés mantenida en el tiempo, junto con un exceso de información centrada en esta crisis que activaban una percepción de la realidad y pensamientos muy negativos y catastrofistas”. Por eso recomienda “fomentar la paciencia y comprensión hacia nosotros y nosotras mismas, ya que está aumentando nuestra vulnerabilidad, y reforzarnos positivamente, a nosotras y a los que nos rodean, porque eso nos ayudará a mejorar nuestro vinculo familiar”.

Más allá de las herramientas que ahora detallaremos, las expertas consultadas ofrecen una forma de entender la educación que, aunque no elimina los conflictos, permite gestionarlos de manera más positiva. Para Mónica Cerrada, esto pasa por “educar desde el respeto, sin premios, castigos, gritos ni chantajes, educar desde el amor y sin juicios, teniendo en cuenta el criterio de nuestros hijos e hijas y educar desde el ejemplo: que vean que vivimos el conflicto con calma y buscamos soluciones de forma cooperativa”. Además, menciona la importancia de “tener tiempo de calidad con uno mismo” y de que los adultos de referencia “se trabajen día a día en todos aquellos patrones automáticos que reproducimos por nuestra propia vivencia infantil y que chocan frontalmente con una convivencia respetuosa”.

La forma en la que Antonio Ortuño y otros muchos expertos entienden la educación, recibe el nombre de “parentalidad positiva”. Ortuño lo explica así: “Los profesionales tenemos en la parentalidad positiva un marco de referencia que intenta poner límites educativos, sin olvidar el plano emocional. Cualquier padre o madre debe ejercer dos funciones parentales clave: apoyo incondicional y control normativo respetuoso. Como me gusta decir besos sin límites, pero límites con besos. Es un enfoque que tenemos que seguir construyendo de forma coordinada por el bien de las familias”.

Las herramientas

1. Escucha activa y asertividad

Pilar Martínez Crespo considera que “una herramienta que nos ayuda a acercarnos en la búsqueda de soluciones, ya que tendemos a la crítica poco constructiva, es escuchar de una manera activa. Sabemos que lo hemos conseguido cuando tenemos la certeza de que hemos entendido lo que nos quieren decir, y la otra persona se siente escuchada”. Las señales de que estamos escuchando activamente pueden ser “mirar a los ojos, asentir, pronunciar palabras que acompañan a la escucha, como por ejemplo, 'entiendo', 'ya, claro', o 'vaya'. La expresión de nuestras emociones refleja que estamos prestando atención”.

Martínez Crespo también recomienda “la comunicación asertiva, que consiste en la capacidad de expresar nuestros sentimientos, ideas u opiniones de manera confiada, clara y partiendo del respeto. En resumen, debemos explicar lo que nos pasa y lo que queremos que pase: proponer el cambio que queremos”.

2. Asambleas o reuniones familiares

Mónica Cerrada considera que esta es “una herramienta muy potente tomada de la Disciplina Positiva”, de la que es experta: “Es un momento pactado entre todos los miembros de la familia en el que se produce un encuentro no obligado y en el que se ponen sobre la mesa las preocupaciones de cada uno o situaciones conflictivas de convivencia”. Se propone que las reuniones comiencen con agradecer acciones o decisiones que han mejorado la convivencia, tratar los temas que nos preocupan, pensar soluciones y llegar a acuerdos respetuosos. “Si no llegamos a acuerdos, también se pueden 'poner a prueba' de manera rotativa las diversas soluciones”, cuenta Cerrada, que invita a evaluar después el acuerdo, que deben cumplir “todos, adultos y menores”. 

3. Semáforo de la convivencia

Tal como explica en su libro, Antonio Ortuño propone una herramienta que ayuda a tener más clara la toma de decisiones. El semáforo de convivencia permite “visualizar y ordenar los problemas asociados a la convivencia y a repartir responsabilidades en el hogar. Tiene una lista de áreas de convivencia estructuradas en diez categorías: estudios, uso de la tecnología, tareas domésticas, economía, salud… Se trata de distribuir quién debe asumir la responsabilidad de cada área: los padres exclusivamente (semáforo rojo), los hijos exclusivamente (semáforo verde) o los hijos con la supervisión adulta (semáforo amarillo)”.

Mantener la coherencia en las decisiones que tomamos, permitirles decidir y equivocarse cuando les toca a nuestros hijos (dejando que vivan las consecuencias de estas decisiones) y negociar sin perder los nervios son algunas de las habilidades que ayudan a mejorar la toma de decisiones y, por tanto, la convivencia. Precisamente para reflexionar sobre esas habilidades parentales y revisar las bases de la convivencia en cada familia, Ortuño ha creado un cuestionario que “se puede rellenar de forma gratuita y aporta un informe a las familias muy completo sobre su convivencia con recomendaciones para su mejora”.

Buscar soluciones y llegar a acuerdos en familia desde el respeto y la coherencia parece el denominador común de todas estas herramientas. “Acompañando y conectando desde la empatía con las necesidades de los demás miembros de la familia, seremos ejemplo de buen hacer y buenas prácticas de crianza y convivencia, por lo que será más fácil que haya armonía familiar”, concluye Mónica Cerrada.

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