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Sobre este blog

Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Invertir en mujeres artistas es una buena idea

Juan Miguel Sans

Las artistas ocultas

La historia del arte ha silenciado la obra de las mujeres artistas. Lo sabemos desde el pionero artículo de 1971 de Linda Nochlin “ ¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?” Como puede suponer el lector, haberlas las ha habido, simplemente hay que saber buscarlas. Ya sé que ofrecer una lista de mujeres artistas es una obscenidad porque siempre acaban brillando más las ausencias que las presencias, así que permítaseme simplemente compartir con ustedes (siempre es algo placentero compartir una experiencia artística) algunos ejemplos de mujeres artistas que, antes del siglo XX, se abrieron un lugar en ese canon alternativo.

Artemisia Gentileschi (1593-1654) es una artista ampliamente reivindicada por el movimiento feminista. Susana y los viejos, Judith degollando a Holofermes y Autorretrato como alegoría de la pintura son algunos de sus cuadros más conocidos. Hija del pintor Orazio Gentileschi, de la escuela de Caravaggio, fue violada por el también pintor Agostino Tassi y denunciada por su padre ante la Inquisición. Ante este tribunal tuvo que demostrar su inocencia tras todo tipo de torturas. Triunfó luego en Florencia, Nápoles y Roma, con una breve estancia en Londres. El autorretrato al que hemos hecho mención se encuentra de hecho en la Colección Windsor. Para la historia del arte, por méritos propios, esta artista ya no es la hija del pintor Orazio Gentileshi, sino éste es el padre de Artemisa Gentileshi. Por cierto, acaba de celebrarse una exposición de esta artista en el Museo de Roma, en el Palacio Braschi, donde se la destaca como lo que fue, al margen de su atribulada vida, una gran artista.

En el Museo del Prado pueden encontrarse, en su colección permanente, dos cuadros de Sofonisba Anguissola (1530- 1626). El primero, un retrato de Felipe II, de muy preciado interés histórico y gran calidad. El segundo una pieza titulada Retrato de la reina Ana de Austria. Hay, para quienes tengan interés, un pequeño autorretrato suyo en el Kunsthistorisches Museum de Viena que merecía estar colocado en un lugar de más relieve. En este mismo museo se encuentra expuesto habitualmente un excelente bodegón de Clara Peeters (1588-1621) titulado Mesa. El Museo del Prado acaba de presentar una retrospectiva de esta pintora, la primera que organiza esta institución sobre una mujer artista. ¡Ya era hora!

Louise Elisabeth Vigée Le Brun (1755- 1842), retratista de la corte de Luis XVI, protegida de María Antonieta, es una figura fascinante. Recientemente ha tenido una retrospectiva con una exposición itinerante en París, Nueva York y Ottawa. Esta artista tuvo que poner pies en polvorosa para huir de la revolución francesa, pero su talento era tanto que triunfó en Italia, Austria, Rusia e Inglaterra, antes de volver a su Francia natal. Es difícil elegir un cuadro entre los suyos. Están por supuesto todos los retratos que pintó a lo largo de su carrera, así como sus autorretratos. Quizás su obra más conocida sea María Antonieta con sus hijos (1787), en el Museo Nacional de Versalles. Son relevantes también el Autorretrato con sombrero de paja en la National Gallery de Londres y los autorretratos con su hija en el Museo del Louvre.

Siguiendo con esta relación de pintoras ilustres previas al siglo XX, me gustaría recordar a la pintora impresionista Berthe Morisot (1841-1895). Esta artista cuenta con un emocionante cuadro en el Museo Orsay, La cuna. Para finalizar esta particular lista de artistas previas al siglo XX, no podía quedar ausente la también impresionista María Cassatt. Culminar su vocación de artista en aquella época -aunque fuera de una familia acomodada- era una auténtica pesadilla.

Ninguna de estas mujeres tuvo una vida fácil. No extraña que, en la lápida de su tumba, Vigée Le Brun dejara escrito para la posteridad: “Aquí, al fin, descanso...”. Creo que la hubieran suscrito todas ellas.

Las pioneras del siglo XX

Desde comienzos del Siglo XX, la mujer artista fue adquiriendo -con mucho esfuerzo, tesón y trabajo- cada vez un mayor protagonismo. La lista sería interminable. Mucho más allá de Frida Kharo y Leonora Carrington fuera de nuestras fronteras y de Maruja Mallo, Ángeles Santos y María Blanchard en nuestro entorno. De nuevo, a expensas de ser sumamente injusto, citaré solo algunas artistas ceñidas a mis querencias y gustos personales.

