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La Ciudadela pesca tradiciones

Parte de la muestra 'Mirar: un viaje', de la artista pamplonesa Belén Arévalo.

Garikoitz Montañés

Un pueblo sin puerto, una barca que parece una góndola tirada por un tractor y familias enteras, pero sobre todo mujeres, coordinando la pesca. Esta tradición, arraigada en la región portuguesa de Vagueira, es la que la artista pamplonesa Belén Arévalo ha retratado en su exposición ‘Mirar, un viaje’. El Pabellón de Mixtos de la Ciudadela, en la capital navarra, acoge esta muestra de pinturas, fotografías y un vídeo en el que esta pintora realiza un “homenaje” a una costumbre abocada a la desaparición, a pesar de que se trate de una postal con tirón turístico.

La muestra, que ya el año pasado se estrenó en Zizur Mayor y llegó el pasado 28 de septiembre a Pamplona, tiene esa llamada de atención a los espectadores. Porque una pesca como esta puede suponer simplemente un espectáculo para los turistas (Arévalo, para evidenciarlo, compara fotografías de la pesca con sus viajes a zonas como Italia, Grecia o Turquía), mientras que para quienes la protagonizan es su medio de subsistencia. Cada vez, menos. Porque, si hace unos años faenaban entre tres y cuatro barcos, ahora apenas queda uno. Y ese atractivo turístico parece pesar más que sus capturas, que principalmente incluyen rodaballos, lubinas, doradas o sardinas. Son, como apunta la autora, el reflejo de dos sociedades que se mueven “a dos velocidades distintas”, la del turismo y la del pescador.

Como explica Arévalo, la vida de mar no es fácil. Y este método, conocido como Arte Xábega, resulta especialmente duro. La actividad consiste en enviar estos barcos a altar mar, en torno a un kilómetro y medio mar adentro, pero conectándose mediante una soga con la costa, donde un tractor (antaño, eran bueyes) las saca después del agua del tirón. Este sistema expone a los pescadores al frío del Atlántico, a olas grandes y a barcos diseñados para romperlas, al aire y al miedo a la posible desaparición de todo el sistema. Porque esta práctica depende de una ayuda europea que, ahora, puede dejar de llegar.

Arévalo conoce bien esta realidad porque ha veraneado en la zona durante casi veinte años. A lo largo de este tiempo, ha tomado fotografías y realizado dibujos (siempre de forma muy realista, y prescindiendo de adornos, centrándose en las personas), que son los que ahora conforman la exposición, acompañada también por un vídeo con un tono, reconoce la artista, bastante “épico”. Es su forma de reconocer a este trabajo y las personas que lo mantienen contra viento y marea. El objetivo de Arévalo es, ahora, intentar llevar la muestra a la zona, acercarla a alguno de esos protagonistas que capturó hace tiempo y que, ahora, ha vuelto a ver “y parece que se han echado veinte años encima”. Los visitantes de la Ciudadela aún pueden conocerles hasta el próximo día 19 y realizar, junto a ellos, este viaje. Pero siendo conscientes de su belleza y de su exigencia.

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