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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

El poder de los sin poder

Manifestación a favor de una subida de las pensiones. |

Javier Fernández Rubio

Vivimos el momento de lo identitario, de lo fragmentario ante lo universal, un momento que recuerda a los primeros años de la democracia, cuando lo local y lo cultural, indentitario por lo tanto, explosionó y dejó el relato del conjunto en un muy postergado segundo plano. Como en aquel entonces, el relato de lo identitario cobra nuevo poder (empoderamiento es una palabra que se me atraganta a partir de la tercera sílaba) y un poder amplificado por la opinión pública y las redes. Mujer, mayores o LGTBI, diversos grupos con múltiples cabezas y discursos de lo más variopinto han tomado sitio en la plaza pública y obligan a los arrendatarios de la soberanía, la clase política más mediocre y emocionalmente entumecida que se ha visto en décadas, a prestar atención.

Solo hay otras dos cosas que tengan tanto poder y afecten al conjunto: las creencias y la palabra. Me recuerda un amigo el efecto tan poderoso que tiene la palabra. Y lo hace en un contexto en que para muchos la palabra escrita es algo despreciable que se reduce a una mera mancha en una página, un aderezo consentido de la imagen visual. Pero basta dar una oportunidad a la palabra para darse cuenta de su portentoso efecto como generador y transmisor de ideas. Desde hace siglos, desde que se inventó el lenguaje, que es un recién llegado a nuestro cerebro que tuvo que hacerle sitio rápidamente. La palabra es el magma en el que se desarrollan todos los movimientos que ocupan las plazas.  

Tienen voz pero no se los escucha. Están pero como si no estuvieran. Son parte importante de la población (solo los mayores de 65 años ya alcanzan una quinta parte de nuestra sociedad, por no hablar de las mujeres) pero no son tenidos en cuenta, a excepción de esos prolegómenos electorales que se producen cada cuatro años (y en cuatro años puede cambiar el mundo, demasiado tiempo). Pero basta que prenda la mecha para que se genere un efecto simpático de contagio. De la noche a la mañana hay millones de ciudadanos en la calle. Mujeres y pensionistas. Y eso es un poder. Es tan poder que hasta asusta al poder. El día que el ciudadano adquiera conciencia de que puede cambiar las cosas, el mundo cambiará.

Tomemos, por ejemplo, a los pensionistas. Para el encaramado al poder, los pensionistas son votos fáciles de cosechar. Basta un banco en el parque, un par de bolardos, unos viajes pagados por Servicios Sociales y mucha dinámica de grupo, a poder ser con comida gratis y baile. Pero vino la crisis, que fue el momento ideal para 'hacer todo lo que siempre se quiso hacer pero nadie se atrevió a hacer': desregulación a tope, puntilla para sindicatos, recortes en educación y sanidad, ataque a las libertades, destrucción de la prensa crítica, hundimiento de la masa salarial, inteligencia emocional y emprendimiento (autoesclavización) a mansalva y la gran bicha: las pensiones. Ahora los jubilados salen a la calle y el mundo se para. Hacen que un Gobierno que no ha dado marcha atrás ante nada recule dos veces en un par de semanas. No lo hizo con la corrupción ni con la precariedad, pero ahí están, detrás de la pancarta feminista o rebañando el presupuesto para subir la pensión con el IPC (solo el año que viene, no vayan a acostumbrarse mal).

Un ejemplo más cercano es el del Metro-TUS. El Ayuntamiento de Santander no tendría que haber recurrido a la Universidad, sino a un club de jubilados. Y no es broma lo que digo. Porque el 25% de los santanderinos tienen mucho que decir sobre el urbanismo y el transporte. Solo que nadie les pregunta. Si ellos hicieran ciudad, ésta sería completamente distinta. Con hechos consumados, a ver quién es el valiente que defiende los programas de simulación informática. Un Metro-TUS que, pasito a pasito, vuelve al TUS.

Se requieren de mecanismos que articulen las demandas de todos los sectores de la población en tiempo real. No solo como derecho a una participación efectiva en la vida pública, sino como la forma de que el desarrollo tenga un respaldo previo y posterior y así evitarse disgustos con el populusque, que cuando se pone se pone. Es un derecho y también un consejo.

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