Empecemos con Tarsila do Amaral, cercana a las ideas del manifiesto antropófago, con una cuadro impactante, titulado La negra, que se encuentra en el museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de Sao Paulo. Aboporu, quizás su obra más conocida, se encuentra en el Malba de Buenos Aires y es también una obra excepcional. Otro ejemplo: Vanessa Bell (1879-1961). Relegada a un segundo plano en la historia de la pintura, incluso de la historia alternativa al canon ortodoxo. Vanessa Bell, hermana de Virginia Wolf, rodeada siempre de personajes del grupo Bloombusry, de fuerte carácter y personalidad, tiene no solo una obra pictórica reseñable (retratos, paisajes, interiores) , si no que se abrió campo también en el ámbito del diseño (portadas de libros, muebles,...). El retrato sin rostro de su hermana Virginia -no es baladí que se trate de su hermana- es una buena muestra de su obra. Citaré por último a Menchu Gal (1919-2008) porque no todo es vanguardia en el mundo de la mujer artista, también hay figuración y paisaje.

Un ascenso progresivo

A partir de los años 60 del siglo XX la presencia de la mujer ya empieza a ser poco a poco más habitual en galerías, exposiciones, bienales y museos. Las retrospectivas se hacen más frecuentes. Recordemos algunas cercanas, como las de María Blanchard en el Reina Sofía, las de Niki de Saint Phalle, Yoko Ono o Louise Bourgeois en el Guggenheim de Bilbao o la de Joan Jonas en la Fundación Botín en Santander. Sin olvidar en el mismo Guggenheim de Bilbao la de las Amazonas de la vanguardia rusa. Son también numerosísimas las comisarias y galeristas de prestigio internacional. La presencia de mujeres en la dirección de museos e instituciones culturales, aún dominada mayoritariamente por hombres, es cada vez mayor. La última, Francés Morris, al frente de la Tate Modern. Se nota. La presencia de mujeres artistas en la colección permanente ya no es testimonial.

Recientemente Ángeles Caso ha autopublicado - financiado con microcréditos- un excelente libro titulado Ellas mismas donde habla con rigor histórico y artístico de muchas de las artistas aquí citadas, incluida Vanessa Bell, además de muchas otras. Entre todas, algunas menos conocidas para el gran público, están la fotógrafa norteamericana Frances Benjamin Johnston o la pintora surrealista Meret Oppenheim. En las presentaciones de su libro tampoco se olvida de recordar a su paisana, la artista asturiana Soledad Córdoba.

Y todo esto sin hablar de la doble discriminación de ser mujer y proceder de un país periférico. Son muchos los casos de artistas que se están abriendo camino por ejemplo en el continente africano. Algunas instaladas ya en el circuito comercial de occidente. Otras muchas trabajando en su propia tierra. Talento, humor e inteligencia dan como resultado una mirada original y distinta a la que seguramente no es ajena esa discriminación de la que hablábamos.

En fin, la mujer se va integrando paulatinamente en la normalidad del mercado del arte. Hay sin embargo dos “peros” importantes.

El déficit de visibilidad

Primero. En un negocio controlado por hombres, que toman las decisiones económicas, artísticas y políticas y que, quieras o no, siguen teniendo una visión androcentrista de la historia del arte (y de los negocios), inevitablemente hay un déficit de visibilidad. Hemos mejorado respecto a la situación que denunciaron las guerrillas girls en 1985 cuando el MoMA celebró una exposición de arte contemporáneo titulada An Internacional Survey of Painting and Sculpture con 169 artistas, de los cuales sólo 13 eran mujeres. Todavía queda, sin embargo, un difícil camino por recorrer. Por citar un solo ejemplo. Recientemente se ha publicado un libro de Will Gompertz – convertido en un autor de éxito en el mundo del arte, incluso en nuestro país- titulado Piensa como un artista. Es prácticamente un libro de autoayuda que se apoya en la vida de artistas celebres. De 25 artistas citados, solo 4 mujeres. Hasta que la mujer no encuentre su sitio en la historia del arte, como algo cotidiano y no como algo excepcional, no habrá logrado la igualdad.

La presencia de mujeres artistas en museos aún es escasa. En el caso del Museo del Prado, por ejemplo, solo hay cuatro piezas habitualmente expuestas de mujeres pintoras. El museo tiene en sus fondos 56 pinturas y 49 obras gráficas firmadas por mujeres. Convendría sacar de sus fondos algunos de esos cuadros olvidados para congeniar la historia oficial del arte con la historia real. La colección permanente del MoMA en Nueva York presenta, según ArtNews, aproximadamente solo un 7 % de mujeres. El número de exposiciones de solo mujeres en EE.UU. entre 2007 y 2014 en el Whitney Museum fue del 29%, en el MoMA del orden del 20% y en el Guggenheim del 14%. Algo se ha mejorado porque en esta última institución en el año 2000 fue del 0 %. En España la situación es sustancialmente peor. Según la Asociación de Mujeres Artistas Visuales (MAV), las exposiciones individuales en Centros de Arte españoles entre 2010 y 2013 dedicadas a mujeres era solo del 12 %. Esta misma asociación denunció que las mujeres presentes en ARCO 2016 solo fueron el 25 % del total de artistas representados. De los 14 artistas que han recibido el Premio Velázquez de las artes plásticas, algo así como el Cervantes en literatura, solo 3 han sido mujeres. No está mal recordarlas: Esther Ferrer, Doris Salcedo y este último año la artista argentina Marta Minujín.

