Por qué cada vez más familias regalan experiencias a los niños por Navidad: “Dejan una huella emocional diferente”

En una época del año marcada por el consumo, muchas familias tratan de celebrar una Navidad más consciente. Desde hace años, regalar experiencias o actividades en las que compartir nuestro tiempo es una tendencia en auge entre adultos, pero ¿es aplicable este tipo de regalos a los niños y niñas?

“Las experiencias aportan beneficios emocionales distintos y, en muchos casos, más profundos que los juguetes, especialmente en la infancia temprana”, valora Alba Ares, educadora infantil y divulgadora tras la cuenta @cuentista_trapecista. “Los juguetes son importantes: estimulan el juego, la imaginación y ciertas habilidades concretas. Sin embargo, las experiencias como talleres, musicales o viajes dejan una huella emocional diferente porque se viven con el cuerpo, con las emociones y, sobre todo, en relación con otros. Sobre todo mejoran la conexión familiar”, apunta.

“Cuando los niños crecen rodeados principalmente de objetos, es fácil que asocien la felicidad o la recompensa con ‘tener cosas’. Sin embargo, cuando les ofrecemos experiencias, el foco se desplaza del objeto al vínculo, al momento y a la emoción vivida”, explica Ares.

Cuando un niño participa en una experiencia fortalece el vínculo afectivo con los adultos que lo acompañan, desarrolla habilidades emocionales como la empatía, construye recuerdos significativos, que le aportan seguridad emocional y sensación de pertenencia, y amplía su visión del mundo, porque favorece la curiosidad y la confianza“, enumera la educadora infantil. ”Además, muchas experiencias fomentan el lenguaje, la atención, la creatividad y la autoestima de una forma natural y respetuosa con su ritmo“, añade. 

La búsqueda del equilibrio

Motivar este cambio de tendencia no significa desterrar los juguetes, que como apunta la experta aportan otras cualidades, sino de encontrar un equilibrio y evitar los excesos. “Como madre también he comprobado que los niños quizá no recuerden todos los juguetes que tuvieron, pero sí recuerdan, y reviven emocionalmente, momentos compartidos: una canción cantada juntos, una excursión sencilla o una actividad especial en familia”, concreta Ares.

Coincide en esta opinión la psicóloga infantil, psicopedagoga y tutora de la plataforma TusClasesParticulares Paloma García Aranda, que destaca que “regalar una actividad en estas fechas puede inspirar a los niños y niñas a descubrir una habilidad o explorar un hobby, con efectos muy positivos en su autoestima”. 

Para que un regalo inmaterial de este tipo emocione tanto como uno material, García Aranda recomienda introducirlo semanas antes con preguntas como “¿qué te gustaría aprender el año que viene? O ¿hay algo que te gustaría probar?”, acompañarlo de un envoltorio especial o complementarlo de un objeto simbólico, como una púa si se trata de unas clases de guitarra, un mapa del viaje o un delantal para clases de cocina; y acompañar el regalo de un “momento anticipatorio”, que puede ser marcar en el calendario cuándo se hará, preparar juntos el evento o los materiales. 

En cuanto a la edad, García Aranda afirma que “no existe una edad exacta, pero a partir de los 5 o 6 años los niños comienzan a comprender el sentido simbólico de un regalo más allá del objeto concreto. Antes de esta edad el disfrute es más inmediato y sensorial y a partir de los 7 muchos niños ya pueden valorar plenamente la experiencia en sí misma”. La experta destaca la importancia del acompañamiento adulto a la hora de gestionar las expectativas o la frustración y “aprender que lo valioso no siempre es material ni es permanente”.