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La IA en campaña

Donald Trump hablando con la prensa en Londonderry, New Hampshire, este martes.

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Unas horas antes de las primarias en New Hampshire, votantes demócratas recibieron una llamada y escucharon una voz que parecía la de Joe Biden invitándoles a no votar. A diferencia de lo que sucede en otros estados, los ciudadanos de New Hampshire pueden elegir participar en las primarias del partido que quieran si se registran como independientes. Las primarias demócratas no son competitivas este año porque el candidato es el presidente, así que sus votantes estaban algo más interesados en participar en la votación republicana. 

El mensaje grabado decía que era mejor “guardar el voto” para las elecciones generales, si bien votar en las primarias no excluye de ninguna manera hacerlo en los comicios presidenciales de noviembre. La voz no era de Biden, como confirmó la Casa Blanca, y el estado de New Hampshire investiga el caso como un ejemplo de manipulación del audio con inteligencia artificial. 

Sin duda, veremos más audios falsos en la campaña de Estados Unidos y en las decenas de elecciones que se celebran por todo el mundo este año, incluidas las europeas el próximo junio. Pero hasta qué punto son una amenaza existencial para la democracia es una pregunta que entronca con otra aún sin resolver de hasta qué punto la desinformación online es capaz de mover a ciudadanos que, en realidad, son cada vez más difíciles de convencer sobre sus opiniones políticas.

Como subraya Dan Williams, profesor de Filosofía en la Universidad de Sussex especializado en comportamiento social, el efecto de las campañas online en las elecciones de 2016 sigue sin estar claro y la persuasión política es especialmente difícil en sociedades con un mercado de medios abierto, donde cualquier mentira puede ser rebatida con facilidad. “La persuasión política es 'extremadamente' difícil. Incluso cuando se trata de campañas políticas y publicitarias muy bien financiadas y dirigidas, habitualmente tienen efectos mínimos. La idea popular de que los seres humanos son ingenuos y fáciles de manipular es errónea”, dice.

En algunos casos, en realidad, la inteligencia artificial puede ayudar a involucrar más personas en los procesos democráticos si los gobiernos se lo toman en serio, como me comentaba hace unos meses Helen Margetts, especialista en tecnología del Instituto de Internet de la Universidad de Oxford. Su principal preocupación sobre cómo la IA puede amenazar a la democracia es mucho más básica, por ejemplo, la difusión de falsedades sobre la dirección de tu colegio electoral o la fecha de las elecciones. En muchos sentidos, es una cuestión de escala, y no tanto de sofisticación.

Las llamadas automáticas con falsedades y manipulaciones tienen una larga historia en las primarias y las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Las robocalls –llamadas automáticas– son parte de las campañas desde hace décadas y contienen muchos ejemplos de propaganda chunga.

Un caso muy sonado de trucos sucios fueron las llamadas, automáticas y no, contra John McCain en las primarias republicanas de 2000 en las que se enfrentó a George W. Bush. Algunas eran llamadas con mensajes grabados, y otras de humanos y supuestos encuestadores que hacían preguntas en Carolina del Sur como qué pensaría usted si McCain fuera padre de “un hijo ilegítimo negro”, una manera de introducir dudas sobre la niña de Bangladesh adoptada por los McCain y apelar a la base republicana más racista. No hizo falta ningún robot para este intento de manipulación con mensaje de odio incluido.

Los audios falsos generados de manera masiva, en particular, tienen muchos riesgos para la sociedad en cuanto facilitan los timos que ya están sucediendo de manera más pedestre a través de llamadas e emails que intentan conseguir datos bancarios o de otro tipo. Este es un problema real y que tiene consecuencias graves sobre todo para las personas más vulnerables. 

Pero, si hablamos de política, lo cierto es que las amenazas para la democracia vienen más a menudo de humanos que de robots. 

El 80% de los votantes de Trump en las primarias republicanas de New Hampshire creen equivocadamente que Biden no ganó de manera legítima las elecciones presidenciales de 2020, según una encuesta a pie de urna de la CNN

Para esta alucinación colectiva no ha hecho falta ninguna llamada falsa ni una campaña masiva en redes sociales con inteligencia artificial, sino que ha bastado la insistencia de un político sin escrúpulos y la pasividad de otros políticos temerosos de llevarle la contraria. 

Regular la inteligencia artificial para proteger la democracia parece una tarea inconmensurable, pero palidece frente al reto de qué hacer ante la estupidez humana –o la maldad, en el peor de los casos– presentes en la política contemporánea. 

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