La cotización de las mujeres artistas

Segundo. La baja visibilidad de la mujer en el mundo del arte tiene como contrapartida lógica una cotización inferior en relación a sus colegas varones. Las ventas en subastas son abrumadoramente obras de artistas masculinos. El récord mundial alcanzado en una subasta por una mujer lo tiene por el momento Georgia O, Keeffe (1887- 1986), situada en el movimiento modernista norteamericano, con un hermoso cuadro titulado Jimson Weed, White Flower no.1, vendido por 44,4 millones de dólares en 2014. Muy lejos de Las mujeres de Argel (Versión 0), de Pablo Picasso, récord de un cuadro vendido en una subasta por 179 millones de dólares. Si la comparación la hacemos entre artistas vivos, la desproporción es todavía mayor. Jeff Koons se cotizó a 55 millones de dólares, la artista japonesa Yayoi Kusama en 7,1 millones de dólares. Me voy a atrever con una afirmación arriesgada. Comparando la obra de ambos artistas, la calidad no justifica la diferencia de precios. En cambio, a mi juicio, la obra de la Yayoi Kusama respira una emoción y pasión que no tiene la obra de Koons que más parece una operación de marketing y consumo fácil.

La mujer empieza a tener, sin embargo, cada vez mayor visibilidad en la historia del arte. No es casualidad, por ejemplo, que en el Centro Pompidou de Málaga, en una sala que tampoco por casualidad lleva por lema El cuerpo político, se encuentren sendas obras de la cubana Ana Mendieta y de la israelí Sigalit Landau. Duele recordar el vídeo de esta última que lleva por título Hula hoop de alambre de espinos.

Las artistas españolas se están haciendo un hueco en el mercado. Una mirada más radical, transgresora y transformadora, un creciente cosmopolitismo y la variedad de técnicas e intereses hacen sumamente atractivo sus creaciones. Como siempre cualquier lista es injusta por los olvidos. Pero en cualquier caso aquí va una pequeña muestra. La donostiarra Cristina Iglesias con sus puertas de bronce en el Museo del Prado logró un amplio reconocimiento popular. Las también donostiarras Marta Cárdenas con sus paisajes abstractos e Itziar Okariz con sus acciones y perfomances. Elena Asins, fallecida el pasado diciembre, reconocida por el uso de las tecnologías digitales en sus creaciones artísticas. Las bilbaínas Naia del Castillo, Erlea Maneros y Susana Talayero. Una gran variedad de orígenes, generaciones, trayectorias y estilos. Artistas como Carmen Laffón, Premio Nacional de Artes Plásticas; Carmen Calvo, Mari Puri Herrero, Soledad Sevilla, Susana Solano, Cristina Lucas, Dora García y un larguísimo etcétera. La nómina sería interminable. Otras muchas de gran talento, por desgracia, se han quedado en el camino. A todas ellas habría que añadir un cúmulo de nuevas artistas que se están abriendo ahora camino. No en vano más del 60 % de las licenciadas en bellas artes son mujeres. Un síntoma de que todavía hay desigualdad, pero también un germen de futuro. Son más necesarias que nunca plataformas para garantizar que ningún talento se frustre.

¡Compre artistas mujeres!

Ustedes pueden pensar que trato de abrumarles con tanta información. Nada más lejos de mi intención. Simplemente trato de apuntalar argumentos para sostener una conclusión. Como se dice en el primer párrafo de este artículo, mujeres artistas, haberlas haylas. Muchas. Muchísimas. Y de gran calidad. Me atrevería a decir que algunas de ellas geniales - utilizó la palabra con toda intención- simplemente que no han sido así reconocidas porque no han tenido el apoyo institucional, financiero, social y mediático de sus colegas varones. Por eso me atrevo también a hacer una conjetura y una recomendación. Si usted quiere comprar arte, una buena elección es comprar alguna pieza de una mujer artista. Tal como se está moviendo el mercado, con una presencia, visibilidad y reconocimiento cada vez mayor de mujeres y con una valoración actual por debajo de la de los hombres, a igualdad de calidad, es muy probable que las obras de las mujeres tengan más probabilidades de revalorizarse con el tiempo que la de estos. Eso sí, como siempre, aténgase a unas recomendaciones generales muy simples. Déjese aconsejar por alguien con experiencia y criterio, especialice su colección en una determinada dirección y compre solo lo que realmente le guste.

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